Max lleva seis meses echándose un viaje soñado por muchos: dejar todo atrás, agarrar la moto y rodar por el Mundo. Pero su proyecto va más allá: él quiere conectar, en su ruta, a las empresas de América Latina que estén pensando en cambiar los problemas de la gente.
Por: Natalia Otero Herrera
Max Wohlgemuth Kitslaar, un holandés de 32 años, es el capitán de esta nave que zarpó en febrero y ya recorrió Argentina, pasó por Chile, atravesó Perú y Ecuador, llegó a Colombia y rueda ahora por Estados Unidos.
No se trata de un barco, es una Guzzi del 70, una moto clásica italiana. Su objetivo es conectar a Las Américas, y más precisamente, a los proyectos de emprendimiento social que se encuentran en este recorrido. La idea es trazar una ruta de empresas que están pensado hacer un mundo mejor, a través de su página Connecting Las Americas, en donde a modo de diario se plasman las historias, los encuentros y las experiencias con los que Max se topa en el camino.
Su viaje, —soñado por muchos que quieren dejar todo atrás, agarrar la moto y rodar por el mundo —, va más allá de un paseo de mochilero. Con este proyecto Max intenta involucrar a los jóvenes de todo el mundo en estos proyectos que están sucediendo en América Latina, e invitarlos a que se unan a la nueva onda para que revienten la burbuja de la conformidad y hagan algo que valga la pena.
Este capitán ya está a punto de anclar su barco; después de recorrer Latinoamérica, le queda la última parada en Estados Unidos. ¡Pacifista! habló con él durante su paso por Bogotá sobre esta aventura de seis meses, la platica con la que se financió, su rutina y el fuego que descubrió en los ojos de emprendedores de la región.
¡PACIFISTA!: ¿Cómo nació esta idea? ¿Por qué no, simplemente, pasear en moto?
Max: Un día de septiembre del año pasado, me llamaron de la empresa en la que pensaba trabajar, a decirme que el proyecto no iba a funcionar. Ese mismo día terminé de leer el libro de un periodista holandés que viajó desde la parte más norteña de Alaska hasta el sur de Argentina, durante tres años, en la misma moto que monto yo.
Ese día, que preciso me quedé sin trabajo, llegó esta señal y decidí hacer el viaje. Montar en moto es lo que más me gusta. Pero si iba a rodar por el mundo tenía que hacer algo con sentido. Por eso decidí buscar emprendimientos y empresas sociales en Latinoamérica que aporten a la construcción de un mundo mejor.
¿En qué moto andas?
En una Guzzi, de casi 40 años.
¿En dónde empezaste la ruta?
Empecé en Chile, en Valparaíso, que es un lugar súper divino y tiene un puerto buenísimo por el que entró la moto. De ahí, crucé a la ciudad de Mendoza en Argentina, atravesando la Cordillera de Los Andes. De Mendoza arranqué hacia Buenos Aires, luego a la provincia argentina del norte, después volví a Chile, a Perú, a Ecuador a Ipiales. Del sur colombiano llegué a Cali, Medellín, Bogotá y los alrededores de estas ciudades. De Bogotá viajé por aire a Fort Lauderdale, Miami, y el 3 de julio salí hacia Key West. Viajar en carro por esa costa es una maravilla, imagínate en moto, con el mar bordeando la carretera. Por la costa occidental de Florida llegué a Nueva Orleans.
¿En qué parte del viaje estás ahora?
El viaje dura seis meses. Llevo cuatro.
Después de Nueva Orleans voy hacia Tennessee, Nashville, Washington y Nueva York. Llego a NY el 11 de agosto y me quedo dos semanas, porque tengo un montón de reuniones con empresarios. Ahora, en vez de volver a casa después de Estados Unidos, volveré a Argentina por diez días más porque me faltó visitar algunas empresas, pero a ese viaje voy sin la moto.
¿Qué te ha gustado en esta aventura? ¿Cuáles son los dos proyectos favoritos que has encontrado conectando a las Américas?
¡Uff! Todos los proyectos son favoritos. Lo lindo es que cada empresa es diferente de la otra. La mayoría está manejada por jóvenes que empujan al cambio y aprovechan las redes sociales y las herramientas digitales.
Pero si me tocara elegir a dos de todas las que he visto escogería las siguientes:
LABORATORIA (Lima, Perú): En este proyecto, casa seis meses, se reúnen a 40 niñas de las comunas más pobres de la ciudades, entre 17 y 18 años, para brindarles un curso súper intensivo de desarrollo y diseño web para lanzarlas a la industria digital. Esto ha permitido que las mujeres de estratos bajos de la ciudad tengan la posibilidad de una carrera o un trabajo, y salir de la miseria.
