Esto fue lo que nos encontramos en el segundo día por los caminos del Norte del Cauca.
- Fotos: Iván Valencia y Gabriel Herrera.
“Primero se pide permiso y luego se hacen las cosas. No al revés”, dijo. Nos miró a los ojos, vestido con una ruana blanca y unos pantalones de jean. Maniobraba, mientras tanto, una botella de plástico con medio litro de Yu’beka –un destilado de caña que se usa para ritos ancestrales Nasa y, también, para emborracharse–. Es Elicerio Vitonás, médico tradicional de la comunidad, conocido como Teguala, y esa fue su manera de darnos la bienvenida al cabildo indígena de Toribío, en el Norte del Cauca.
Estábamos ante un rito de armonización. Creo que era la primera vez de todos, porque nos mirábamos torpes cada vez que teníamos que impregnar la Tulpa –tres piedras sagradas que simbolizan la mujer, el hombre y la familia– con Yu´beka o Chicha, o debíamos ofrecer las bebidas a los espíritus mayores, a los dioses y a la madre tierra. No comprendíamos del todo la simbología del evento.
- Todo listo para el rito de limpieza.
Caminamos alrededor de la Tulpa, siempre por el lado derecho, mientras seguíamos las instrucciones del Teguala. Nos dejamos empapar la cabeza por un líquido compuesto por agua de fresco y musgo de páramo, le pedimos permiso al cosmos para estar allí y, de nuevo, escuchamos las explicaciones de Elicerio.
Era un rito necesario, casi obligado. Una manera, la única, de sintonizar nuestra energía occidental con su visión del universo. Un permiso, además, para poder iniciar un trabajo que seguramente nos traerá de nuevo a Toribío y los resguardos que rodean este pueblo.
Es día de mercado y la plaza está abarrotada, la gente se mueve entre patas de vaca, cientos de prensas colgadas en carpas y plantas medicinales. Además, esperan la celebración del Encuentro Sociocultural Álvaro Ulcue Chocué, una actividad que se realiza cada año y que en esta ocasión conmemora la muerte de dos guardias indígenas.
- Día de mercado en Toribío.
Precisamente ellos están arriba, en la vereda El Sesteadero, a 20 minutos en moto del pueblo. Son más de 500 ancianos, jóvenes, niñas y niños armados de bastones y con una pañoleta verde y roja colgada en el cuello. El camino del centro urbano hasta la reunión está lleno de casas con grafitis del ELN, “están agazapados esperando a que las Farc se vayan del territorio para tomárselo”, dicen algunos habitantes.
Por eso los líderes de la Guardia Indígena, probablemente el movimiento de resistencia civil más organizado del país, saben que tiene que hablarle a su base. Son momentos difíciles y la organización debe estar preparada, al menos eso dijo el histórico líder Feliciano Valencia cuando tomó la palabra para hablar de Memoria, resistencia y paz.
- Feliciano Valencia habla con la comunidad.
Valencia, quien se encuentra cumpliendo una condena de 16 años en su resguardo por secuestro simple (fue hallado responsable por la justicia de la retención y los 20 latigazos que recibió el cabo tercero del Ejército Jairo Danilo Chaparral Santiago, en el 2008, en medio de una protesta indígena), le habló durante 40 minutos a sus compañeros sobre los retos del futuro. Él sabe que la guerra entre las Farc y el Estado tienen los días contados y por eso advierte los escenarios que están por venir. “La verdad puede ser más dolorosa que la propia guerra”, sentenció.
Insistió en defender la causa indígena con la propia vida, dijo que es necesario gestionar esa verdad –producto de la desmovilización de la guerrilla y del sistema de justicia que acuerden en La Habana– para “tranquilizar el pensamiento” y no traducirla en “odios ni resentimientos”.
Mencionó las mismas dudas que nos trajeron hasta aquí. ¿Por qué están matando a los líderes sociales? ¿Qué va a pasar con los cultivos de uso ilícito en la región cuando las Farc dejen de ser una fuerza armada? ¿Cómo puede ser la articulación con los campesinos, una comunidad con la que han rivalizado históricamente?
- Nuestro equipo periodístico rumbo a Corinto.
Su discurso fue certero, y le sacó aplausos a más de un asistente. Tras el almuerzo bajamos a Corinto, en bus y camión, para encontrarnos con el gobernador suplente del Cabildo: Jorge Dicué. Nos recibió con Yu´beka y tinto, en un parqueadero frente a la oficina de la Guardia Indígena en el pueblo. Las paredes de Corinto muestran que el sexto frente de las Farc, sigue presente.
Estaba preocupado, pues siente que al menos diez factores de violencia tienen en riesgo a su comunidad. Desde los industriales, dueños de territorio que –según él– les pertenece, pasando por los narcos, paras, el Estado, el ELN y hasta las iglesias cristianas, tienen en vilo la legitimidad y la vida de un pueblo que, en este lugar, no es mayoría. Solo el 40 por ciento de la población de Corinto es indígena.
- Los rastros del conflicto son evidentes en Corinto.
Se hace de noche y ya no podemos volver a nuestra base. Seguimos hablando con el Gobernador, planteando temas, resolviendo dudas, buscando enfoques, persiguiendo respuestas. Es tan solo el primer día de trabajo, sabemos, y ya podemos sentir que cualquier cantidad de tiempo que pasemos en este territorio será corta para abarcar toda la complejidad que envuelve al Norte del Cauca.
La caravana continúa, llenándose de dudas y experiencias. Sigan acompañándonos.
- La Caravana Pacifista sigue su rumbo.