Me pasé por la Iglesia de la Cienciología, pero no, no me condecoraron.
Vibras de J Balvin sonaba en mis audífonos mientras caminaba hacia el moderno y enorme edificio de Cienciología, en la calle 100 con carrera 19 de Bogotá, inaugurado hace unos tres años. A las 9:20 de la mañana entré en el santuario–templo–oficina de esta, una de las religiones más poderosas, menos conocidas y más polémicas que tiene el mundo en la actualidad.
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El día anterior, en la redacción de ¡Pacifista!, fue tema de conversación la polémica condecoración –entregada el pasado 23 de junio– que el general retirado de la Policía Nacional, Carlos Mena le entregó a David Miscavige, nada menos y nada más que el líder mundial de la Cienciología desde hace más de tres décadas.
Ataviado con el uniforme verde característico de nuestra Policía, Mena le puso en el pecho la medalla de la Transparencia a Miscavige, después de haberle reconocido abiertamente, en la ceremonia, su determinación para “salvar la humanidad de la violencia, el mal, el terrorismo, el narcotráfico y todos los factores negativos que la afectan”. Lo más raro –más allá de que en realidad ‘el mundo’ no esté a salvo de todas esas cosas– fue que el evento de condecoración tuvo lugar en Bridgetowm, Barbados; que Mena aseguró que los policías y militares colombianos se han beneficiado “de la tecnología de L. Ronald Hubbard” –fundador de la religión en los años cincuenta– y que las acciones de la Cienciología han permitido cesar las violaciones de derechos humanos y ayudar a la firma de paz con las Farc. Sí…todo eso dijo el coronel, aunque poca gente en Colombia sospechara de semejantes servicios…
Fue polémico, además, porque medios como CNN y Times han reportado denuncias sobre aparentes agresiones físicas y verbales del líder de la iglesia contra altos miembros de la misma y porque no son pocas las versiones que en países como Estados Unidos acusan a la iglesia de estafa y lavado de cerebro. Quizá el compendio más popular de este tipo de denuncias aparece en el documental Going clear: Scientology and the prision of belief (algo así como Revelando los secretos de la Cienciología: la prisión de la fe) de Alex Gibney. Si no lo han visto, está en Netflix. Les dejamos el trailer por si acaso:
Como dijimos, la premiación, tuvo lugar en Barbados. Sin embargo, parece que la Policía Nacional no tenía idea de que en esa isla alguien estuviera entregando un premio en su nombre. Lo demostró el comunicado que tuvieron que publicar cuando el tema levantó una polvareda. En él, la Policía explicaba que el año pasado el general Mena había postulado para condecoración a varias personas, entre esas Miscavige, pero que durante su servicio a la institución no se confirmó. En el texto, la institución advierte que Mena “no actuó en representación ni a nombre de la Policía Nacional”, ni “utilizó gastos de la institución”. Bueno, contra lo del uniforme no pudieron decir nada más allá de que no debía estar portándolo.
De otra parte, la iglesia a cargo de Miscavige aclaró que la distinción fue aprobada por la Policía antes de que el general saliera de la institución. Sin embargo, en conversación con la W Radio, voceros de la iglesia explicaron que la entrega del premio no se hizo el año pasado porque el condecorado no estaba en Colombia, pero aprovechó que Mena iba a estar en Barbados, para pasar y recibir el premio. Y Miscavige llegó a bordo del Freewinds, el buque emblema de la Cienciología, al que solo tienen acceso los altos mandos para viajar y retirarse espiritualmente.
En el comunicado, firmado por la Iglesia Scientology Bogotá, se lee además que “La prestigiosa medalla se suma a las más de 100 condecoraciones, agradecimientos y reconocimientos recibidos por parte de la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas, alcaldías, colegios, entidades religiosas, y fundaciones en reconocimiento de la labor humanitaria que se viene realizando en Colombia en la última década. Estos programas consisten en El Camino a la Felicidad, La Verdad Sobre Las Drogas y Unidos por los Derechos Humanos, programas humanitarios que han tocado las vidas de millones de colombianas y colombianos”.
Con todo este novelón, me dieron ganas de saber más de la Cienciología, de esa religión que basada la figura de Hubbard se plantea la meta de conseguir una civilización sin criminalidad, guerra ni demencia.
Por eso llegué a hacer el curso express y gratuito que se ofrece en su gran sede de Bogotá. Quería para entender qué es toda esta vaina, saber si era posible encontrar la paz que promete la iglesia y preguntar si podía unirme a ella siendo civil, pues ya estaba claro si fuera policía no tendría problema.
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Entré al edificio. Dos mujeres uniformadas de traje negro de sastre –chaleco incluído– y un poco maquilladas, me recibieron en la recepción. Luego de pedir la guía express, las scientologist, como se hacen llamar, me pidieron que llenara un formulario sencillo. Pidieron mis datos y las razones por las que había decidido ir a conocer, quise mostrarme parca en mis respuestas.
El lobby del edificio está decorado con muebles de madera que funcionan para sostener las múltiples publicaciones que están en venta, que van desde los derechos humanos, la relación con el otro, hasta algo llamado ‘Dianética’. Es precisamente en la dinética que empieza la introducción al mundo de la Cienciología. Los dos términos fueron creados por Ronald Hubbard y sus seguidores dicen que son disciplinas complementarias. Una (la Cienciología) se enfoca en el cultivo del espíritu y la otra (La Dianética) se centra en el cultivo de la mente.
En el mismo piso, una serie de televisores LED se enmarcan en los muebles de madera, frente a ellos, sofás cómodos y limpios, de colores beiges y cafés. Cada televisor forma una especie de isla que envuelve al observador. Laura es el nombre de la mujer que me acompañó en mi recorrido introductorio.
