"¿Sabe a hierro la tierra después de la lluvia ? ¿Te acompañó la luna? ¿Ya se ponía el sol cuándo te mataron?"
- Fotos: César Augusto Muñoz
Por César Augusto Muñoz M*
Para reconstruir historias alrededor de la desaparición forzada es necesario hurgar en medio de fragmentos de recuerdos, hechos, documentos, imágenes y huesos, teniendo presente que siempre hay un nuevo inicio, otras angustias. Más ausencias.
Este artículo reconstruye ocho años de largas conversaciones en torno a una persona desaparecida y los distintos momentos de la desaparición, desde el instante mismo de la detención, pasando por el levantamiento, la búsqueda, la entrega 12 años después y las preguntas que quedan sin resolver cuando parece que todo ha terminado.
El levantamiento
En el municipio de Bello, departamento de Antioquia, el martes 11 de marzo de 2003 sobre las 9:10 p.m., funcionarios de la inspección de Policía de este lugar realizaron el levantamiento del cuerpo que ha sido dejado en la calle 43 con carrera 78ª, “detrás de la urbanización Villa Norte” (en adelante todas las frases entre comillas son tomadas literalmente del acta de levantamiento).
El cadáver se encontró sobre la acera de la vía, boca abajo, con las manos “atadas atrás al parecer con el cordón de las botas” y la cabeza cubierta con una “bolsa plástica negra”. Esta persona estaba vestida con un pantalón tipo jean de marca “Giorgio Capriani”, interiores beige con estampado y botas de seguridad cubiertas de platina de metal.
En la revisión del cuerpo que hicieron las personas encargadas del levantamiento, en el lugar donde fue encontrada la persona, se describieron las siguientes heridas: “talladura al cuello, al parecer la caja torácica fracturada, presenta como huella de llanta; al parecer fractura de fémur derecho e izquierdo, hematoma ojo izquierdo; lesión cráneo con desplazamiento de masa, laceraciones en los hombros”. Otros datos presentes en el acta son: nombres: NN, apellidos: NN, sexo: Masculino, edad: aproximadamente 37 años.
La búsqueda
Verónica Marín y su compañero Antonio José Carvajal fueron militantes del Partido Comunista y miembros de la Unión Patriótica en el municipio de Apartadó. Él lideraba la junta de acción comunal del barrio Diana Cardona, hasta que fue amenazado; ella tuvo que vivir el asesinato de sus dos hijos. Por estos hechos salieron de la región de Urabá, llegando como desplazados a Medellín. Después de un largo peregrinar por diferentes barrios de la capital antioqueña, el 11 de marzo de 2003 unos hombres armados entraron a la casa donde estaba viviendo la pareja, amordazaron a Antonio y se lo llevaron.
En ese momento, Verónica le contó a un grupo de militares que se encontraban en la zona lo ocurrido con su compañero. Todos se negaron a buscarlo. Unos días después se dirigió a la sede de La Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos –ASFADDES– en Medellín. En ese momento inició el proceso de búsqueda y denuncia.
Por razones de seguridad, salió de Medellín de nuevo en condición de desplazada, esta vez hacia Bogotá. Con el acompañamiento de esta organización se ubicó en la ciudad. Un trabajo básico, nueva familia y la búsqueda constante de Antonio, son las tres cosas principales que, ahora, rodean su vida.
Para ese momento Antonio, ya habitaba formalmente el universo de desaparecidos colombianos. Eso quiere decir que su fotografía de medio cuerpo en blanco y negro ocupa un lugar en las reconocidas galerías de la memoria de las organizaciones de víctimas.
Su historia y la de su familia se convirtió en un testimonio relatado por una comunidad compleja de dolor, conformada por otros familiares de personas desaparecidas. Por otra parte, para las instituciones del Estado, Antonio se ha convertido en un número de caso ingresado al Registro Nacional de Desaparecidos, una base de datos creada por parte de las autoridades para poder buscar a estas personas.
A través de este registro, entre el año 2011 y 2012 se logró establecer que Antonio fue enterrado como NN en el cementerio de San Andrés, del municipio de Bello, Antioquia.
Dos hechos fundamentales habían sido descubiertos: Primero, él estaba muerto y ubicado en algún lugar de este cementerio. Segundo, Antonio es un muerto desaparecido entre otros muertos.
Para encontrar a Antonio se realizaron dos exhumaciones en diferentes bóvedas del cementerio.
