Once preguntas para entender la fuerza de los chalecos amarillos desde Colombia | ¡PACIFISTA!
Once preguntas para entender la fuerza de los chalecos amarillos desde Colombia Fotomontaje: Jorge Aroca - ¡PACIFISTA!
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Once preguntas para entender la fuerza de los chalecos amarillos desde Colombia

Colaborador ¡Pacifista! - diciembre 14, 2018

¿Quiénes son, para dónde van y qué paralelos pueden establecerse con las protestas en Colombia?

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Por: Ricardo Abdahllah

París

El 5 de diciembre a las 2:17 p.m., un cortejo de unos 100 estudiantes del campus Tolbiac de La Sorbona pasó al lado de la Biblioteca Nacional de Francia y antes girar rumbo al Hospital de la Salpetrière se detuvo frente a un edificio en construcción.

“Obreros, estudiantes. Contra el mismo Macron, el mismo combate!” gritó a través de su megáfono la joven que encabezaba el desfile.

Llevaba un chaleco amarillo. Los obreros, que aplaudían en muestra de simpatía, llevaban también los suyos.

La escena no tenía nada que ver con las reivindicaciones iniciales del movimiento que desde mediados de noviembre ha revivido la imagen de una Francia, según el gusto, militante o revoltosa, pero mostraba en lo que los “chalecos amarillos” se estaban convirtiendo. Lo que había empezado con una reivindicación concreta: la supresión al aumento a los impuestos sobre los combustibles, era ya una marea contra –como suele escucharse en las marchas diarias de estudiantes, trabajadores y simples ciudadanos– “Macron y su mundo”, léase el ultraliberalismo que el joven presidente y exbanquero ha llevado mucho más lejos que sus predecesores de los partidos tradicionales.

El sábado siguiente, 8 de diciembre, en la Avenida de los Campos Elíseos –que para una parte de los “chalecos” representa los viejos tiempos de la Francia fuerte de De Gaulle y para otra parte la meca del capitalismo mundializado– las autoridades desplegaban 8.000 hombres y mujeres para evitar las escenas de guerra de la semana anterior, cuando los barrios más lujosos de la capital francesa, esos donde las manifestaciones no pasan nunca, vieron almacenes saqueados, autos en llamas y al menos una mansión incendiada.

El cambio de estrategia policial, abrir la avenida en lugar de bloquearla, proceder a arrestos preventivos y dispersar barricadas con vehículos blindados funcionó a medias. La violencia fue menos espectacular pero los daños materiales fueron aún mayores y además de París hubo revueltas en Burdeos, Marsella y Brest.

Esa misma noche, en las redes sociales que es donde se organiza un movimiento que pasa por encima de los tradicionalmente fuertes sindicatos, surgían los llamados para un “Acto V” (en referencia a los cuatro sábados anteriores).

“En las tragedias de Shakespeare, en el Acto V muere el rey” decía un manifestante cerca del Arco del Triunfo mientras miraba su teléfono.

El presidente Macron habló en la televisión al día siguiente. Prometió un aumento de 100 euros al salario mínimo y la supresión de los impuestos sobre las horas extras. Además pidió a los empresarios tener un gesto de buena voluntad y dar a sus empleados una prima de fin de año.

Venticuatro horas después, un hombre que luego sería identificado como Cherif Chekkat abrió fuego en el Mercado de Navidad de Estrasburgo dejando tres víctimas mortales.

Considerando los dos eventos, el gobierno, el partido Los Republicanos y algunos de los “líderes” del movimiento llamaron a suspender el “Acto V” del sábado 15.

En las redes sociales, entre teorías de conspiración que ven en el atentado de Estrasburgo un “timing” demasiado perfecto para ser casual y explicaciones de por qué si el movimiento pierde su momentum ahora jamás lo recuperará, el sentimiento ha sido otro: cerca de doce marchas y plantones están previstos este sábado 15 de diciembre en París, sin contar, sin que haya manera de contar, las manifestaciones y bloqueos “silvestres” en la capital y el resto de Francia que terminan siendo la pesadilla de la policía.

Este fin de semana el gobierno de Macron y el “Movimiento de los bajos ingresos” como también ha sido llamado, se medirán en un pulso definitivo. Macron sabe que si la movilización es menor, la dispersión antes de las fiestas de fin de año es un hecho.

Los “chalecos” saben que si la movilización crece, el presidente –cuya popularidad es la más baja de cualquier mandatario en los últimos cincuenta años– tendrá que dejar las concesiones puntuales y pensar en una nueva línea para llegar al final de su gobierno.

A la espera de lo que suceda al sábado, ¡Pacifista! formula 11 preguntas para entender el fenómeno de los “Chalecos Amarillos” desde de Colombia.

1. ¿Cómo empezó el movimiento?

El pasado mes de mayo, Priscilla Ludosky, una vendedora de cosméticos a domicilio, lanzó una petición en línea contra el alza de los impuestos al combustible. Poco exitosa en los primeros meses, la petición se volvió viral a finales de octubre. Fue a partir de ese punto que comenzaron las manifestaciones.

2. ¿Y los chalecos?

