Antes del tráfico de cocaína estuvo el de la marihuana. Así se convirtió Colombia en un país exportador de drogas.
- Ilustración: Natalia Mustafá.
Prohibida a finales de los años 30, en Colombia hay registro de cultivos de marihuana desde 1925. En principio era consumida, sobre todo, por marineros, estibadores y prostitutas en los puertos. Más adelante, en los años 50, Colombia empezó a ser fuente de exportación y, una década después, los cultivos empezaron a incrementarse de manera vertiginosa, según cuenta Eduardo Sáenz Rovner en su libro La “prehistoria” de la marihuana en Colombia: consumo y cultivos entre los años 30 y 60.
La época gloriosa de exportación de marihuana en Colombia, más conocida como la Bonanza Marimbera, se extendió entre mediados de los años 70 y 80 y fue uno de los primeros pasos que dio el país para sumergirse en la economía de las drogas, hasta convertirse, a mediados de los años 90 en el principal exportador de cocaína del mundo.
El narcotráfico es parte importante del realismo mágico y trágico del país. De los años de la Bonanza, quedan historias de cómo los marimberos encendían cigarrillos con dólares, adornaban los árboles de navidad con billetes y pesaban los costales de billetes para no tener que contarlos. Hasta hubo uno de ellos que, en medio de una parranda, compró la casa al lado de la suya para que cupieran todos sus invitados.
Pero no todo son anécdotas tropicales de excesos y extravagancia. El narcotráfico ha atravesado la historia del país. Elecciones, referentes culturales, índices de violencia, lavado de activos, corrupción, extorsiones, trata de personas. Los tentáculos de esa economía ilegal se extienden por nuestra cotidianidad.
Lina Britto, periodista, PhD en Historia Latinoamericana y del Caribe, y profesora asistente de Historia de Northwestern University, en Estados Unidos, es una de las personas que más ha investigado la historia de la Bonanza Marimbera. Ha sido el trabajo de los últimos 12 años de su vida. Hablamos con ella para que nos explicara por qué y cómo se dio el fenómeno del narcotráfico en el país.
- Lina Britto, periodista, PhD en Historia Latinoamericana y del Caribe, y profesora asistente de Historia de Northwestern University.
Lina, ¿por qué estudiar la Bonanza Marimbera?
Mucha gente se dedica a estudiar la violencia del país. Sabemos de los violentólogos, estos sociólogos, antropólogos e historiadores famosos que se han dedicado a estudiar la violencia. A mí me interesaba eso, pero también ir más allá de la violencia misma. Tratar de entender las economías, las relaciones sociales detrás de eso que se nos manifiesta como violencia.
¿Cómo y por qué surgen las economías ilegales de las drogas?
Surgen porque las legales se implementan de una manera excluyente. Surgen como una válvula de escape a ese modelo de desarrollo en el que se proponen cambios, reformas y transformaciones, pero que en la práctica, por las mismas redes de clientela partidistas de la política y por la forma en que se hace política en el país, terminan excluyendo a los más vulnerables, a los que más necesitan de esas reformas.
¿Su surgimiento obedece, solamente, a esos factores locales?
Si analizamos las economías ilegales de las drogas, sea marihuana, cocaína o amapola, ¿cuál es el mercado? El principal es Estados Unidos. Estas economías son una evolución o parte de la evolución de la relación entre Colombia y Estados Unidos, y es precisamente por esa intimidad que se va generando entre los dos países, tanto a nivel estatal como a nivel de sociedad, que se hace posible que nosotros los colombianos irrumpamos en un mercado en el que en realidad la única oportunidad que teníamos era a través del café y las flores. Era un mercado relativamente cerrado para nosotros.
Cuando esa intimidad entre los dos países crece, y comienza una migración de colombianos hacia Estados Unidos, de alguna forma esta economía ilegal de las drogas se hace posible. A eso le agregamos lo que al interior de Colombia venía sucediendo con las promesas de modernización que también tienen que ver con la relación entre Colombia y EE.UU.. Realmente esta es una historia binacional. Hay que estudiar la relación con Estados Unidos para poder entender lo que nos ha pasado a nosotros.
¿Quiénes fueron los primeros en convertir la marihuana en un negocio tan próspero?
