Recuperar el orgullo campesino: la clave para educar mejor al Sumapaz | ¡PACIFISTA!
Recuperar el orgullo campesino: la clave para educar mejor al Sumapaz Sumapaz. Todas las fotos por la autora.
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Recuperar el orgullo campesino: la clave para educar mejor al Sumapaz

María Rodríguez - diciembre 4, 2018

La deserción ha hecho repensar la educación en Sumapaz.

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En una vereda al norte de Sumapaz llamada Concepción, eran las 4:00 p.m. cuando Eyder, de nueve años, atravesó la gruesa piel de una vaca, en su parte trasera, con una aguja de unos 10 centímetros. El silencio hizo que la punzada fuera larga y seca. “¡Eso, fuerte!”, le gritó su padre mientras jalaba una cuerda que tenía la vaca en el cuello y a su vez le daba la vuelta a un árbol. Era la manera de mantel al animal quieto para vacunarlo.

La vacuna era para que la vaca se engordara y no se enfermara, Eyder no sabía eso, pero sabía muy bien cómo ponerla. Apenas una hora y media antes, estábamos recitando las capitales de los departamentos en la escuela primaria Juan de la Cruz Varela de Concepción. Como él, muchos niños del campesinado en Sumapaz deben combinar el estudio con el trabajo de campo en las fincas de sus familias, lo cual se convierte en una de las razones por las que en esta región los menores no continúan con la educación media o superior. De hecho, la más reciente medición oficial (2016) sostiene que en esta región la deserción escolar, entre menores de 5 y 16 años, alcanza el 6,1 %, mientras que la media nacional se ubica en el 3,2 %.

Para evitar la de deserción, los profesores de primaria han empezado a virar hacia un tipo de educación diferente, un método que una las dos cosas: la educación y campo. Si tanto niños como padres se dan cuenta de que ir al colegio les ayuda a hacer mejores trabajos en sus fincas, ni los primeros ni los segundos querrán apartarse del colegio.  

En la vereda de Concepción, la profesora Carmenza Cifuentes, del Juan de la Cruz Varela, trabaja en “proyectos de aula” (un proyecto en los que participan los salones de clase completos) que tengan que ver exclusivamente con el páramo y la agricultura que se puede desarrollar allí. Todos los lunes y jueves, los estudiantes hacen ‘trabajo de tierra’: van formando el suelo para poder cultivar, aprenden a medir el PH del terreno, los ciclos solares para saber en qué momento plantar las semillas y a hacer el compostaje que el suelo necesita.

El plan pretende que los estudiantes, juntos, puedan construir un policultivo, es decir un sistema para producir diferentes productos a la misma vez. Esto les servirá para que en el futuro incluso puedan ganar algo de dinero con el proyecto si son aplicados y persistentes. “Hacemos los cultivos con figuras geométricas: en la parte más cercana al centro, están los cultivos más frágiles, y en la parte más externa, están los tubérculos. Así, los niños van aprendiendo matemáticas, geometría y agricultura”, explica la profesora de Concepción.

Darwin de 5 años jugando en el invernadero cerca a un machete. Vereda Concepción, Sumapaz

 

Además, aprenden de las especies del bosque nativo y sus propiedades curativas: “En un pequeño pedazo de tierra, hemos encontrado hasta 10 tipos de musgo”, dice Carmenza. Otra de las enseñanzas que tienen, por ejemplo, es el de las hojas de frailejón y sus propiedades. Estas se pueden arrancar (no todas) para hervirlas y tomarlas cuando tienen resfriado. Asimismo, entienden la importancia de los frailejones para retener agua y lo poco que crecen cada año, lo cual los hace un tesoro natural.

La vereda de Concepción no es el único caso. Según Edwin Niño, coordinador del Ministerio de Educación para los colegios de Sumapaz, “nos hemos organizado para, a través de escenarios productivos como huertas y transformación de alimentos, aprender a través del ejercicio vivo. Al mismo tiempo, este tipo de prácticas nos permiten conservar la cultura campesina de la región”.