La ley francesa obliga a que cada conductor lleve en su vehículo un chaleco reflectivo para utilizarlo en caso de falla mecánica en la vía. Nada obliga a que ese chaleco sea amarillo, pero el amarillo (a mí me parece verde fosforescente) es el color más popular. En camino hacia una de las manifestaciones el chofer de camión Eric Drouet se grabó invitando a los asistentes a ponerse el chaleco que todos tenían a la mano.

3. ¿Manifestarse por el precio de la gasolina tiene sentido en un contexto donde la lucha del cambio climático debería ser la prioridad?

El presidente Emmanuel Macron ha recurrido muchas veces a la fórmula “Hay que pensar en el fin del mundo tanto como en el fin de mes” pero para quienes están protestando, lo segundo es concreto y lo primero abstracto. El movimiento de los chalecos amarillos no es ecologista, pero también critica que todo el esfuerzo necesario para disminuir el calentamiento global está cayendo sobre los trabajadores pobres mientras las grandes compañías, incluyendo petroleras y nucleares, han ganado cada vez más privilegios fiscales.

4. El chaleco amarillo es en sí un símbolo de automovilista. ¿Es posible seguir defendiendo el uso del auto particular?

Antes de que empezara el movimiento, hubo protestas contra las limitaciones de velocidad y entre las personas que viven en sectores rurales se ha ido instalando la idea de que “los capitalinos que andan en bicicleta” están contra ellos. Los primeros chalecos amarillos vinieron de ese medio, pero conforme el movimiento fue ganando terreno en las ciudades, se han ido sumando reivindicaciones por el desarrollo del transporte público en zonas aisladas, del que Macron ha sido enemigo. La gente tiene que minimizar el uso del auto particular, pero hay que darle alternativas de desplazamiento.

5. El exdirector de la Universidad Nacional de Colombia Moises Wasserman declaró en Twitter que le sorprendía ver a la gente de izquierda colombiana apoyando una manifestación de extrema derecha que favorecía a Marine Le Pen ¿Es esto cierto?

Es bastante inexacto. A pesar de algunos incidentes en los que manifestantes aislados han gritado consignas xenofóbicas, el movimiento, que pudo verse como de derecha en sus inicios, ha ido abarcando todas las corrientes ideológicas y los líderes de izquierda (Francia Insumisa, los comunistas, el Nuevo Partido Anticpaitalista) han expresado sus simpatías con un movimiento que al fin de cuentas reúne a las clases populares contra el establecimiento.

6. ¿Los franceses, a diferencia de los colombianos, “no se dejan”?

Se dejan y mucho. Durante sus 18 meses de gobierno, Macron ha logrado pasar leyes que han abierto el camino a la privatización de los transportes, el alza en la educación y la salud y la destrucción de un muy buen sistema de protección laboral a cambio de la proliferación de los contratos de prestación de servicios. A pesar de movilizaciones importantes en cada uno de esos casos, las reformas han pasado.

7. ¿Entonces el problema es que las marchas pacíficas no sirven?

En Francia, la última manifestación pacífica que logró cambiar una ley fue la movilización contra los contratos de trabajadores jóvenes en el 2005. Desde entonces, los diferentes gobiernos franceses sólo han anulado leyes en una ocasión: cuando los “gorros rojos” empezaron a quemar peajes en Bretaña, en el 2015.

8. ¿En las marchas francesas se habla también de ‘infiltrados’, como en Colombia?

Sí, de dos tipos. Por un lado, los “vándalos” que aprovechan para saquear, y los posibles terroristas que podrían aprovechar las manifestaciones para un atentado. Los dos tipos de personaje aparecen en los discursos oficiales para descalificar el movimiento o disuadir a la gente de participar en las manifestaciones.

9. ¿La policía francesa respeta las manifestaciones?

Existen dos fuerzas de antimotines en Francia, los gendarmes y las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS). Si bien cinco de los seis muertos que ha dejado el movimiento se debieron a accidentes de transito durante bloqueos, una mujer perdió la vida por una granada lacrimógena en Marsella y al menos doce personas han sido mutiladas (ojos o manos) por las armas de la policía. Durante el “Acto IV” del sábado pasado, los antimotines golpearon civiles y periodistas e hicieron uso intensivo de balas de goma.

10. ¿El discurso televisado de Macron el pasado lunes puede ser visto como una victoria del movimiento?

Difícilmente. El principal anuncio de Macron fue un aumento de 100 euros en el salario mínimo mensual, pero no hubo ningún comentario sobre los salarios para quiénes ganan un poco más. Además, como lo reveló la periodista Catherine Gasté, esa suma incluye el aumento mínimo legal y una “prima de actividad” de 60 euros que ya estaba aprobada para aplicarse progresivamente. El verdadero aumento sería de unos veinte euros. “Ya no queremos migajas, queremos el poder” comentaba el militante Taha Bouhafs al escuchar el anuncio.

11. ¿Qué tan lejos puede llegar el movimiento?

Macron ha colocado a su Primer Ministro Edouard Philippe en primera línea y si la situación se agrava, Philippe sería el fusible que renunciaría para protegerlo. Macron podría también disolver la Asamblea Nacional y llamar a nuevas elecciones legislativas como lo hizo Charles de Gaulle en Mayo del 68. Si una renuncia de Macron parece improbable, su manejo de la situación le ha hecho un enorme daño a su imagen, y es poco posible su reelección en el 2022.