– ¿De dónde eres Laura? Tu acento no es de acá, le pregunté.
– Ah sí, soy de Boyacá.
Laura parecía más un robot que una persona. Era como si tuviera un discurso puesto en la cabeza y lo exteriorizara conmigo. A partir de la pequeña encuesta que llené al principio, usaban la información para llevarme a través de las islas de televisores. Por ejemplo, marqué una ‘x’ en mi interés por los derechos humanos, entonces me llevaron a la isla que habla de la fundación que tienen para ayudar a personas cuyos derechos están siendo violados.
Todos los vídeos parecían comerciales de publicidad, eran seis minutos eternos donde, a través de imágenes muy obvias, te explicaban que la vida estaba llena de tragedia, de momentos difíciles que son insuperables –incluso momentos experimentados de cuando estabas en la barriga de tu mamá. El mensaje es básicamente que la vida es una mierda, está llena de traumas y necesitas liberación. Entonces necesitas llegar al estado ‘clear’, como lo llaman ellos, y para ello es necesaria la Dianética.
Debo reconocer que es la religión más multicultural –o incluyente– que he visto. Los vídeos mostraban blancos, negros, indios, latinos, asiáticos, rastafaris…
Pero volvamos al recorrido. A medida que avanzábamos, me sentí completamente observada en cada momento. Laura estaba siempre pendiente de mi, viendo mis reacciones, esperando para llevarme a la siguiente isla preguntando insistentemente:
– ¿Qué tal te pareció? ¿Entendiste todo? Para entender mejor el tema te recomiendo el libro xxxxx, un título que cambiaba según el tema que estuviéramos viendo.
Luego me sentaron en el sofá más cómodo, porque claro, era el vídeo más largo. Era la reconstrucción de la vida de L. Ronald Hubbard, el hombre que no es solo Ron, sino es una leyenda para los scientologist. Desde que nació hizo cosas increíbles, como por ejemplo: nacer (no es un chiste). En su niñez, estuvo en los scouts en Estados Unidos, recorrió el país y sus montañas y ganó premios. Combatió en la Segunda Guerra Mundial, al igual que un montón de gringos, y luego murió, no sin antes dejar escritas varias ‘biblias’ que hoy rigen a esta religión.
Luego de esta aproximación, me regalaron un test de personalidad, que es, probablemente, lo único que regalaran dentro de la organización. Me llevaron a una mesa separada por maderas como para no copiarse del vecino y me entregaron un libreto de preguntas y una hoja de respuestas. Era la única persona respondiendo las 200 preguntas que necesita la Cienciología para saber quién eres y qué te hace falta en la vida. Las instrucciones decían algo como: “lee cada pregunta a conciencia hasta que la entiendas”. El siguiente punto decía “no te quedes demasiado en una pregunta”. El test de análisis de capacidad de Oxford le llaman, creado por Hubbard, su figura de profeta.
Sebastián, la persona que me leyó los resultados de mi examen, era flaco, blanco, uniformado también de traje negro y con un pequeño pin dorado con el símbolo de la cienciología en la solapa del cuello de su camisa. Un detalle coqueto. En otro cubículo con sillas cómodas, un espacio que denotaba tranquilidad, Sebastián me sentó y me explicó las conclusiones que lanzó lanzó la prueba. Fueron fatídicos.
Resulta que a los ojos de la Cienciología soy una persona depresiva, nerviosa, irresponsable, criticadora y retraída. Además, en ninguno de los puntos estudiados tengo un “estado conveniente”, en pocas palabras, estoy jodida y necesito cursos para mejorar. Así pues, Sebastián me recomendó dos cursos, uno con valor de 95.000 y otro de 195.000, que duran de una a dos semanas.
Aproveché la oportunidad para preguntarle a Laura y Sebastián porque la Iglesia era tan hermética con su información, a diferencia de otras religiones. La mujer me explicó en su tono robótico que “la gente no se da la oportunidad de venir, además hay mucha propaganda negra”. Sebastián evadió la pregunta e insistió con que seguro yo tenía eventos traumáticos, algunos de ellos, quizá derivados de un día en que mi mamá se acostó boca abajo mientras yo aún estaba en su barriga.
A las 11 de la mañana terminé mi visita. Siete personas estaban haciendo el test, creo que fue una buena mañana para los reclutadores scientologist. Sali del edificio sin ningún tipo de vibración espiritual ni racional. Me fui pensando, eso sí, sobre las las enormes maneras que se han inventado las personas para llenar los enormes vacíos personales que tiene la gente.
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De vuelta a la redacción y triste por los resultados que el test arrojó, me enteré de que este tipo de ceremonias casi escondidas, como la del general Mena y Miscavige, al parecer son una constante en la institución. Según el periodista estadounidense Tony Ortega –que ha investigado la detrás de la Cienciología desde 1995–, este tipo de ceremonias sirven para “hacer creer a la gente que la Cienciología está haciendo grandes cosas”. De acuerdo con él, los líderes scientologist cuentan con condecoraciones de la Policía de California, por ejemplo. Para Ortega “no es algo nuevo” lo que ocurrió en Barbados.
Cuando intentamos contactar a Paola González, presidenta de la Asociación Scientology Colombia, para preguntarle sobre las acciones concretas de la Iglesia para contribuir a la paz del país, su respuesta nunca llegó y argumentó que no podía hablarnos, pues estaba ocupada atendiendo las solicitudes de varias entrevistas de radio. Nos remitió al comunicado citado más arriba.
Me dediqué entonces a cazarla en los programas radiales de la mañana, pero no pude cogerla al aire y tampoco la pude ver o leer en ningún otro medio.
Tal vez pronto tenga que buscarla de nuevo.