'El fin de las Farc abre una ventana al periodismo': Maria Teresa Ronderos | ¡PACIFISTA!
‘El fin de las Farc abre una ventana al periodismo’: Maria Teresa Ronderos Maria Teresa Ronderos.
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‘El fin de las Farc abre una ventana al periodismo’: Maria Teresa Ronderos

Tania Tapia Jáuregui - septiembre 13, 2017

Charlamos con ella, una experimentada reportera que se ha esforzado por comprender el conflicto de Colombia y sus efectos en la sociedad.

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La desmovilización de las Farc como grupo armado con su tránsito a la política, y el inicio de un periodo que de forma abstracta se ha llamado “posconflicto”, le viene planteando retos a una nación que por más de 50 años no ha conocido otra realidad distinta a la guerra. Frente a la construcción de un nuevo relato de país, los medios de comunicación colombianos tienen la responsabilidad de presentar nuevas miradas sobre los efectos, las raíces y las ideas para superar el conflicto.

Maria Teresa Ronderos* hace parte de un grupo de periodistas que se ha esforzado en comprender el fenómeno del conflicto interno y las dinámicas que han mantenido la guerra en Colombia. Así lo hizo en Guerras recicladas, un libro de investigación sobre el fenómeno paramilitar en Colombia, publicado en 2014. La obra explora las razones que dieron origen a las autodefensas y detalla, en síntesis, la construcción de ese entramado criminal. Ronderos es la fundadora de Verdad Abierta, un portal que nació con el propósito de contar las otras verdades del conflicto en Colombia. Actualmente dirige el programa de Periodismo Independiente del Open Society Institute.

¡Pacifista! habló con Ronderos para entender cuáles son los nuevos roles que debería asumir el periodismo del posconflicto y a qué se enfrentan los medios de comunicación en una nueva era digital.

Ahora que las Farc dejaron de ser el grupo armado en el centro de la narración del conflicto en los medios, ¿de qué vamos a empezar a hablar?

Como el lado del Estado era de alguna forma nuestro lado, estábamos demasiado pegados a la versión estatal. Eso quería decir que, al periodismo, toda la información le llegaba casi que al escritorio. Los medios estábamos demasiado acostumbrados a depender de las fuentes oficiales y por tanto nos quedamos siempre con una verdad muy reducida.

Ahora las historias no te van a llegar al escritorio y no van a ser sobresalientes, porque el posconflicto es silencioso, a diferencia de la guerra. El hecho de que una población esté totalmente traumatizada es una noticia silenciosa para la que, además, no hay fuentes oficiales. ¿Cuál es la fuente oficial de que una población está traumatizada? ¿O la fuente oficial de que las mujeres de un pueblo fueron violadas? ¿Cómo cuentas esa historia?

Ahora nos toca salir, basarnos mucho más en la ciudadanía, buscar fuentes alternas y construir relatos de múltiples fuentes y voces.

¿Sería ese el rol del nuevo periodista de posconflicto?

Yo creo que sí. No solamente por el conflicto armado sino por los cambios del mundo digital. Los medios dejaron de mediar, ahora los ciudadanos, los políticos, los que tienen poder y los que no, tienen voz. En sentido estricto, los medios ya no son indispensables como solían serlo. Ahora el periodista tiene que pensar mucho más sobre quién va a hablar, con qué derecho y qué o a quiénes quiere conectar. Ya no es el que informa, sino el que media la conversación para verificar que las historias y los relatos coincidan con realidades.

El periodista que siga distribuyendo verdades y pasando las verdades de las fuentes oficiales al público se está muriendo. Y los medios que siguen haciendo eso en poco tiempo se van a morir. Los que den contexto y además se conecten con las discusiones y peticiones de la ciudadanía serán los que se posicionen. De hecho tú ya lo ves: la gente le tiene mucha más confianza a muchos de los medios nuevos.

La adaptación de los medios a ese nuevo mundo digital ya se empieza a ver. ¿Cuál crees que es el lado positivo y el lado oscuro de esa nueva era del periodismo?

En términos, quizás, muy simplificadores, me parece que los medios se han democratizado. Ya no hay un periodista que no esté pendiente del feed de Twitter mientras está hablando en radio. Están siguiendo lo que opina la gente y están trayendo a colación las opiniones de la gente constantemente en su trabajo. Eso es fundamental.

