En estos 36 meses, las partes han cometido errores que han servido para aumentar las críticas contra el proceso y otros que lo han puesto al borde del abismo.
Pocos reconocerían en público las equivocaciones que pudieran haber cometido en una negociación plagada de tensiones bélicas y de cálculos políticos. Pocas veces, en efecto, lo han hecho el Gobierno o las Farc durante los tres años que han pasado desde la instalación de la mesa de conversaciones de La Habana.
Sin embargo, han sido varios los episodios en que una simple declaración, o acciones armadas de implicaciones profundas, han puesto al borde del abismo al proceso de paz. Estas son algunas de esas salidas en falso que han acompañado las conversaciones que, por estos días, andan de aniversario.
El proceso se mediría “en meses, no en años”
El 4 de septiembre de 2012 el presidente Juan Manuel Santos hizo, desde la casa de Nariño, una de las alocuciones más trascendentales de su Gobierno y, seguramente, de la historia reciente de Colombia. Ese día el mandatario confirmó que los acercamientos exploratorios con las Farc avanzaban en La Habana, Cuba, y que habían finalizado con la firma de una hoja de ruta para iniciar formalmente un proceso de paz.
En su declaración el Presidente planteó buena parte de los retos y de las dificultades que, en efecto, ha tenido que enfrentar la negociación en estos tres años. Pero en ella también dijo algo que, desde entonces, parecía difícil de conseguir: “Las conversaciones no tendrán un tiempo ilimitado. Se medirán en meses, no en años”.
Esa expectativa, por su puesto, se fue diluyendo con el tiempo. Los primeros cuestionamientos sobre el tiempo que requeriría evacuar los cinco puntos de la agenda empezaron a tomar fuerza luego del quinto mes, cuando ni siquiera había un acuerdo sobre el primer punto relacionado con tierras y desarrollo rural.
En ese momento las Farc pidieron paciencia y aseguraron que más de 50 años de guerra no podrían solucionarse por medio de una “negociación exprés”. La “pifia” del presidente en su cálculo sobre la duración de las conversaciones se confirmó con el primer año y el tiempo sigue corriendo.
Pese a que ya hay fecha (23 de marzo) acordada entre ambas partes para finalizar el proceso y que, de cumplirse, sería un récord en comparación con lo que se han tardado otras negociaciones de paz en el mundo, es claro que la idea de contar el tiempo en meses y no en años no le salió bien al Gobierno.
Las Farc dicen que son víctimas y no victimarios
El discurso según el cual las Farc son víctimas y no victimarios ha sido una constante que, con apenas unos matices, su delegación en Cuba ha defendido incluso desde antes del inicio del proceso. Podría pensarse que ha sido uno de sus errores sistemáticos desde la declaración oficial de su vocero, “Iván Márquez”, en la instalación formal de la mesa en Oslo, Noruega, el 18 de octubre de 2012.
“No pueden ser más que un agravio los llamados instrumentos jurídicos de justicia transicional que apuntan a convertir a las víctimas en victimarios (…) Quien debe confesar la verdad y reparar a las víctimas son sus victimarios atrincherados en la espuria institucionalidad”, dijo el jefe de la delegación de paz de esa guerrilla en un discurso incendiario que, desde el primer momento hizo pensar que el camino no sería fácil.
Esa idea de que las Farc no son victimarios ha sido difícil de digerir hasta para quienes consideran que sí existen unas causas objetivas para la confrontación armada en el país y que organizaciones como esa guerrilla son causa y no causantes de condiciones, como por ejemplo, la pobreza y la exclusión del debate político.
Y es que de ahí a pensar que en su accionar armado las Farc no han dejado víctimas hay una enorme distancia. La reiteración de ese discurso ha generado en muchas ocasiones un ambiente difícil para el proceso y un rechazo casi generalizado a esa guerrilla.
Fue necesario que pasaran casi dos años desde el inicio del proceso para que las Farc reconocieran que han dejado víctimas civiles. Lo hicieron por primera vez en junio de 2014 por medio de un comunicado leído por el guerrillero “Pablo Atrato”: “Somos conscientes de que no siempre los resultados de nuestras acciones han sido los previstos o esperados por las Farc y asumimos sus consecuencias como no puede ser de otra manera. (…) Reconocemos explícitamente que nuestro accionar ha afectado civiles en diferentes momentos y circunstancias”.