LA 25 EXPORT (Medellín, Colombia): Esta empresa pretende descubrir talentos deportivos del Urabá antioqueño porque de este lugar sale el 10% de los atletas de alto rendimiento del país. Cada año reclutan 25 chicos futbolistas, entre los 14 y 18 años para llevarlos a una casa hogar en Medellín. Ahí los entrenan y además les brindan un programa de educación académica de cuatro años. Lo que hacen los clubes grandes de la región es que pescan grandes cantidades de jugadores y luego se quedan con dos o tres, entonces los sacan del campo y los que sobran se quedan en las comunas. Lo más bonito de La 25, es que escogen un número limitado y los educan en diferentes disciplinas para que todos tengan oportunidades laborales y la educación básica cubierta, siendo conscientes de que no todos van a lograr llegar a ser el próximo James o Cuadrado.
¿Cómo encuentras los proyectos?
Es una mezcla de encuentros en el camino, de tener a algunos previamente ubicados y de ir conociendo contactos.
Existe una comunidad de empresas llamada B-Corp, que certifica a todas aquellas que en su ADN lleven el logo “To be the best not in the world but for the world” (Ser el mejor no en el mundo sino para el mundo). Por ejemplo, La 25 es una empresa B-Corp, y los chicos de la organización en Holanda me sugirieron varias de las empresas con este certificado. Pero viajando también encontré proyectos que me pusieron en contacto con otros. Por ejemplo, en Bogotá estuve en Urban Station y allá me contactaron con el hijo del dueño de Crepes y Waffles que tiene un enfoque de ayudar a las madres solteras, y él, a su vez, me conectó con el gerente de Wok, que tienen una línea de alimentos orgánicos.
¿Y por qué decidiste venir solo? ¿Te hubiera gustado viajar con tu pareja o amigos?
Bueno, novia no tengo, así que ni modo. Por otro lado, como planeé este viaje en septiembre, era muy encima para cuadrarlo con amigos. De todas maneras, los chicos de mi edad (32 años), están pensando en casarse, tener hijos, comprar una casa… algo bien alejado de venirse en moto a pasear por Latinoamérica. (Risas). Difícil.
Pero, ¿sabes? a veces me gustaría… Es decir, mi viaje no ha sido solitario porque siempre he estado ocupado y rodeado de gente. Pero sí hay momentos en que me gustaría compartir con alguien cercano esta experiencia. Eso a veces es jodido.
¿Cómo es tu rutina diaria?
No tengo. Hago varias cosas a la vez: planeo el viaje, busco empresas, arreglo entrevistas, escribo sobre lo que conocí, saco fotos… además de encontrar el hospedaje y la comida. Por eso mi vida no es rutinaria. En un día cualquiera, salgo a las 10 de la mañana, ando en moto máximo siete horas, y después, cuando llego a un lugar tengo que conectarme con la gente y planear visitas. Pero cada día es diferente.
Algo complicado de ser FreeLancer es conseguir la plata. ¿Cómo te estás subsidiando?
Tengo tres fuentes de dinero. Por una parte, están las empresas que me patrocinan, como Dainese y Chromeburner que me da toda la ropa y Seats2meet que es una empresa holandesa de coworking para la que estoy haciendo un estudio de mercado sobre empresas de innovación en América Latina. Por otro lado, antes de venir hice una campaña de crowdfunding y recolecté 7 mil euros. Además, tengo mis ahorros. Pero creo que cuando acabe este viaje tengo que buscar trabajo en Ámsterdam inmediatamente porque voy a llegar en ceros.
Después de estar en Latinoamérica, ¿cómo describes a los empresarios emprendedores de la región?
Hace un par de semanas escribí una entrada titulada: people with fire in their eyes. Toda la gente que conocí está determinada a hacer algo bueno y a dar soluciones a los problemas que tiene más cercanos. Durante estos cuatro meses solo recibí energía positiva y esa es la mejor manera de recargar mi batería.
Fire in their eyes, es lo que llamamos “pasión”.
