El proselitismo de las Farc en La Guajira abrió un nuevo debate: hasta dónde llegan los límites de los facilitadores del proceso de paz.
Cuando en 2012 Humberto de la Calle e “Iván Márquez” se sentaron frente a las cámaras en Oslo para anunciar el inicio formal del proceso de negociación entre el Gobierno y las Farc, la presencia de los delegados de Cuba y Noruega paso casi desapercibida, pese a que su papel había sido clave en los diálogos exploratorios y lo seguiría siendo luego de la instalación formal de la mesa.
Junto a esos dos países, Venezuela, Chile y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) han tenido un papel discreto –salvo algunas excepciones– que ha sido determinante para dirimir las controversias que han puesto el proceso de negociación en la cuerda floja a lo largo de estos tres años.
Entre esos momentos clave en que los países garantes y acompañantes, junto al CICR, han sido protagonistas se encuentran la retención a manos del frente 34 de las Farc del general Rubén Alzate Mora y la firma del acuerdo de justicia en la que Raúl Castro actuó como puente de un encuentro histórico entre el presidente Juan Manuel Santos y “Timochenko”.
Sin embargo, lo sucedido en Conejo, el ahora célebre corregimiento de Fonseca, La Guajira, donde tres negociadores de las Farc escoltados por guerrilleros armados participaron de un evento para hacer pedagogía de los acuerdos de paz, puso el foco en la Cruz Roja y en su papel como facilitador logístico del proceso.
Y es que esa, la de facilitar la logística, ha sido tal vez una de las funciones más visibles del CICR, que ha puesto sus recursos al servicio de ambas partes para los traslados que se requieren en pro del desarrollo de las conversaciones.
Fue así como esa entidad humanitaria se encargó de movilizar a “Iván Márquez”, “Jesús Santrich” y “Joaquín Gómez” hasta el corregimiento guajiro donde se desarrolló el evento, que se convirtió en el más reciente capítulo de tensión entre el Gobierno y las Farc.
Los sectores que se oponen a la negociación cuestionaron, por ejemplo, que el CICR no informara al Gobierno sobre la presencia de guerrilleros armados en la cabecera de un corregimiento, en contacto con la población civil, pese a que el propio presidente Santos ha dicho que eso incumplió los protocolos establecidos para autorizar la presencia de negociadores de las Farc en sus campamentos para hacer pedagogía.
La Cruz Roja, sin embargo, aclaró que el traslado de los negociadores guerrilleros se acordó por petición de ambas partes y dijo que su condición de neutralidad le impedía atender la solicitud del Gobierno de regresar a la delegación insurgente a La Habana.
“Por neutralidad, el CICR no interviene en las decisiones políticas que puedan darse en el marco del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc (…) durante el traslado de negociadores de paz, su papel se limita a realizar el acompañamiento logístico y no decide sobre las actividades que realizan los negociadores durante estas visitas”, explicó la entidad.
Los garantes y el futuro de la negociación
Mientras la Cruz Roja aclara cuál ha sido su papel en esta polémica, Noruega y Cuba avanzan en los acercamientos para superar la crisis que generó en la mesa de conversaciones lo sucedido en Conejo.
El presidente Juan Manuel Santos anunció el lunes que sostuvo un encuentro con el canciller noruego, quien viajó a Cuba para entablar un diálogo con los negociadores de las Farc y el Gobierno con el ánimo de que el ‘impasse’ quede superado.
Además de Noruega, los otros gobiernos que acompañan la negociación han sido determinantes en la resolución de tensiones que, de otra manera, podrían haber dificultado la continuidad del proceso. Aparte de su capacidad logística, los garantes y acompañantes han desplegado sus habilidades diplomáticas para mediar en una negociación que no ha estado libre de conflictos.