La generación del Baby Boom. Los que nacen justo después de la segunda guerra mundial, cuando se hacen adultos jóvenes, en los años 60. Ellos comienzan a criticar y a replantear la forma de vida americana, el sueño americano. Critican esas aventuras imperialistas de los Estados Unidos en Vietnam y buscan desmarcarse de esa forma de ser adulto. El consumo de marihuana lo adoptan las clases bohemias, del bajo mundo, precisamente para acentuar esa crítica que tenían a la sociedad con la que no compartían.
Ahí es cuando hay una explosión en el mercado que no teníamos antes. Surge toda la contracultura, el hippismo, y la marihuana es el símbolo de toda esa rebeldía y toda esa nueva forma de ser americano.
¿Ahí aparece Colombia en el mercado de las drogas ilegales? ¿Quien proveía a Estados Unidos antes?
México. Pero para ese entonces, en asocio con EE.UU., estaba erradicando sus cultivos de marihuana, principalmente por la influencia del gobierno de Nixon. Así funcionan los mercados: si usted no provee a un mercado cautivo, que ya existe, otros van a encontrar la forma de proveerlo y de quedarse con esas ganancias. Eso fue lo que nos pasó. Ahí entramos nosotros en la jugada.
Ahí empieza la bonanza marimbera. ¿Quiénes terminan beneficiándose de ella en Colombia?
Hay tres capas. Los cultivadores, encargados de la producción. Y en la comercialización las otras dos capas, la grandota, que es los que llamamos los marimberos, que son los comerciantes. Ellos le compra al campesino para acopiar, almacenar y venderle al exportador. Y los poquitos exportadores que, en la época, no superaban una docena, no más que eso. Muchos de ellos, gente de la elite local, asociados a los partidos políticos, incluso, con poder político ellos mismos. Dueños de fincas y de terrenos.
Usted ha dicho que ese es el comienzo de la guerra contra las drogas, ¿cree que nos ha faltado entender bien cómo se ha movido esa guerra en el país?
Esa es la vaina. Tomamos lo de la guerra contra las drogas de una manera literal, como si realmente fuera un asunto de erradicar las drogas, cuando en realidad es un asunto político de la relación entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia; y de cómo ellos van negociando los intereses mutuos que tienen el uno con el otro. Claro, el tema de las drogas se convierte en uno de los grandes temas por razones de peso.
Muchos dicen que la guerra contra las drogas ha servido para la lucha antiguerrillera, ¿usted lo ve así?
Claro, pero nosotros tampoco hemos sido pasivos en ese sentido. No es que Estados Unidos nos lo haya impuesto. De alguna forma la clase política también se ha beneficiado, pues es a través de esa guerra contra las drogas que han conseguido alianzas con Estados Unidos, recursos económicos, militares y tecnológicos. La guerra contra las drogas lo que permite es actualizar y modernizar el aparato represivo del Estado, sea para pelear drogas o para pelear insurgentes, o cualquier otro sector que sea considerado amenaza a la seguridad nacional o hemisférica.
Usted sostiene que el narcotráfico ha marcado la presencia del Estado en ciertos territorios…
No es que el Estado deba quedarse de manos cruzadas frente a las economías ilegales de las drogas. Pero el modelo militarizado de enfrentar ese problema lo que hace es absorber y gastarse todos los recursos, ya sean económicos, políticos o tecnológicos, en la represión; en vez de invertirlo en los problemas de fondo: acceso a recursos naturales, tierra, redistribución de ingresos y ganancias, la educación.
El narcotráfico es una cosa muy instrumental, que es utilizada de manera política para avanzar y mover fichas e intereses al antojo del gobernante de turno, porque la política antinarcóticos es una política estatal. Como está en manos del ejecutivo, del gobernante de turno, termina convertida en un instrumento de luchas políticas.
¿Qué nos ha impedido buscar otros caminos para enfrentar la problemática de drogas?
Por un lado, el desconocimiento sobre la guerra contra las drogas. Pero, por otro, mientras tengamos unas Farc y un ELN todavía activos, todos esos otros problemas de fondo terminan siempre yéndose más al fondo, porque el conflicto termina siendo más urgente y la urgencia es apagar el incendio. Por eso es que el desarme y la desmovilización es tan importante. Nos tenemos que quitar esa distracción, porque termina siendo una excusa para todo. Tanto para los insurgentes, los contra-insurgentes, el Gobierno, los legales, los ilegales, todos.
¿Qué les diría a quienes dicen que las drogas son el centro de nuestra violencia?
Mi punto de vista es que las drogas simplemente son la fiebre, pero no son el problema de fondo.