Para resolver este asunto, fue necesario que la Fiscalía ordenara revisar actas de levantamiento, informes de necropsia y cuadernos de registro de la época, para lograr que coincidieran tres registros diferentes sobre una misma persona. Para encontrar a Antonio se realizaron dos exhumaciones en diferentes bóvedas del cementerio.
En la primera jornada acompañé este proceso, escribí la siguiente nota:
“El 12 de octubre de 2012 se realiza la jornada de exhumación a una bóveda colectiva donde se tienen indicios que está el cuerpo óseo de Antonio. Para sorpresa de todos, la bóveda contiene 17 cuerpos. Después de más de seis horas de procedimiento, son examinados todos los cuerpos. Al finalizar la tarde el resultado es completamente negativo. Antonio, a pesar de su condición de muerto, sigue desaparecido”.
Como este son muchos los casos de personas desaparecidas que se encuentran en los cementerios municipales o clandestinos. Por esta razón, y como parte del reconocimiento de las exigencias históricas de las organizaciones de víctimas, el Instituto de Medicina Legal desde principios del año 2015 dispuso el “plan cementerio”, un mecanismo técnico para intervenir estos lugares e identificar a las personas que se allí se encuentran.
En este tema, los últimos avances tienen que ver con la publicación del acuerdo entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc sobre la búsqueda, localización, identificación y entrega digna de las personas desaparecidas en el marco del conflicto armado.
Volviendo al caso de Antonio, finalmente en el mes de septiembre de 2014, luego de 11 años y seis meses, fue identificado y entregado el cuerpo a Verónica en Bogotá. Ella con su nueva familia, sus compañeras de ASFADDES, los miembros del Partido Comunista y la UP, recibieron el cuerpo de Antonio en el Centro de Memoria Paz y Reconciliación para finalmente inhumarlo en el Cementerio Central.
Antonio ya no es una cifra más en el universo de desaparecidos, su tumba no está remarcada con la sigla NN.
La entrega
La odontóloga forense a cargo de la explicación técnica inició preguntándoles a Verónica y a la familia de Antonio “¿ustedes quieren conocer todo este proceso, este paso a paso de cómo se identificó a Antonio? “¿Ustedes quieren ver el cadáver?”
Al unísono se escucharon las respuestas afirmativas.
Después de la formalidad y la aceptación voluntaria de la familia de hacer parte del procedimiento, la científica empezó el relato destacando los momentos claves de la identificación. Contó que este procedimiento es importante entenderlo en dos tiempos: “En el 2003 cuando se hace el levantamiento con el cuerpo fresco y en el 2012 cuando está en huesitos”.
El relato de esta funcionaria opera como hilo conductor de una historia fragmentada. Utiliza datos físicos del cuerpo tomando elementos de los diferentes momentos, se aproxima a la edad, a la altura, habla con certeza de las características particulares del cuerpo que llegó en el 2003, afirma que esta persona era de “piel trigueña cejas cafés, cabello corto, liso, castaño oscuro…No tenía tatuajes, ni cicatrices. Con uñas muy bien cuidadas”.
Para hacer coincidir el momento de la necropsia con el cuerpo en estado de osamenta, la odontóloga utilizó el recurso del paso del tiempo en las prendas de vestir. De esta forma explicó que al momento de la exhumación se encontraron “fibras de un pantalón jean y la marquilla Giorgio Capriani”. La marquilla funciona como certeza para los familiares. Toda la explicación finalizó en el procedimiento de identificación a través de las muestras de ADN como forma de ratificar científicamente y de manera fehaciente todo el discurso anterior.
La explicación es la sucesión de vacíos y silencios establecidos desde el momento de la primera necropsia. Nada nuevo dice la científica acerca de las lesiones establecidas por el médico forense al momento del levantamiento. No hay ninguna mención a la bolsa con la que fue encontrada Antonio, a pesar del significado que tiene este elemento con los procedimientos de tortura.
Las pruebas de ADN realizadas en el laboratorio son el vínculo de ese cuerpo con el mundo exterior, con su familia directa, con una historia inconclusa. Toda esa información es procesada y aprehendida por una persona que tiene como tarea principal hacer conexiones entre fragmentos, hasta que la historia sea coherente.
