A propósito de uno de los últimos trinos del expresidente, Álvaro Uribe, nos preguntamos si no llegó la hora, también, de pacificar el lenguaje.
Por: Santiago Sánchez Benavides.
Este artículo comienza con una mirada al rencor. Al de los políticos, para ser más exactos. Basta con buscar declaraciones y trinos para encontrar ejemplos que reflejan, según expertos, algo profundo y preocupante: el encono implícito en la retórica que utilizan los dueños del discurso público.
En abril de 2014, Jaime Restrepo, Presidente de la Asociación de Víctimas de la Guerrilla Terrorista, le respondió unos trinos a Iván Cepeda, Senador del Polo Democrático Alternativo, con el siguiente desafío: “A mí no me difama más guerrillero asqueroso dígame dónde y cuándo y cuadramos esto. Escoja el arma. Espero respuesta?”. Ver los comentarios de los seguidores sirve para entender el impacto que generan mensajes como este.
Ese mismo mes, en un evento en Arauca, Germán Vargas Lleras, hoy vicepresidente del Gobierno, calificó de “gamín” a uno de los asistentes que lo había cuestionado por la pérdida de unas regalías del departamento.
A finales de mayo, durante el programa 360 Grados de Cable Noticias, Roy Barreras, Senador del partido de la U y el abogado Abelardo de la Espriella, se enfrentaron acusándose de ser el “perro” de algún “amo”.
El 17 de septiembre, tuvo lugar el debate de control político al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, por presuntos vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico. En él, Claudia López, Senadora de la República de Colombia por el partido Alianza Verde, lanzó una fuerte expresión: “Qué vergüenza da ver a un ex presidente de la república huyendo a las carreras por los corredores del congreso, como sanguijuela por alcantarilla”.
Pero el ex mandatario no se queda atrás. A través de los medios de comunicación y principalmente en su cuenta de Twitter, Uribe ha tildado, sin reparo, de “sicarios” “solapados” “mentirosos” e “hipócritas” a algunos de sus contrarios. Este domingo, por ejemplo, tras una columna en la Revista SEMANA de Antonio Caballero, lo calificó de: “socialista, rico, resentido, contemplado”.
Antonio Caballero: socialista, rico, resentido, contemplado; le da rabia que yo pueda hablar por un medio de comunicación CABALLERO AMARGADO
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) febrero 8, 2015
Santos peor calaña:orienta periodista extranjero a leer al socio de la mafia (Coronel) para desacreditar a mi Gobierno. Solapado, hipócrita
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) octubre 5, 2014
Podríamos continuar con políticos de todas las orillas y eso es lo preocupante. Algunos lingüistas y sociólogos han enfatizado en alertar sobre la importancia de la forma en que se comunican aquellas personas con el poder suficiente para influir en las masas, porque su discurso construye los imaginarios sociales y tiene el poder de moldear la percepción que tenemos unos de los otros.
Antanas Mockus, uno de los mayores referentes de cultura ciudadana en Colombia, asegura que no podemos hablar de convivencia humana sin referirnos al uso del lenguaje, que puede ser o muy destructivo o muy constructivo.
¿Y por qué debería importarnos esto? Simple. Difícilmente alcanzaremos la paz si nuestros líderes de opinión y la ciudadanía no entienden que la reconciliación inicia pacificando el lenguaje. Casos como la antigua República Federal de Yugoslavia, Chile o Sudáfrica ejemplifican que la retórica debe cambiar para lograr procesos de reconstrucción social sostenibles.
Al respecto, Ximena Botero, Coordinadora general de Reconciliación Colombia, asegura que es problemático que el discurso público motive a los colombianos a referirse al otro no como colombiano, no como ser humano, sino con adjetivos que resulten en más violencia cotidiana y de convivencia.
Y tiene razón, pues según el informe ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, desarrollado en 2013 por el Grupo de Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica, dos de cada tres muertes se dan por causas externas al conflicto armado. Cifras de Medicina Legal hablan específicamente de violencia interpersonal. En otras palabras, ciertas dinámicas sociales cobran más vidas que la guerra misma.
En el estudio Antípodas de la violencia, desarrollado por Corpovisionarios y el Banco Interamericano de Desarrollo, se plantea un asunto clave: existe un fuerte componente cultural en la violencia de los colombianos, que responde entre otras, a nuestra baja capacidad para concertar y cumplir acuerdos y a la dificultad para resolver los conflictos por medios pacíficos.
Para Antanas Mockus el problema está en que hay una especie de simplificación de la argumentación y una dificultad para escuchar al otro cuidadosamente, pero sobre todo, hay mucha desconfianza. Ese sentir es, tal vez, la raíz última de nuestro uso agresivo del lenguaje, que se evidencia en la retórica de nuestros políticos.
Y es grave, porque mientras sigamos calificándonos despectivamente, “será muy difícil que las personas con visiones distintas reconozcan la humanidad en el otro. Sin ese reconocimiento, no se puede construir la paz” afirma Fabrizio Hochschild, Coordinador Residente y Humanitario de Naciones Unidas en Colombia.
Aunque la responsabilidad no recae únicamente en los líderes de opinión y debe ser un elemento transversal en la cotidianidad de los colombianos, lo cierto es que es urgente que el ejemplo comience en el escenario político. ¿Un punto de partida? Podría resumirse en una frase de Scilla Elworthy, activista por la paz, para quien la ira es como la gasolina: “Si usted la rocía a su alrededor y alguien enciende un fósforo, se desata un infierno”.
Bonus:
A todos los entrevistados por Vice para este artículo se les pidió un consejo para que el político colombiano de hoy y siempre, le baje al tono y comience, de verdad y más allá de los acuerdos de la Habana, a construir paz. Esto dijeron:
Hay que comprender que hoy le hablamos a las nuevas generaciones de reconciliación, pero muchos no saben de qué deben reconciliarse. Ellos deben recibir mensajes de unificación y no de estigmatización y polarización. Como dicen los líderes juveniles de nuestro proyecto: necesitamos ejemplo.
– Ximena Botero, Coordinadora general de Reconciliación Colombia.
Es mejor equivocarse en positivo que en negativo. Cuidemos la imagen del otro y la de nosotros mismos. Pongámonos en los zapatos del otro, razonamos muy unilateralmente, muy desde nuestra perspectiva y tenemos que aprender a ver las cosas simultáneamente desde varias perspectivas.
– Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá, Presidente de Corpovisionarios e ideólogo de la metodología de Cultura Ciudadana.
Como cualquier discurso público, el discurso pacifista solamente puede tener influencia por persuasión. Es un proceso lento, largo, y sobre todo, tiene influencia si “los de arriba”, que tienen control sobre el discurso público, lo usan y distribuyen.
– Teun Van Dijk, lingüista holandés, fundador del Análisis Crítico del Discurso.
La paz es ante todo un valor transcendental y universal que va más allá de las diferencias políticas. Ser un líder para todos. A través del discurso, resaltar los elementos que unen y no los que dividen. Construir visiones incluyentes y positivas que permitan llegar al entendimiento en la diferencia.
– Fabrizio Hochschild, Coordinador Residente y Humanitario de Naciones Unidas en Colombia.