Antonio Sanguino, Antonio Navarro y Everth Bustamente son ejemplos de que puede haber política después de la guerra.
El fin de semana vimos a Rodrigo Londoño acompañado por su escolta corriendo a toda velocidad, en Armenia. Y no estaba huyendo precisamente de una operación del Ejército o de un campamento en la selva. No, estaba escapando de su primera aparición pública en campaña presidencial.
La multitud de Armenia no fue tolerante con el candidato. Véanlo ustedes:
https://www.youtube.com/watch?v=oVB0YkztnKg
El proceso de paz colombiano desarmó a la guerrilla de las Farc y le dio una oportunidad en la política con la opción de la participación en la democracia. Lo que no le dio fue votos, ni un electorado grande, ni mucho menos el respaldo y la confianza de un pueblo que inicialmente votó ‘No’ en el plebiscito del 2 de octubre de 2016. La cara de la ahora Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), y de su proceso político, está en este momento en la campaña presidencial de Rodrigo Londoño, que no solo no empezó bien en las calles: tampoco en las encuestas.
Según los resultados de la Gran Encuesta, publicados la semana pasada, el excomandante de las Farc tiene una intención de voto de 1,6 por ciento, superando solo a Viviane Morales. Con este panorama, es razonablemente imposible que Londoño llegue a ser presidente en estas elecciones pero, ¿cómo podrá construir un electorado con miras a futuras contiendas electorales? ¿De qué manera puede guiar a la Farc a ser un partido político fuerte, ya alejado del pasado de la guerra?
Le transmitimos estas inquietudes a otros colombianos que han transitado el camino de la lucha armada hacia la política, y que con el paso de los años han logrado la confianza y el respeto de los votantes, que les han dado su cuota para ocupar cargos públicos. Con ustedes, Everth Bustamante (senador del Centro Democrático), Antonio Navarro (senador de la Alianza Verde) y Antonio Sanguino (aspirante al Senado de la Alianza Verde y exconcejal de Bogotá).
Everth Bustamante
El actual senador es doctor en Ciencias Políticas y Derecho del Externado, mágister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional de Los Andes y tiene estudios en Gerencia, Gobierno y Asuntos Públicos en el Externado y la Universidad de Columbia. Militó en el M-19 y fue asesor en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Luego de dejar las armas, Bustamante fue representante a la Cámara por Cundinamarca y Senador en representación de la Alianza Democrática, partido que surgió del M-19. Luego fue a Zipaquirá, su ciudad natal, para ser alcalde, y posteriormente se vinculó al gobierno de Álvaro Uribe como asesor. De 2006 a 2010 fue director de Coldeportes y actualmente está de nuevo en el Senado con el respaldo del Centro Democrático.
“En el año 1990, que firmamos los acuerdos de paz con el gobierno de Virgilio Barco, fueron tres características fundamentales las que nos dieron la confianza del pueblo:
La primera fue el desarme como decisión voluntaria y unilateral por parte del M-19, no producto de una negociación sino la convicción profunda de que el camino de la violencia no era el correcto para fortalecer una debilitada democracia como la que teníamos y seguimos teniendo en Colombia.
En segundo lugar, el sometimiento pleno a la Constitución Nacional, a la justicia y a las autoridades correspondientes. Yo fui investigado severamente por los tribunales de orden público, y al no encontrarme responsable de delitos de lesa humanidad se procedió a concederme el indulto. No la amnistía, como le concedieron a las Farc. En el caso del indulto, las autoridades perdonan la pena pero no el delito. Uno sigue siendo sujeto de investigación de por vida: si llega a aparecer alguna prueba o evidencia de responsabilidad penal, le reviven el proceso.
El tercer elemento es que nunca tuvimos elegibilidad a dedo, nadie nos regaló nada. Firmados los acuerdos de paz, salí a la contienda electoral y fui elegido en el año 90 representante a la Cámara con más de 70 mil votos. También fuimos a la Asamblea Nacional Constituyente y elegimos la tercera parte de los constituyentes. Se convocaron elecciones parlamentarias y fui elegido al senado con más de un millón de votos. Nuestra elegibilidad fue en condiciones de igualdad y sin ninguna ventaja sobre los demás partidos”.
Antonio Navarro Wolff
Navarro Wolff, que militó en el M-19 desde los setentas y llegó a ser el segundo al mando de esta organización, se incorporó a la vida política justo después de que se firmara el acuerdo de paz entre su organización y el gobierno.
Este ingeniero, además de haber sido parte de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991, fue representante a la Cámara, ministro de Salud, alcalde de Pasto, gobernador de Nariño y secretario de Gobierno de Bogotá. En la actualidad es senador y precandidato del Partido Verde a la Alcaldía de Bogotá en 2019.
“Me gané la confianza ciudadana cumpliendo la palabra, desde el principio. Además de eso, también me la gané haciendo cosas bien. En mi vida he tenido tres etapas: la de ingeniero, nerd, profesor y decano universitario, la de miembro del M-19 y la de político. Para salir de las estigmatizaciones y de las etiquetas, si alguien me dice guerrillero le respondo que sí lo fui, pero que ya no lo soy y que no es todo lo que he hecho. De todas formas nunca tuve un episodio como el de Rodrigo Londoño, en aquella época había mucho más apoyo a la paz negociada que hoy”.
Antonio Sanguino
Este político, nacido en Ocaña, perteneció inicialmente al movimiento A Luchar y luego al ELN. Posteriormente, en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente y los diálogos de paz del M-19 con el gobierno, Sanguino se desmovilizó y se vinculó a la Corriente de Renovación Socialista, un movimiento político disidente del ELN. En esta época, cuenta Sanguino, hubo un ambiente relativamente favorable en la opinión pública sobre la presencia y la participación política de las guerrillas que firmaron acuerdos de paz.
En el campo político, en cambio, la Corriente de Renovación Socialista enfrentó “una situación difícil para los proyectos independientes o de izquierda democrática”. También ya había desaparecido la Unión Patriótica por cuenta de una ola de violencia. Sanguino aspiró por primera vez a un cargo público en 2007, 13 años después de su desmovilización.
“El recurso para ganarme la confianza y no los estigmas de la gente fue que cuando me lancé no hice uso de mi condición de desmovilizado o miembro de una organización firmante de un acuerdo de paz, ni lo hice tampoco posteriormente. Como dijo Pepe Mujica, el espacio que podamos conquistar quienes provenimos de una experiencia de lucha armada no debería depender de esa circunstancia, sino de la capacidad que tengamos para conectarnos con los nuevos tiempos, con las demandas de la nueva ciudadanía y sobre todo con coherencia, pues tenemos un compromiso con las transformaciones democráticas en la sociedad.
En mi caso, el hecho de haber sido elegido tres veces consecutivas en el Concejo de Bogotá se ha derivado más por mi presencia en el debate público y por lo que he defendido que por mi condición de haber hecho parte de una organización que firmara un acuerdo de paz. Afortunadamente no he tenido episodios similares a los que tuvo el excomandante Timochenko. Creo que he ganado la confianza de la gente defendiendo un proyecto político de transformación de la sociedad”.