OPINIÓN | Lo que Claudia Palacios propone en su columna, lejos de ser una intervención de carácter preventivo, es más bien una política coercitiva en donde el Estado invade y violenta nuestra autonomía.
Por: El vago de los hilos
Claudia Palacios, bella ella, salió la semana pasada con una columna que sorprendió a todos (en realidad a nadie), ofendió a muchos (más bien a pocos) y la volvió tendencia en redes y medios de comunicación durante media semana (todo un infierno). Pero, pero, pero: no es la primera vez que Claudia sale con vainas así y por eso me decidí a desentrañar ese profundo inconsciente facho, oculto tras una cara bonita y privilegiada, para hacerle un estudio a sus ideas sobre control de natalidad basado en derechos sexuales y reproductivos.
Voy a hacer un paréntesis antes, porque no se me antoja irme por las ramas y porque tampoco se me antoja que me malinterpreten. Aquí no van a encontrar: a) menciones y análisis sobre la EVIDENTE APORAFOBIA de Doña Claudia, y b) reconocimientos a sus “buenas intenciones” subyacentes y malinterpretadas por el populacho ignorante y pasional. No, no.
Entonces, aquí vamos:
La primera mención directa (y única, el resto es pura justificación) que hace sobre su propuesta es cuando dice: “Por otro lado, el Gobierno debe hacer del control de la natalidad en venezolanos una prioridad de su estrategia migratoria, aunque los recursos sean escasos”. ¿Whaaaaaaat? Esta frase es aparentemente inofensiva, pero se vuelve un patrón ideológico cuando le sumamos otra perlita de otra columna que escribió hace dos años: Vasectomía para machitos.
En esta otra columna, Claudia abordó el tema de la vasectomía (para que vea el populacho iletrado que esa mujer de bien es punta de lanza en causas feministas), basándose únicamente en la historia de un desmovilizado de las Farc con 16 hijos a cuestas y que le dijo que no pensaba hacerse esa vuelta y que si pudiera tendría mucha prole más. Pues Claudia, mujer proba, solo pudo concluir que: “Decido por eso que prefiero que mis impuestos sean usados en vasectomizar a esos machitos, igual que se esteriliza a los PERROS CALLEJEROS –a fin de cuentas, son un problema de salud pública-.”
Así es parceritos, después de hacer un ejercicio aritmético simple concluí que lo que Claudia propone, lejos de ser una intervención de carácter preventivo, es más bien una política coercitiva en donde el Estado invade y violenta nuestra autonomía. ¿Para qué educación sexual integral, ah? ¿Para qué métodos de planificación y aborto seguro, ah? ¿Para qué tumbar imaginarios sociales machistas que impiden a las mujeres actuar con verdadera autonomía? Neh, la solución evidentemente es que a unos nos hagan vasectomías a lo perro callejero, y que a las otras les prohíban tener más hijos, idea peligrosísima, pero que ya se ha visto.
Alemania por ejemplo, en tiempos de los nazis, implementó la esterilización en “retrasados mentales”, esquizofrénicos, epilépticos, ciegos y sordos y otra mano de gente que ellos consideraban “indeseables”. En Estados Unidos, a principios del Siglo XX, esterilizaron a muchos nativos americanos y, como no, a mujeres afroamericanas en contra de su voluntad. Yugoslavia, finalizando el siglo pasado, la implementó en las mujeres Bosnias con el propósito de eliminar a esta población del mapa. Y para qué mirar tan allá, si aquí no más, en Perú, Fujimori puso en marcha un “programa de control de natalidad”, dirigido a mujeres pobres, indígenas, campesinas y con muchos hijos que, obviamente, terminaron llevándose a cabo en contra de su consentimiento.
Tan peligrosa ha sido esta práctica, que en el Estatuto de Roma se prohibió y se catalogó como Delito de Lesa Humanidad, a la altura de bobaditas como la tortura, la esclavitud y la violación. Casi nada.
Pero volvamos con Doña Claudia. Acepto que sus ideas tienen mucho, pero mucho maquillaje. Tanto, que cuando denunciamos el verdadero mensaje de sus palabras basta con que ella diga que no es cierto para hacernos sentir sobreactuados, pero no parceritos. El hecho de que ella en algún momento nos recomiende apoyar una iniciativa de ACNUR o de que resalte la mano que les ha tendido Colombia con este viacrucis, no quita que les eche en cara a los venezolanos que son un problema y les diga que si se siguen “reproduciendo como lo están haciendo, sería aún más difícil verlos como oportunidad para el desarrollo”.
Entonces, vamos a darle una ayudita a esa señora de bien. Le cuento así, Claudia, por encimita que los Derechos Humanos (humanos, no colombianos) incluyen el de vivir una vida libre de violencias (como las de su columna), el de decidir ser, o no, padres o madres y el de escoger libre y responsablemente el número de hijos. Estas bobaditas, son imperativos que evitan que el fascista de turno empiece a usar nuestros impuestos para esterilizarnos como perros callejeros.
Con esto en mente, querida, si hay la suficiente voluntad política se puede diseñar una verdadera política pública de salud sexual y reproductiva integral, no solo para mujeres venezolanas, sino para hombres y mujeres que habiten Colombia (que bastante falta sí nos hace a los colombianos). Una política que no contemple, ni por encima, ni de chiste, el uso de métodos que encajen con descripciones de Delitos de Lesa Humanidad y que, por supuesto, no se dirijan solo a la población con menos riquezas materiales, porque cualquiera es mal padre o madre si tiene que rebuscarse la vida, en vez de tener un Estado capaz de otorgar lo mínimo en dignidad humana.