Exacto. Eso es lo más chévere. Como te digo, llevo cuatro meses contagiado de alegría, lleno de… no sé cómo se dice… me siento…
Extasiado…
¡Eso! Todos son jóvenes, como yo, que sin importar la plata trabajan por la paz. Además, son proyectos cool, que están poniendo de moda hacer el bien. Las personas que trabajan en cada una de las empresas están llenas de energía, tanto que si podrían trabajar 25 horas al día, lo harían.
un holandés de 32 años, es el capitán de esta nave que zarpó en febrero y ya recorrió Argentina, pasó por Chile, atravesó Perú y Ecuador, llegó a Colombia y rueda ahora por Estados Unidos.
No se trata de un barco, es una Guzzi del 70, una moto clásica italiana. Su objetivo es conectar a Las Américas, y más precisamente, a los proyectos de emprendimiento social que se encuentran en este recorrido. La idea es trazar una ruta de empresas que están pensado hacer un mundo mejor, a través de su página Connecting Las Americas, en donde a modo de diario se plasman las historias, los encuentros y las experiencias con los que Max se topa en el camino.
Su viaje, —soñado por muchos que quieren dejar todo atrás, agarrar la moto y rodar por el mundo —, va más allá de un paseo de mochilero. Con este proyecto Max intenta involucrar a los jóvenes de todo el mundo en estos proyectos que están sucediendo en América Latina, e invitarlos a que se unan a la nueva onda para que revienten la burbuja de la conformidad y hagan algo que valga la pena.
Este capitán ya está a punto de anclar su barco; después de recorrer Latinoamérica, le queda la última parada en Estados Unidos. ¡Pacifista! habló con él durante su paso por Bogotá sobre esta aventura de seis meses, la platica con la que se financió, su rutina y el fuego que descubrió en los ojos de emprendedores de la región.
¡PACIFISTA!: ¿Cómo nació esta idea? ¿Por qué no, simplemente, pasear en moto?
Max: Un día de septiembre del año pasado, me llamaron de la empresa en la que pensaba trabajar, a decirme que el proyecto no iba a funcionar. Ese mismo día terminé de leer el libro de un periodista holandés que viajó desde la parte más norteña de Alaska hasta el sur de Argentina, durante tres años, en la misma moto que monto yo.
Ese día, que preciso me quedé sin trabajo, llegó esta señal y decidí hacer el viaje. Montar en moto es lo que más me gusta. Pero si iba a rodar por el mundo tenía que hacer algo con sentido. Por eso decidí buscar emprendimientos y empresas sociales en Latinoamérica que aporten a la construcción de un mundo mejor.
¿En qué moto andas?
En una Guzzi, de casi 40 años.
¿En dónde empezaste la ruta?
Empecé en Chile, en Valparaíso, que es un lugar súper divino y tiene un puerto buenísimo por el que entró la moto. De ahí, crucé a la ciudad de Mendoza en Argentina, atravesando la Cordillera de Los Andes. De Mendoza arranqué hacia Buenos Aires, luego a la provincia argentina del norte, después volví a Chile, a Perú, a Ecuador a Ipiales. Del sur colombiano llegué a Cali, Medellín, Bogotá y los alrededores de estas ciudades. De Bogotá viajé por aire a Fort Lauderdale, Miami, y el 3 de julio salí hacia Key West. Viajar en carro por esa costa es una maravilla, imagínate en moto, con el mar bordeando la carretera. Por la costa occidental de Florida llegué a Nueva Orleans.
¿En qué parte del viaje estás ahora?
El viaje dura seis meses. Llevo cuatro.
Después de Nueva Orleans voy hacia Tennessee, Nashville, Washington y Nueva York. Llego a NY el 11 de agosto y me quedo dos semanas, porque tengo un montón de reuniones con empresarios. Ahora, en vez de volver a casa después de Estados Unidos, volveré a Argentina por diez días más porque me faltó visitar algunas empresas, pero a ese viaje voy sin la moto.
¿Qué te ha gustado en esta aventura? ¿Cuáles son los dos proyectos favoritos que has encontrado conectando a las Américas?
¡Uff! Todos los proyectos son favoritos. Lo lindo es que cada empresa es diferente de la otra. La mayoría está manejada por jóvenes que empujan al cambio y aprovechan las redes sociales y las herramientas digitales.
Pero si me tocara elegir a dos de todas las que he visto escogería las siguientes:
LABORATORIA (Lima, Perú): En este proyecto, casa seis meses, se reúnen a 40 niñas de las comunas más pobres de la ciudades, entre 17 y 18 años, para brindarles un curso súper intensivo de desarrollo y diseño web para lanzarlas a la industria digital. Esto ha permitido que las mujeres de estratos bajos de la ciudad tengan la posibilidad de una carrera o un trabajo, y salir de la miseria.
