"Colombia, tierra de luz" es un proyecto fotográfico que vincula a los que han sufrido el conflicto en su propia reparación. Hablamos con su creador.
“Colombia, tierra de luz” es un proyecto del fotógrafo y arquitecto Santiago Escobar-Jaramillo que rompe todo lo que nos imaginamos cada vez que escuchamos las palabras ‘reparación de víctimas’. Esta obra se compone de actos simbólicos, de las acciones de las mismas víctimas, que a partir del diálogo y reflexiones crean algo con sus manos; se inventan una manera de iluminarse para llegar a una sanación.
Santiago decidió visitar comunidades vulnerables a la violencia, al desplazamiento, a la injusticia e inequidad. Llegaba a las comunidades y dependiendo de diversos factores, se reunía con grupos de entre 300 o 60 personas, de una sola o varias familias, inclusive con una pareja o una sola persona. A partir de ahí, los sentaba durante la noche a preguntarles por lo que han vivido, qué han tenido que superar y qué no han podido olvidar. Durante la conversación surgían ideas de cómo iluminarse a ellos mismos y a su entorno.Podía ser cualquier cosa: la luz de la luna, luces LED, celulares, fogatas, etc. Luego, Santiago les tomaba las fotos.
Dice que la violencia en Colombia es un “gran momento negro en nuestra historia”, pero que hay ciertos momentos donde se ve la luz.
La obra parte de que hablar de ciertos sentimientos y contar determinados eventos hace que se vea la luz. Fue así como las personas se sintieron capaces de decir en voz alta cosas que nunca antes le habían expresado ni a sus propios familiares. Los niños contaban una versión de los eventos desde su punto de vista y, aunque resulte paradójico, podían olvidar la tristeza durante unos minutos, o permitirse sentirla para empezar a sanar.
Santiago y su familia también han sido víctimas de la violencia. Cuando tenía 11 años, mataron a su tío Guillermo. Hoy recuerda que por mucho tiempo tuvo trabajo para dormir en las noches. En algún momento su mente infantil creó un cubo de hielo que lo protegía de las balas y lo tranquilizaba. A partir de ahí se dio cuenta de que procesos creativos podrían ayudar a otros a sanar. Así nació este espacio simbólico, en medio de la oscuridad, para que protegiera y reparara a las víctimas del país.
Además de su historia familiar, al graduarse del colegio, Santiago se enroló en el Ejército y lo mandaron para el Sinaí, donde su principal función fue de fotógrafo –nunca antes había tomado una foto–. No obstante, advierte que disparó un fusil antes que un obturador. De ahí nació su pasión por la fotografía y su profunda curiosidad sobre el conflicto armado. “A través de la fotografía podía contar historias y ver el mundo diferente”, dice, y después de estudiar arquitectura supo que quería unir las culturas urbanas, el conflicto armado y la fotografía.
Las conversaciones con las víctimas generalmente empiezan con una pregunta simple. “¿Cuál es tu tesoro más grande?” puede ser uno de los interrogantes. Una mujer alguna vez contestó que a su esposo lo habían asesinado y que su tesoro más grande siempre había sido su familia. Mientras hablaba, sus hijas decidieron cobijarla con una cinta de luces LED como un homenaje. La foto muestra esa unidad familiar que había entre ellas, dice Santiago.
Santa Rita, Magdalena, es una de las intervenciones más grandes que ha hecho. Cuando llegó al pueblo, se dio cuenta de que había una parte totalmente abandonada. Reunió a 300 personas del pueblo para ir a iluminar con fuego las casas vacías de aquellos que se desplazaron.
Santiago cree que el solo hecho de que una persona de a pie, no una institución ni una organización, se preocupe por la sanación de las personas, que se siente a hablarles de manera genuina y trate de entender su realidad, hace que la gente se sienta valiosa. Se sienta que importa.
Aquí puedes ver todo el trabajo de Colombia, tierra de luz.