'Se nos está yendo la paz': campesinos de Antioquia | ¡PACIFISTA!
‘Se nos está yendo la paz’: campesinos de Antioquia Foto por la autora. ¡Pacifista!
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‘Se nos está yendo la paz’: campesinos de Antioquia

Colaborador ¡Pacifista! - marzo 11, 2019

Viajamos por las veredas de Dabeiba, Antioquia, donde reina un sentimiento de incertidumbre entre excombatientes y población rural.

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Por: Karen Parrado Beltrán*

La paz en el Cañón de La Llorona no suena, es casi en un murmullo lejano en medio de la espesura del paisaje de esta zona del noroccidente de Antioquia. Los pobladores del lugar sienten un vacío con la retirada de las Farc y la escasa presencia del Estado. Reunidos en una caseta de ladrillos y tejas de zinc, al borde de la carretera que conduce de Dabeiba a Mutatá, un grupo de unas 350 personas, entre campesinos, indígenas y exguerrilleros de las Farc, hablan sobre los retos de la paz en su territorio. La palabra perdón resuena entre las intervenciones de unos, mientras otros manifiestan la incertidumbre en la que se sienten enfrascados con la llegada de la paz.

“Sabemos que hay unos acuerdos y que fueron muy importantes, pero vemos que el Gobierno los ha dejado a un lado y los está haciendo en algunas regiones  pero otros seguimos abandonados”, dice Leonardo Guzmán, uno de los líderes de las once Juntas de Acción Comunal que hay en La Llorona, cuando hablamos junto a otros campesinos que aprueban con sus gestos lo que las palabras de Leonardo denuncian. “La garantía es que verdaderamente haya una inversión social hacia estos territorios con un conocimiento del Estado y no un desconocimiento frente a todo este problema que estamos viviendo hoy por hoy en Dabeiba”, añade.

Las ruinas incineradas de una escuela separan a la carretera de la caseta donde acaba de terminar la reunión y la gente comparte un sancocho preparado por las mujeres de la comunidad. “Caseta comunal de la vereda Alto Bonito y Tascón”, dice la placa que el Gobierno Santos dejó sobre ladrillos desnudos en mayo de 2018.  Luego de que las Farc se acogieran a lo pactado en los acuerdos y se concentraran en el ETCR, Llanogrande, el Cañón quedó sumido en una especie de soledad seca, acentuada por la distancia que separa esta zona de la inversión del Estado. “Todos los proyectos son para Llanogrande pero para este lado nunca han mandado nada; una vivienda, un proyecto, un puente, sabiendo que fuimos muy afectados de la guerra”, denuncia Jhon Kenedy Giraldo, otro de los líderes del Cañón.

Las promesas de paz que venían con la firma de los acuerdos de La Habana se han convertido en un desafío territorial para los campesinos que ven cómo se desvanece todo con el paso del tiempo, y con los obstáculos que encuentra la implementación en los centros de poder, ubicados a más de 200 Km de allí. “Vemos que los políticos a los territorios, a las comunidades, nos han utilizados para después golpearnos, desconociéndonos”, dice Leonardo. Entre sus más urgentes denuncias está el despojo de tierras que muchos de ellos viven a falta de títulos legalizados, y la sustitución de cultivos ilícitos a la que se han opuesto en varias oportunidades por no tener garantías del Estado para otro tipo de sustento.

“Vienen los políticos, nos hacen una cantidad de promesas y nunca nos han cumplido. Nos tienen sin escuelas, sin caminos, sin vivienda, estamos totalmente abandonados”, dice Jhon bajo el sol húmedo que acentúa la inmensidad de las montañas que nos rodean. Su vida ha transcurrido en el Cañón, siendo testigo de las disputas territoriales de varios actores del conflicto a los que se refiere con distancia pese a que aún percibe cercanos los impactos de la guerra. “Estos acuerdos van a pique” dice un poco resignado , al tiempo que señala que una paz “sin bases no es nada”. Su visión sobre la paz hace eco de las palabras de los demás habitantes del Cañón que no siente que la paz sea para ellos ni con ellos.

Al levantar la vista hacia la extensión de montaña que bordea la carretera, se alzan los dominios del Cañón de La Llorona en una inmensa tela verde que cubre una parte de la cordillera occidental. Después de unos minutos de viaje, las casas de un nivel anuncian la llegada a Dabeiba junto con el ruido de las tiendas y cantinas que despiden la tarde con música de despecho. Leonardo y sus compañeros retornan a sus casas. Una chiva llevó a los indígenas hacia sus resguardos, y en la caseta de Alto Bonito quedó el silencio adherido a las ruinas de la guerra y a los muros nuevos de la paz… ¿Qué va a pasar? Sólo Dios sabe, dijo Jhon cuando nos despedimos.

* A Karen la pueden contactar aquí: @piedemosca / piedemosca@gmail.com