‘Mujeres en escena por la paz’, una muestra artística para el mundo, llega a su XXIV versión. Hablamos con Patricia Ariza, su fundadora, que nos contó sobre la violencia recurrente en el arte colombiano.
Por Camila Tovar
Hace 24 años, Patricia Ariza se dio cuenta de que sin las mujeres no habría paz. Dramaturga, poetiza y directora de la Corporación Colombiana de Teatro, se dedicó a trabajar en el fortalecimiento de movimientos sociales que desde las artes reivindican los derechos humanos. Las mujeres, tanto actrices profesionales como víctimas del conflicto armado, fueron sus aliadas.
En 1992, Ariza y sus compañeras lanzaron la primera versión del festival ‘Mujeres en escena por la paz’, fruto de la unión de la Corporación de Teatro y el Movimiento Social de Mujeres. Desde ese entonces, este encuentro de dramaturgia busca hacer visible la desigualdad de género en la cultura, el papel que cumple el arte en la reparación de víctimas y la realidad femenina desde lo alegórico.
En 2015, la muestra artística llegó a su XXIV versión. Mujeres declarando sus dolores más profundos bajo un foco de luz, soliloquios desgarradores, amantes y luchadoras en busca de lo que se les arrebató inundaron en agosto los teatros más concurridos de la capital.
La Sala Seki Sano, el Teatro La Candelaria, Tercer Acto, el Centro de Memoria, entre otros, dispusieron sus retablos para que más de 300 mujeres artistas expresaran, a través del lenguaje teatral, su convicción por construir paz. ¡PACIFISTA! tuvo la oportunidad de hablar con Patricia Ariza y nos contó sobre los orígenes del festival, la violencia recurrente en el arte colombiano y por qué el teatro es una muestra de que no todo está perdido.
¡PACIFISTA!: ¿Cómo nació el Festival ‘Mujeres en escena por la paz’?
Patricia Ariza: El festival nació por una necesidad social, cultural y artística. Hace 25 años, el movimiento teatral tenía una predominancia masculina, casi vergonzosa. Uno miraba la cartelera y el 90% eran directores y dramaturgos; había mujeres muy valiosas pero muy poquitas.
Nosotras, el Movimiento Social de Mujeres y yo, en representación de la Corporación de Teatro, decidimos empezar esto. Al principio eran unas seis o siete mujeres, ahora, se inscribieron cincuenta y pico de grupos. Hoy el problema es de recursos económicos porque ya hay muchas directoras, dramaturgas y gestoras. Aunque todavía no podemos hablar de una paridad, las mujeres tenemos un mayor protagonismo que merecemos por ser la mitad de la humanidad (risas).
¿Qué diferencia hay entre el teatro hecho por mujeres y el que está hecho por hombres?
El problema de fondo es un problema de inequidad. La diferencia es relativa porque lo más importante es que las mujeres tengan las mismas oportunidades en todo, tanto en la ingeniería atómica como en la dramaturgia.
El arte de las mujeres tiene una característica muy especial. Durante todos estos festivales, yo me he dedicado de manera muy minuciosa a tratar de responder esa pregunta que me haces. Creo que las obras de muchas mujeres combinan, de manera muy interesante y sutil, lo privado con lo político. En general, las obras de los hombres son más épicas. Por ser de una mujer, una obra no es necesariamente buena o mala.
Entonces, las artes escénicas son un medio de catarsis social para las mujeres…
Las artes iluminan la oscuridad de la sociedad. La política busca consenso y el arte busca irradiar lo singular. Las artes escénicas sí pueden ser catárticas para las mujeres pues son un medio para despojarse de las injusticias y cicatrizar sus heridas.
¿La violencia es una temática repetitiva en el arte colombiano?
El arte verdadero indaga en la realidad y en este país siempre nos vamos a encontrar con la violencia. En el caso de las mujeres, nos vamos a encontrar con víctimas del conflicto armado, del conflicto social y de la violencia de género. Sobre estos asuntos hemos estado y vamos a estar reflexionando durante mucho tiempo.
¿Cuál ha sido el papel de la mujer en el conflicto armado?
Las mujer es una especie de Antígona errante. Carga con los duelos mientras el hombre se mata en la selva y el campo. Constantemente está experimentando qué es el desarraigo y qué es perderlo todo.
Sin embargo, en la resolución del conflicto, las mujeres estamos luchando porque haya más espacio para nosotras. También luchamos porque en el desarrollo de los puntos acordados se tenga en cuenta la igualdad de género. Queremos saber qué va a pasar con las mujeres insurgentes cuando se inscriban a la paz, cuáles van a ser sus oportunidades.
¿En Colombia es difícil hacer arte en aras de reivindicar el papel de la mujer?
La experiencia ha sido muy difícil porque es un país muy machista. No se le puede echar toda la culpa al conflicto armado. La exclusión de género ha hecho más complicado el trabajo de la mujer por contribuir a un escenario de paz. Ser mujer en este país es difícil.
¿Qué puede aportar un artista a la hora de hablar de la violencia y la solución del conflicto?
La cultura es determinante en la solución del conflicto social y armado. Se trata del modo de ser y el comportamiento de los colombianos que, en gran parte, está encasillado. Hay una parte de la sociedad que cree que la solución es a tiros y hay otra parte, en la que me incluyo, que cree que nada se resuelve con bala y que hay que salir de la guerra. En ese debate la cultura puede jugar un papel muy importante, pero nadie quiere apostarle al cambio.
¿Después de más de 20 años, se sigue emocionando con el festival ‘Mujeres en escena por la paz?
Estoy feliz. He visto unas obras buenísimas y eso hace que uno recupere la esperanza. El arte hace que uno sienta que no todo está perdido.