Sin embargo, creo que uno de los riesgos es creer que ese es el mundo. Las redes sociales son muy importantes, están dándole fuerza a una cantidad de sentimientos e ideas de la ciudadanía. Pero, en las redes sociales no está toda la ciudadanía y es mucha más la gente joven que está allí que la gente mayor. Además, las personas no necesariamente están hablando ahí de sus mayores secretos o de sus mayores sufrimientos. Así que a veces, cuando realmente quieres entender lo que pasa, no es lo que está en las redes. El peligro es quedarse con la superficie. Hay que descremar esa cosa, sacar lo más interesante y encontrar la noticia.

¿Y cómo debe funcionar el periodismo de investigación en esa era digital?

Los periodistas ya no son lobos solitarios sino personas que trabajan en red y que colaboran con gente de otras disciplinas. Eso también significa que ahora trabajas con el público: los ojos y los oídos de las personas son muy importantes para investigar un fenómeno.

Y también tienes ahora muchas herramientas digitales para “perseguir a los malos”. Todo lo que llaman open source ha dado acceso a millones de fuentes abiertas. Hay muchos gobiernos, progresistas, que se han unido a este movimiento mundial del open government y han abierto sus archivos al público. Lo interesante es poner a hablar esas bases de datos entre sí. Si tú tienes una base de datos de los dueños de propiedades en Colombia, otra de la gente que ha violado la ley y otra de los que han ocupado un cargo público, las puedes poner a dialogar y darle la posibilidad a un ciudadano de ver todo lo que tiene y lo que ha hecho un candidato es su pueblo. Eso es entregarle al público información para que ellos construyan sus propias historias.

Además de eso, tienes todo lo que “los malos” están posteando en Twitter y Facebook, y tienes la posibilidad de contactar a gente que está en lugares a los que no puedes llegar y hacer de ellos tus fuentes. Ahora puedes contar una historia impresionante al otro lado del mundo sin moverte de tu escritorio.

¿Y cómo se atrae al público hacia esa nueva forma del periodismo de investigación?

Por un lado, haciéndolos partícipes de la investigación. Los Yanukovych leaks  son un ejemplo de eso. El entonces presidente ucraniano trató de destruir un montón de documentos botándolos a un lago y entre voluntarios y periodistas sacaron esos papeles, los secaron a mano y durante días los escanearon y fotografiaron y se los entregaron a la gente. Fueron miles de ciudadanos los que ayudaron a dilucidar lo que decían esos documentos.

Pero no se trata solamente de incluir al público en la recolección de información, sino también en la manera cómo se cuenta . La labor del periodista es decirle al público para qué le sirve esa información. Eso no es porque la gente se haya vuelto boba, o porque ya no lea, sino porque a diario hay una cantidad enorme de información dentro de la que cada persona escoge lo que le entretiene o lo que le sirve. En ese sentido, hay que hacer la información útil, y contarle a la gente en qué le afecta, por ejemplo, que un fulano haya lavado billones de dólares.

Ahora que no hay Farc como grupo armado, ¿cuál es el actor o el fenómeno guerrerista a los que los medios deben ponerle atención?

Creo que hay que ponerle atención a que el fenómeno de la guerra no se recicle. Eso ya ha paso, y no porque estuvieran las Farc, sino por unas condiciones políticas que hacieron posible que eso se reciclara. El narcotráfico ha influido y ese monstruo sigue ahí. Eso hay que seguirlo.

Pero creo que hay que ponerle mucho ojo al asesinato de los líderes sociales y de los políticos de base que este país lleva asesinando durante 50 años. Y siguen asesinándolos. Este año, en el que casi no ha habido Farc, han asesinado decenas de personas que estaban liderando problemas sociales y reivindicaciones ambientales. Esos líderes son los que van a ser la nueva política del futuro, pero si los matan, ¿qué queda?: una máquina corrupta que se autoreproduce y que solo va a generar exclusión y gente que se vuelva a poner brava y que se vuelva a armar.

El fin de las Farc como organización armada y el hecho de que el Estado ya no esté persiguiendo a ese grupo, nos da una ventana de oportunidad para resguardecer, proteger y darle mucha voz a los liderazgos regionales. En ese sentido, el periodismo puede tener una gran labor para que esos liderazgos crezcan y en diez años podamos decir que acabaron con la política clientelar en el país. Los medios pueden hacer mucho por vigilar que a esos líderes sociales no los toquen y golpear e investigar duro cuando lo hagan.

*Las opiniones de la periodista no reflejan las de Open Society Foundations.