Niño agrega que enseñarle a los estudiantes sobre el campo es “recuperar la memoria histórica del campesinado. La gente joven que estudia se está yendo de Sumapaz, los sumapaceños están olvidando sus raíces y ven el campo como algo que les tocó y el trabajo digna que puede ser”. Aunque muchos de los estudiantes reciben instrucciones de sus familiares para saber cómo funciona el campo, desde las escuelas de primaria quieren “volver ese conocimiento más profundo y basado en datos”, explica el funcionario del ministerio. Para eso también es importante la “convivencia ciudadana, pues es ahí donde se intercambian los conocimientos más adelante”.

Otro de los profesores de la región, Alfredo Díaz, del colegio Campo Jaime Garzón, cuenta que “los chicos tienen mucho talento. Con una pequeña ayuda o un proceso formativo, pueden lograr mejores cosas de las que lograron sus padres, como consolidar los mercados locales y diversificar los cultivos”.

Según un artículo científico publicado por la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UDCA) de la caracterización de los ganaderos Sumapaz, en la actualidad, la mayoría de prácticas son empíricas en el manejo animal y ambiental. Se sigue recurriendo a prácticas como “quemas de residuos sólidos, vertimientos puntuales a fuentes hídricas, deforestación para la extensión de la frontera agrícola, degradación de suelos y, en consecuencia, una baja viabilidad para la fauna y flora”. Adicionalmente, en esta región es recurrente que haya un mal manejo administrativo de los predios, debido a una “carencia de conocimientos de saneamiento básico”.

Deserción en el campo, un problema nacional

A finales de septiembre, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración de Derechos de los Campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Asimismo, se aprobó el documento que protege a la población campesina. En Colombia, a pesar de que 1 de cada 4 niños hace parte de la población rural, se abstuvo en votar porque la declaración se hiciera realidad. Dentro del documento se tratan temas como la soberanía alimentaria, la tierra, el territorio, el acceso a las semillas y a los recursos naturales.

Según las mediciones en educación básica y media para 2018-2022, hechas por la Fundación Empresarios por la Educación, la educación rural “tiene menores niveles de acceso, permanencia, pertinencia y desempeño que la urbana”, por estas razones, el promedio de años de educación en una zona rural son apenas 5.5 años a comparación de 9.6 años en la urbana. Eso sin mencionar la falta de acceso a servicios básicos de las escuelas como gas (80% de las escuelas no tienen acceso), agua (63% no tienen acceso) y energía (16% no tiene acceso).

Es claro que la transición entre escuela primaria y escuela media tiene un nivel de deserción alto.Fuente: Ministerio de Educación https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-356787_recurso_1.pdf

Otras de las razones por las cuales la deserción es alta, es la distancia entre sus hogares y sus colegios; entre más avanzados sean los cursos, más se deben acercar a cabeceras municipales. El ministerio de Educación aclara en su Revisión de Políticas Nacionales de de 2016 que “el punto más débil del sistema educativo es la transición de primaria a básica secundaria”. Según sus cifras, en las regiones rurales 1 de cada cinco niños deja de estudiar después de cursar la primaria. 

Por ejemplo, a Eyder su colegio de primaria le queda apenas a media hora de su casa en bus. Cuando pase a la escuela media, tendrá que ir hasta Nazareth, a 1 hora 20 de su casa. Si quiere cursar 10 y 11, deberá moverse hasta San Juan, a 2 horas 30 de su casa en bus.

De acuerdo con las proyecciones, el número reducido de estudiantes rurales que llega a la educación superior, tendrá que salir del campo para recibirla, y de ellos, pocos retornarán a sus regiones. En Colombia, aún no existe oferta para programas académicos presenciales en municipios rurales.

Por otro lado, existe una carencia de docentes. De acuerdo con los datos de Empresarios por la Educación,  los profesores en escuelas rurales trabajan con muy pocos recursos y no hay “acceso a una red de docentes para intercambiar buenas prácticas, ni suficiente material de apoyo”. 

Vista desde el invernadero del colegio hecho con bambú. Vereda Concepción, Sumapaz.

 

Habrá que ver cómo resultan los programas que están creciendo a manera de pilotos en Concepción. Si al cabo de algunos años sus resultados son contundentes, el modelo podría llevarse a otras regiones del país. Eso le daría una lección a un país acostumbrado a ver de muy lejos lo que pasa en la ruralidad.