En medio de la tensión que rodea a la campaña, conversamos con uno de sus líderes: Carlos Antonio Lozada.
En Noviembre de 2016, Carlos Antonio Lozada sorprendió a Colombia al entrar a un local de Arturo Calle en Bogotá para comprar una muda de ropa sport. Se trataba de la primera aparición espontánea de un miembro del secretariado de las antiguas Farc en público y transcurrió en total normalidad a pesar del ambiente de tensión que se vivía en los días posteriores a la derrota de los acuerdos en el plebiscito.
“Creo que ni me reconocieron”, comentó Lozada acerca de su primera visita de compras como civil.
Desde entonces, la situación ha cambiado: la semana pasada tanto Rodrigo Londoño (‘Timochenko’) como Iván Márquez fueron recibidos con protestas que terminaron en violencia durante sus actos de campaña y tuvieron que cancelar eventos de sus giras por el Eje Cafetero y el sur del país respectivamente. Lozada, por su parte, sigue andando por Bogotá en medio de una aparente normalidad aunque, eso sí, escoltado por un comitiva de hombres y mujeres armados que lo acompañan en dos camionetas blindadas.
En medio de un ambiente de hostilidad contra la campaña política de su partido, que este miércoles tuvo un nuevo desafío con el paso de Londoño por Cali, ¡Pacifista! se sentó con Lozada para hablar acerca de las primeras impresiones de su partido, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, ahora que comienzan campaña.
¿Qué ha cambiado desde ese día que usted estuvo en Arturo Calle sin problemas y los incidentes que se presentaron con su candidato presidencial el fin de semana?
Desde ese momento yo me he estado moviendo fundamentalmente en Bogotá, pero también por otras áreas del país y hasta ahora no me he encontrado con ninguna hostilidad. Obviamente el contexto actual, determinado por la campaña electoral, tiene otras connotaciones.
Hace unas horas estaba reunido con un camarada que estaba acompañando a ‘Timo’ en Quindio y me informa que lo que sucedió en Armenia fue provocado por un grupo de no más de 30 personas aupado por unos cuantos agitadores con un celular y un plan establecido. En Quimbaya estuvo coordinado por una dirigente del Centro Democrático y 10 expolicías.
Ellos quieren dar la imagen de que esto es algo generalizado y creciente, pero estamos ubicando que se trata de un grupo –vaya a saber financiados por quien– de provocadores que buscan afectar la campaña electoral.
¿Cómo los están ubicando?
En las redes sociales encontramos unos audios que llamaban a multiplicar esta clase de acciones y daban número de contacto. Alguien llamó a este número y le contestó un periodista reconocido.
¿Se refiere a Herbin Hoyos?
Sí, él se identifica como parte de un comité que envió gente a lo de Armenia y que lleva gente a otras partes si es necesario.
Pero, ¿No cree que también hay algo espontáneo en esta clase de manifestaciones de rechazo?
Eso puede darse. Nosotros no estamos negando que, por las razones lógicas del conflicto, puedan presentarse situaciones espontáneas con la gente. Las respetamos y las asumimos. Frente a eso, les extendemos una mano para invitarlos a entender la dinámica de un proceso de paz. Tenemos que comenzar a reconciliarnos y abrir los espacios para tener un debate de ideas de manera respetuosa.
Yo escuché los audios a los que usted se refería hace un momento y, aunque el lenguaje de la convocatoria puede ser fuerte, uno se pregunta si sus opositores no tienen un derecho legítimo a movilizarse y manifestarse en su contra…
Sí, pero cuando suceden casos como el de Armenia, donde afectaron unos vehículos o en Quimbaya, donde tengo entendido que se llegó a la agresión física, estas manifestaciones comienzan a rayar con la violencia. Hay una línea muy delgadita que se cruza cuando se pasa de la agresión verbal –que incluso tiene límites como el delito de injuria y la calumnia– a la agresión física.
A ustedes les han reclamado mucho un acto de perdón público frente a la sociedad, ¿vamos a verlo durante la campaña?
Lo hemos venido haciendo: lo hicimos en Bojayá, lo hicimos en La Chinita, lo hicimos frente al pueblo vallecaucano en el caso de los diputados, también lo hicimos frente a las víctimas del club El Nogal y ahora estamos trabajando frente a una serie de actos tempranos de reconocimiento de verdad. Esa es una decisión política que no obedece a la campaña, es algo que venimos haciendo desde antes de firmar los acuerdos y que vamos a seguir haciendo.
Ustedes asumieron la decisión de lanzarse a la política antes de pasar por la Justicia Especial para la Paz (JEP). ¿No cree que eso podría terminar comprometiendo la verdad y la justicia en el posconflicto?
Hay un momento decisivo en la negociación de La Habana que fue la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Al crearse, se está diciendo que es necesario contar un relato distinto al de los últimos 14 años de confrontación.
La Comisión y la JEP fueron creadas para que asistiéramos no solo los excombatientes, sino todos los actores involucrados en ese relato. Lo que pasó es que durante el trámite legislativo de los acuerdos algunos sectores políticos cerraron la posibilidad de que otros actores –(los altos mandos militares, los denominados terceros y los funcionarios del Estado) comparecieran ante la JEP.
Nosotros seguimos comprometidos con la verdad, los que se sustrajeron de ese compromiso son los sectores que hoy en día son predominantes en el Congreso: Cambio Radical, el Centro Democrático, algunos sectores del gobierno y el partido Conservador. No es la Farc la que quiere hacer política sin cumplir compromisos.
Pero en aras de esa verdad y del funcionamiento de la comisión ¿No sería más sencillo cumplir esos compromisos antes de salir a buscar los votos?
Pues sería más sencillo si todos honraran los compromisos. Pero no puede ser que se le exija esa condición a la Farc y al resto de sectores, que tienen una inmensa responsabilidad en el conflicto, no. Para que sea justo este acuerdo debe ser para todos.
Desde la izquierda les hacen un reclamo distinto: consideran que ustedes están entrando a competir por un electorado que ellos vienen cultivando desde hace años. ¿No están dividiendo aún más a la izquierda?
En un primer momentos no íbamos a lanzar un candidato presidencial propio. Nosotros en el mes de septiembre del año pasado propusimos un gobierno de transición que fuera fruto de una convergencia y que tuviera como común denominador no solamente la defensa de la paz y de los acuerdos, sino la necesidad de realizar ese potencial transformador que contienen los acuerdos.
Desafortunadamente, y esa una característica de la izquierda colombiana, no hemos logrado estar a la altura de las circunstancias históricas y nos fragmentamos por aspiraciones personales o de grupo. Cuando entendimos que esa propuesta no fue recogida, lanzamos la candidatura de ‘Timo’.
Nosotros no aspiramos a competir por un electorado de izquierda que ya tiene una opinión formada. Nuestra apuesta va dirigida a ese 60 por ciento de colombianos que no participa en política, ahí consideramos que está la base política sobre la que esperamos construir una propuesta alternativa de país.