Ahora me doy cuenta de que lo encontraron a las 8:00 p.m. de ese mismo día. Entonces ahora, después de 11 años, me aparece Antonio. ¿Cómo es eso? Eso me pone mal
El monólogo de la explicación técnica terminó con la siguiente pregunta dirigida a Verónica “¿Existe alguna duda frente a la explicación?”. El uso de la palabra le corresponde a la familia. Un pequeño silencio, mientras Verónica toma fuerza para complementar la historia:
“Esto ocurrió por la negligencia de las Fuerzas Armadas. A él se lo llevaron a las 12 del día. Ahí mismo cogí el teléfono y llamé, expliqué que se lo habían llevado dos tipos armados…La noticia en ese momento fue que no lo habían encontrado. Ahora me doy cuenta de que lo encontraron a las 8:00 p.m. de ese mismo día. Entonces ahora, después de 11 años, me aparece Antonio. ¿Cómo es eso? Eso me pone mal”.
Al terminar el testimonio, la científica tuvo claro que la ciencia y el dolor son dos registros totalmente distintos. La funcionaria recurrió a la figura de Dios como mecanismo de defensa, cerrando esta parte del procedimiento con la siguiente afirmación: “hoy gracias a Dios tenemos un cuerpo para entregar. Yo sé que es un poquito doloroso, pero usted tiene la fortuna que no tienen muchos otros familiares que no los han encontrado”.
El pequeño cofre que tiene en su interior el cuerpo óseo de Antonio fue ingresado al salón y ubicado en la mesa de centro, entre la tarjeta con la imagen del rostro y el retablo en blanco y negro. La familia intentó percibir la imagen del desaparecido en los fragmentos de huesos y prendas. Por eso el toque con las manos fue lento, como si tocar también fuera una forma de recordar.
La ceremonia
En la mitad del salón se hizo una especie de círculo de la vida, con algunos objetos que caracterizaron la existencia de Antonio. Durante aproximadamente una hora, el sacerdote dirigió algunas reflexiones en torno a la vida, la ausencia y la injusticia, permitiendo que los familiares, amigos y compañeros pudieran participar del acto a través de pequeños discursos que destacaban diferentes momentos de la historia de Antonio.
A pesar de la evidencia de la muerte, estos actos ceremoniales no operan solamente como un ritual de finalización, no son velorios. Son más rituales de inicio: el regreso del ausente al seno de los vivos para poder dar el paso al mundo de los muertos. En ese tránsito se supone que el desaparecido debe dejar de ser una liminalidad, un NN, un cuerpo sin nombre.
El cofre fue puesto en una bóveda al fondo del Cementerio Central, en medio de grandes y famosos mausoleos.
Verónica sigue siendo parte de ASFADDES en Bogotá. En el mes de febrero de 2015 le contó directamente al Presidente su historia, en medio de la firma del decreto que reglamenta la búsqueda e identificación de las personas desaparecidas.
Con ella he tenido largas conversaciones durante todos estos años. La última vez que hablamos de Antonio me entregó toda la carpeta con la información sobre la identificación para poder hacer este artículo.
En ese momento, ella muy angustiada por haber encontrado en esos documentos mucha información sobre las heridas que le causaron a su compañero y no haber tenido una explicación clara por parte de las autoridades, me pidió que leyera la carpeta y le diera una opinión…
¿Sabe a hierro la tierra después de la lluvia? ¿Te acompañó la luna? ¿Ya se ponía el sol cuándo te mataron? ¿Viste la cara del asesino?
Mi opinión, es este documento fragmentario, esos puntos suspensivos con los que termina el párrafo anterior y una sucesión de preguntas, porque como afirma la periodista Patricia Nieto: “ante la imposibilidad de respuestas la pregunta se vuelve información del vacío que hay, de lo que no podremos saber jamás”. En este caso como en muchos otros tendremos que preguntar con Nieto:
“…¿A qué horas se sorprendieron los niños con tu cuerpo como toro desollado? ¿Cuántas horas permaneciste en ese pozo oscuro?…¿Sabe a hierro la tierra después de la lluvia? ¿Te acompañó la luna? ¿Ya se ponía el sol cuándo te mataron? ¿Viste la cara del asesino?…¿Te hirió las muñecas el alambre dulce con el que las amarraron?…¿Oíste el quejido de tus costillas cuando se partieron?…¿El pánico te secó las lágrimas?”
*Programa de Estudios Sociales de Transiciones PEST Universidad de los Andes.
ASFADDES