¿Una Cátedra de la Paz sobre fútbol? | ¡PACIFISTA!
¿Una Cátedra de la Paz sobre fútbol?
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¿Una Cátedra de la Paz sobre fútbol?

Juan José Toro - enero 13, 2016

Ningún funcionario o empresario lo ha respaldado, pero Félix puede cambiar nuestra forma de hablar de paz con un balón.

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Cuando Félix Mora habla de su proyecto se le llena la mirada de esperanza. Está absolutamente convencido de la utilidad de lo que se inventó. En sus palabras: “yo no dudo que aquí todos queremos la paz, pero no podemos quedarnos quietos. Yo hice algo y empecé a trabajar para lograrlo. Este es mi aporte para el perdón, la reconciliación y la resocialización”.

Su premisa es sencilla: que un balón de fútbol sea el elemento para difundir un mensaje sobre la construcción de la paz. Félix sabe que no fue él quien se inventó la relación entre deporte y paz en Colombia, mucho menos en el mundo, pero se pregunta por qué, si aquí ya todos habían pensado en eso, no se han consolidado iniciativas fuertes alrededor del deporte.

Quizás el referente histórico más claro entre deporte y paz es el de Nelson Mandela y el rugby en Sudáfrica. Después de pasar 27 años encerrado en una celda diminuta, mientras el país estaba dividido y lleno de odio racial durante el apartheid, Mandela salió y fue elegido presidente. Sudáfrica todavía estaba llena de tensiones entre blancos y negros, y a Mandela se le ocurrió una idea rara: unir al país alrededor del equipo nacional de rugby, que era el máximo orgullo de los blancos.

El resultado es conocido. El equipo salió campeón con el apoyo de todo el país, y Mandela, que antes era el mayor enemigo de gran parte de la población blanca, fue aplaudido por todo el estadio cuando salió a saludar antes del partido. Lo que hizo Mandela y lo que pretende Félix es exaltar los valores esenciales dentro del deporte: “el respeto, la colaboración, la responsabilidad y la pasión que despierta en la gente”, en palabras de Félix.

Su iniciativa gira en torno al fútbol, porque es sin duda el deporte más popular del país, pero da la impresión de que si se quisiera se podría adaptar a otros deportes. Es una idea básica y sabe que esas son las más difíciles de vender a la gente, pero que cuando se logra son las más poderosas. Con la firme intención de escalar su proyecto a nivel nacional, se propuso varias etapas.

El primer paso, el más difícil, es convencer —al sector privado, al Gobierno, a la gente del común— de que su iniciativa sí es útil para construir la paz. “Ya lo hicimos. Se lo presentamos al Presidente, él lo remitió a La Habana. Se lo presentamos al alcalde actual de Bogotá y al anterior. Se lo presentamos al gobernador de Cundinamarca. Lo presentamos en el Congreso. Lo vamos a socializar en más conversatorios y eventos”, dice Félix.

Para tratar de convencer ha tenido que explicar de qué se trata y cómo piensa desarrollarlo. Su idea, aclara, “no es hacer un partido por la paz o traer jugadores famosos […] no es ni siquiera formar grandes jugadores de fútbol […] se trata más bien de tomar los valores que tiene el deporte y convertirlos en una pedagogía para la paz”. Aunque su objetivo inicial es que el proyecto ayude a los niños y adolescentes víctimas del conflicto que aparecen en el Registro Único de Víctimas, sabe que hay otros escenarios que podrían necesitar una iniciativa de ese tipo. Las posibilidades van desde barras bravas hasta escuelas rurales.

Dice que una de sus ideas para la ejecución del proyecto es una especie de Cátedra de la Paz a través del deporte. La Cátedra que debe existir desde este año en todos los colegios del país puede ser orientada, según el decreto, en varios temas: desde cuidado del medio ambiente hasta memoria histórica. A Félix, sin embargo, lo desilusiona que no se incluyan ejes tan importantes como el arte y el deporte. Él cree que son ese tipo de disciplinas, donde manda la práctica y la acción, las que pueden cambiar realmente el comportamiento de las personas.

Al principio intentó divulgar su idea de abajo hacia arriba. En Fusagasugá, donde nació, trató de afianzar el proyecto pero pocos le creían. Tocó puertas en colegios y en distintas de instituciones en las que le decían que, aunque su idea era valiosa, poco iba a lograr sin un gran capital económico o el apoyo de algún político. No tenía ninguna de las dos cosas pero no desistió. Por el contrario, se convenció de que, si no había podido hacerlo desde la base, iba a llegar a ella desde arriba. Y esa arriba donde más frutos ha obtenido: ha recibido respuesta y aprobación de gobernantes y congresistas, y su iniciativa ha sido respaldada por organismos como Coldeportes o la Agencia Colombiana para la Reintegración.

Félix y su pequeño equipo —integrado, entre otros, por un italiano que ha sacado adelante proyectos similares en su país— saben que el camino va a ser igual o más difícil de lo que ha sido. Su proyecto es sin ánimo de lucro y han gastado mucho más de lo que han ganado, aunque sienten que por fin los escuchan de verdad y están cerca de lograr dar el salto. Por el momento, en los próximos años esperan tener 25 mil niños dentro del proyecto y que, en palabras de Félix, “mucha más gente sume su voluntad para este tipo de iniciativas, porque la paz se logra a punta de voluntad”.