"Colombia está llena de gente sin fusiles que también tiene un montón de cosas que contar".
Por José Alejandro González*
Todas las fotos son del autor.
Voy a comenzar esta columna diciendo que soy un fotógrafo bogotano que ya no quiere hacer fotos. Después puedo contarles que siento rabia cuando veo las fotos de los guerrilleros del ELN y las Farc publicadas en medios de comunicación, mostrando sus armas y justificando que todo es culpa del abandono del Estado. Algo que puede ser cierto, pero que no justifica ni una de las víctimas que ocasionaron sus armas.
Tuve esa sensación en estos días, cuando vi en Internet dos artículos sobre la guerrilla colombiana en portales importantes del mundo. Uno, publicado en Magnun Photos, constaba de unas fotos y un texto de la fotógrafa iraní Newsha Tavakolian donde ponía la mirada en las mujeres de un campamento de las Farc. Allí ellas explican, mientras sostienen armas en sus manos, que están peleando por los pobres de Colombia. En el texto, la periodista mencionó que antes de hacer el reportaje, vivía muerta de ganas de ir a tomarle fotos a esas guerreras mujeres.
El otro artículo, publicado en The New York Times, contiene fotografías del fotógrafo colombiano Federico Ríos. Está titulado Between War and peace in Colombia y en él aparecen hombres y mujeres del ELN con la cara tapada, sosteniendo fusiles y miradas que atormentan a cualquiera.
Estas imágenes podrían resultar interesantes si no existiera un pueblo marginado que no anda con poderosas armas caminando por la tierra de nuestro país. Tengo la sensación que los fotógrafos están contando una historia que ya todo el mundo conoce, reafirmando imágenes que ya existen y que tienen saturada la actualidad fotográfica. Le están dando un espacio prioritario a esas personas en el posconflicto, mientras ofenden a los verdaderos afectados de este país.
En uno de los artículos citados anteriormente dice que en esos lugares nadie tiene acceso a la tecnología. Lo que no cuenta es que lo mismo aplica para las víctimas del campo, que también viven alejadas de la tecnología y que muy pocas veces son tenidas en cuenta.
Ni a la guerrilla colombiana, ni a los paramilitares, ni al Estado se le debe agradecer nada hasta el momento. Todos han fallado y dejado de lado a los verdaderos merecedores de homenajes: las víctimas. No se han escrito artículos, no se han tomado fotografías, no han llegado tan lejos las historias de los muertos que los victimarios han causado. Tampoco vemos que quienes siguen vivos, siendo víctimas también, habitan en casas que se caen de la pobreza, esperando a que les toque algo. Sin embargo, mientras todo esto ocurre, los lentes enfocan fusiles untados de sangre.
Algo no funciona en la sociedad colombiana, y estas fotos lo ratifican. Parece ser entonces que aquellos que se alzaron en armas ahora son los que tienen la razón.
Siento impotencia porque esas personas de las Farc y del ELN representan las patadas, los golpes y la humillación a los débiles. Representan un montón de historias tristes. A su paso han dejado vidas incompletas y ahora, un periódico de Estados Unidos, ese país que odian tanto, publica sus fotos con sus armas, bien bravos, explicando que lo que hacen es justo. Que el Estado los obligó dicen algunos, que yo debería conocer la historia de Colombia, dicen otros. Pero ¿Qué justifican? ¿Cómo va a ser su perdón?
El periodismo debe tomar cierto partido y respetar a los débiles. Ya suficiente tenemos con nuestra prensa de siempre, que los ha omitido tanto, para que ahora queramos ir a mostrar ese otro lado de la guerra de manera tan reiterativa. Colombia está llena de gente sin fusiles que también tiene un montón de cosas que contar.
Colombia también está llena de arrogantes y todos hemos fallado. Yo mismo me incluyo porque soy fotógrafo, pero tengo que aceptar que ya no quiero serlo más, que no quiero seguir validando un sistema acabado e injusto.
He cometido errores, por supuesto. Cuando publiqué en mi cuenta de Facebook los artículos y expresé que esas fotos me daban ganas de vomitar, fui irrespetuoso con el fotógrafo Federico Rios. Y eso me lo cobraron muchos colegas, quienes me sacaron en cara unas fotos mías que hice con la guerrilla en un campamento del frente 18 de las Farc en Ituango Antioquia. Incluso, en una de ellas, aparezco al lado de un guerrillero, quien sostiene mi cámara mientras yo sostengo su fusil. En su momento lo vi como la posibilidad de dar una imagen simbólica de reconciliación y de una vida más allá de las armas.
No obstante, en Ituango, al verme al frente de guerrilleros, empecé a cuestionarme qué hacía. Además de filmar las entrevistas por las que había sido contratado, hice fotos que creí que eran más valiosas. Así lo sentí: pensé que pedirles que dejaran los fusiles en el suelo y que aparecieran sin camisa para no incluir el uniforme de la guerra, era suficiente. Pero me doy cuenta que no lo fue y que de alguna forma contribuí a eso que ahora estoy criticando.
Mis propias fotos fueron utilizadas, con razón, por los fotógrafos que no están de acuerdo conmigo y me dieron palo por criticar esas publicaciones. Me llamaron envidioso y también me dijeron que no estaba preparado para asumir la tarea de fotógrafo. Quizá tengan razón: a mí esto me esta destruyendo por dentro. El país necesita reconocer y darle valor a los que han sufrido el conflicto, a los que hoy lo siguen sufriendo.
*José Alejandro González realizó estudios de Cinematografía en la ciudad de Barcelona. En Estados Unidos creó el proyecto “Todos somos buenos”, que cuenta la travesia desde Nueva York hasta Bogotá por mar y tierra capturando en foto y video la cara de los habitantes de medio continente. Es creador del canal Youtube Barcelombia y del portal The Insider Project.