A pesar de que varias delegaciones de víctimas viajaron a Cuba para sostener audiencias privadas con las delegaciones del Gobierno y las Farc, en declaraciones posteriores algunos negociadores guerrilleros han insistido en la idea inicial: “Nosotros nunca nos sentimos victimarios, no somos victimarios pero tenemos responsabilidad en hechos puntuales. Nuestra razón de ser no es agredir a la población, es luchar en su defensa”, dijo en febrero de este año “Pastor Alape” en una entrevista con Semana.
Uno de los últimos capítulos sobre el tema lo protagonizó Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, máximo comandante de las Farc. El pasado mes de octubre, en una entrevista con El Espectador, dijo que estarían dispuestos a pedir perdón a sus víctimas, pero no a su enemigo, en referencia a las Fuerzas Militares.
¿Y si las Farc atentan contra “alguna figura muy importante”?
“¿Qué me preocupa? Pues que comentan un acto de irracionalidad que vuelva imposible continuar, un atentado a alguna figura muy importante, algo que realmente haga explotar en mil pedazos el proceso”.
Esa declaración del presidente Juan Manuel Santos durante un foro del periódico El País, en Madrid, España, fue duramente criticada en Colombia por dejar en el aire la idea de que en el conflicto hay víctimas de segunda categoría y que la continuidad de los diálogos estaría supeditada a que las Farc no atentaran contra una de primera.
Ocurrió a finales de enero de 2014 y aunque no fue más que una declaración, algunos sectores de la oposición la archivaron para utilizarla poco después, en marzo de ese mismo año, cuando dos policías murieron en un ataque de la columna Daniel Aldana de las Farc en el departamento de Nariño.
“Espero que actúe en consecuencia y suspenda de manera de inmediata las negociaciones que de espaldas al país se realizan en La Habana. De no hacerlo, confirmaríamos, con tristeza, su desprecio por los colombianos del común que parecen ser ciudadanos de tercera para su gobierno. ¿En qué élite o grupo poderoso debe estar un compatriota nuestro para que a usted le merezca el calificativo de “importante”?”, dijo en ese momento, Óscar Iván Zuluaga, entonces candidato presidencial del Centro Democrático, en una carta enviada al presidente.
Desde entonces y durante varios meses, esas palabras del presidente durante su gira por Europa se convirtieron en caballito de batalla para criticar su posición luego de cada acción de las Farc.
La retención del general Rubén Alzate
Y llegó la “figura importante”. Una de las mayores crisis que ha enfrentado el proceso de paz en estos tres años se desató en noviembre de 2014 cuando guerrilleros del frente 34 de las Farc retuvieron al general Rubén Darío Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Titán y el oficial de más alto rango que ha caído en manos de esa guerrilla.
Al general Alzate lo acompañaba un cabo y una funcionaria civil del Ejército, y quedó en poder de la guerrilla luego de desembarcar en el corregimiento chocoano de Las Mercedes, a orillas del río Atrato. Catorce días después el general y sus acompañantes fueron liberados.
Hoy quedan muchas dudas sobre cómo un general se encontraba casi sin escolta en ese lugar, pero lo cierto es que el caso llevó al Gobierno a suspender provisionalmente los diálogos y a condicionar su continuidad a la liberación de Alzate y sus acompañantes.
Las críticas no solo fueron en contra de las Farc por una acción militar que puso en jaque el proceso. También se enfilaron contra el Gobierno porque, a juicio de algunos sectores, la decisión de interrumpir la negociación contradijo uno de los principios acordados para la instalación de la mesa: que nada de lo que ocurriera en Colombia podría afectar el curso de las conversaciones de La Habana.
El asesinato de los soldados en Cauca
El 14 de abril de 2015 un ataque armado de la columna móvil Miller Perdomo de las Farc dejó un saldo de 10 militares muertos en el departamento del Cauca y un retroceso en las conversaciones de paz. Para entonces la mesa había avanzado en un proceso para el desescalamiento del conflicto en el que la guerrilla había declarado un cese al fuego unilateral y el Gobierno la suspensión de los bombardeos.
Para muchos fue una violación evidente al compromiso de las Farc de acallar los fusiles y, aunque persisten dudas sobre la forma cómo sucedió este episodio, el presidente Santos tuvo que reactivar los ataques aéreos contra los campamentos guerrilleros. Poco tiempo después las Farc levantaron su cese al fuego.
A partir de entonces se desató uno de los mayores niveles de confrontación desde el inicio el proceso y fueron, además, cerca de dos meses de ataques continuados a la infraestructura energética y petrolera en diferentes departamentos del país.