LA 25 EXPORT (Medellín, Colombia): Esta empresa pretende descubrir talentos deportivos del Urabá antioqueño porque de este lugar sale el 10% de los atletas de alto rendimiento del país. Cada año reclutan 25 chicos futbolistas, entre los 14 y 18 años para llevarlos a una casa hogar en Medellín. Ahí los entrenan y además les brindan un programa de educación académica de cuatro años. Lo que hacen los clubes grandes de la región es que pescan grandes cantidades de jugadores y luego se quedan con dos o tres, entonces los sacan del campo y los que sobran se quedan en las comunas. Lo más bonito de La 25, es que escogen un número limitado y los educan en diferentes disciplinas para que todos tengan oportunidades laborales y la educación básica cubierta, siendo conscientes de que no todos van a lograr llegar a ser el próximo James o Cuadrado.
¿Cómo encuentras los proyectos?
Es una mezcla de encuentros en el camino, de tener a algunos previamente ubicados y de ir conociendo contactos.
Existe una comunidad de empresas llamada B-Corp, que certifica a todas aquellas que en su ADN lleven el logo “To be the best not in the world but for the world” (Ser el mejor no en el mundo sino para el mundo). Por ejemplo, La 25 es una empresa B-Corp, y los chicos de la organización en Holanda me sugirieron varias de las empresas con este certificado. Pero viajando también encontré proyectos que me pusieron en contacto con otros. Por ejemplo, en Bogotá estuve en Urban Station y allá me contactaron con el hijo del dueño de Crepes y Waffles que tiene un enfoque de ayudar a las madres solteras, y él, a su vez, me conectó con el gerente de Wok, que tienen una línea de alimentos orgánicos.
¿Y por qué decidiste venir solo? ¿Te hubiera gustado viajar con tu pareja o amigos?
Bueno, novia no tengo, así que ni modo. Por otro lado, como planeé este viaje en septiembre, era muy encima para cuadrarlo con amigos. De todas maneras, los chicos de mi edad (32 años), están pensando en casarse, tener hijos, comprar una casa… algo bien alejado de venirse en moto a pasear por Latinoamérica. (Risas). Difícil.
Pero, ¿sabes? a veces me gustaría… Es decir, mi viaje no ha sido solitario porque siempre he estado ocupado y rodeado de gente. Pero sí hay momentos en que me gustaría compartir con alguien cercano esta experiencia. Eso a veces es jodido.
¿Cómo es tu rutina diaria?
No tengo. Hago varias cosas a la vez: planeo el viaje, busco empresas, arreglo entrevistas, escribo sobre lo que conocí, saco fotos… además de encontrar el hospedaje y la comida. Por eso mi vida no es rutinaria. En un día cualquiera, salgo a las 10 de la mañana, ando en moto máximo siete horas, y después, cuando llego a un lugar tengo que conectarme con la gente y planear visitas. Pero cada día es diferente.
Algo complicado de ser FreeLancer es conseguir la plata. ¿Cómo te estás subsidiando?
Tengo tres fuentes de dinero. Por una parte, están las empresas que me patrocinan, como Dainese y Chromeburner que me da toda la ropa y Seats2meet que es una empresa holandesa de coworking para la que estoy haciendo un estudio de mercado sobre empresas de innovación en América Latina. Por otro lado, antes de venir hice una campaña de crowdfunding y recolecté 7 mil euros. Además, tengo mis ahorros. Pero creo que cuando acabe este viaje tengo que buscar trabajo en Ámsterdam inmediatamente porque voy a llegar en ceros.
Después de estar en Latinoamérica, ¿cómo describes a los empresarios emprendedores de la región?
Hace un par de semanas escribí una entrada titulada: people with fire in their eyes. Toda la gente que conocí está determinada a hacer algo bueno y a dar soluciones a los problemas que tiene más cercanos. Durante estos cuatro meses solo recibí energía positiva y esa es la mejor manera de recargar mi batería.
Fire in their eyes, es lo que llamamos “pasión”.
Exacto. Eso es lo más chévere. Como te digo, llevo cuatro meses contagiado de alegría, lleno de… no sé cómo se dice… me siento…
Extasiado…
¡Eso! Todos son jóvenes, como yo, que sin importar la plata trabajan por la paz. Además, son proyectos cool, que están poniendo de moda hacer el bien. Las personas que trabajan en cada una de las empresas están llenas de energía, tanto que si podrían trabajar 25 horas al día, lo harían.