Los últimos meses del Gobierno Santos son claves para que haya un futuro en la negociación de paz con el ELN.
Las negociaciones entre Gobierno y ELN se hicieron de conocimiento público en febrero de 2017, cuando se estableció una mesa de diálogo en Quito, y su característica fundamental ha sido pasar por una larga serie de interrupciones que iban desde ataques y atentados del grupo armado, hasta falta de avances concretos en la agenda. El cambio más reciente vino con la necesidad de mudar la sede de los diálogos ante la negativa de Ecuador de continuar como anfitrión. El gobierno del país vecino tomó la decisión de apartarse del proceso tras el asesinato de tres periodistas ecuatorianos a manos de disidencias de las Farc.
Las delegaciones de los diálogos se trasladaron a La Habana, Cuba –el mismo lugar desde donde se desarrollaron las negociaciones con las Farc–, y a partir del 10 de mayo de este año se inició el quinto ciclo de conversaciones. Sin embargo, no es ese el remezón más grande que podría enfrentar la mesa. El cambio de sede bien podría ser una anécdota menor comparada con la llegada de un nuevo gobierno a partir del 7 de agosto próximo. Iván Duque y Gustavo Petro representan dos posibilidades que, por lo menos de entrada, podrían proyectar cierta incertidumbre.
Para empezar, vale decir que el progreso de este proceso puede verse desde dos perspectivas: por un lado, se puede pensar que su ritmo ha sido lento e improductivo, pues en más de un año las partes no han podido solventar el primer punto de su agenda (la participación de la sociedad civil para la construcción de paz). Por otro lado, puede verse como un proceso que ha llegado lejos, pues en las tentativas anteriores de diálogos –en los Gobiernos de Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe– estos no habían superado ni siquiera la fase de negociación exploratoria.
Para Víctor de Currea-Lugo, experto en el ELN y asesor recurrente de las delegaciones, “el proceso actual no depende de la mesa en sí, sino de variables como el asesinato de líderes sociales, la presión de Estados Unidos (recordemos que el Gobierno Trump no ve con mucho entusiasmo los diálogos), y claro, las elecciones presidenciales”. De Currea-Lugo considera que la mesa está estable, que los términos son adecuados pero que el futuro de esta negociación depende justamente de este último factor más que de ningún otro.
Gustavo Petro aseguró que su intención es continuar con los diálogos con el ELN si llega a la presidencia, aunque no le cerró del todo la puerta a continuar con intervenciones militares en caso de que los acuerdos no lleguen a buen término. Iván Duque está en la orilla opuesta, pues propuso acabar con la negociación en caso de ser presidente, a menos que se den algunas condiciones por parte del ELN como su desarme y concentración. Esa idea, en este momento luce inviable y remota.
Con este escenario, parece que la única forma de que los diálogos sobrevivan es si Petro sale vencedor en la segunda vuelta. Sin embargo, hay más opciones. Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, opina que la continuidad “va a depender mucho de lo que haya avanzado la mesa en los menos de 90 días que quedan del Gobierno Santos. Hay dos cosas que se pueden idear en este tiempo: el cese bilateral al fuego y el modelo de participación social (el primer punto de la agenda)”. Según el analista, una conquista de este tipo sería un anclaje para que un nuevo gobierno valore de mejor forma el proceso.
La perspectiva de Augusto Osorno, líder social y analista de conflicto, es que terminar los diálogos con el ELN sería darle continuidad a una confrontación sin una posibilidad real de terminarla, al menos en un tiempo cercano: “derrotarlos de manera militar es muy complicado por las condiciones legales, la corrupción, el narcotráfico y la manera en la que operan en los territorios. Por ejemplo, ¿cuántos hombres están buscando al tal ‘Guacho’ (de las disidencias de las Farc) y no han podido dar ni siquiera con el paradero de los periodistas ecuatorianos asesinados?” Hay que recordar que el número de combatientes del ELN es de 1.500 efectivos (aunque Pablo Beltrán, jefe negociador de este grupo, afirma que son más), que operan en el oriente, nororiente y occidente del país.
Un cese al fuego para la confianza
En los últimos meses han sido anunciados varios ceses al fuego bilaterales entre el ELN y las Fuerzas Armadas. Hubo uno para las elecciones legislativas del 11 de marzo, y en este momento está en curso otro que la guerrilla anunció para que durara cinco días a partir del 25 de mayo, con motivo de las presidenciales. Antes de estos dos hubo otro cese, que duró desde el 1 octubre de 2017 al 12 de enero de 2018 (101 días) y representó un desescalamiento importante de la violencia en las zonas de influencia de la guerrilla.
Quizás la mejor forma en la que los acuerdos puedan continuar es si las partes logran concertar otro cese al fuego duradero que se extienda incluso hasta la llegada del próximo presidente. Ariel Ávila opina que “si hay un cese bilateral y un gobierno eventual lo acaba, todos los muertos se los van a echar a ese Gobierno encima”. También apunta que este hipotético cese al fuego, al evitar los atentados contra oleodutos y torres de energía, que lamentablemente son los más recurrentes por parte del ELN, puede ayudar a que haya una presión de los dueños de estas economías para que se continúe con los diálogos. “Eso podría darle un aire al proceso”.
Augusto Osorno coincide, pero enfatiza en que la presión para continuar con las charlas de paz puede venir de la ciudadanía: “Duque ha dicho que el ELN se tiene que concentrar, pero lo que yo veo es que hay que hacer un cese al fuego. Hay que generar confianza para que el pueblo colombiano pueda sentir que sí hay posibilidades de paz. De ahí, yo esperaría que el próximo presidente entienda que la guerra no es el camino, que en la guerra perdemos todos y que hay que buscar, aunque nos demoremos dos o tres años, que los del ELN vean que la lucha armada ya no tiene vigencia, que es ahistórico y que el pueblo colombiano está mamado de la guerra y la violencia”.
Una fuente cercana al proceso nos contó que las negociaciones, en este momento, van por buen curso: “la mesa no está en crisis, está funcionando. Las delegaciones están trabajando, el clima de trabajo está mucho mejor que el del año pasado, se están haciendo borradores incluso con la participación de militares en servicio activo y hay un proceso de negociación ya de los términos del nuevo cese al fuego”. Incluso, según El Tiempo, las partes están en proceso de concretar un cese al fuego bilateral que va a durar hasta después del 7 de agosto. Con este panorama, el mayor reto está en lo que las delegaciones puedan lograr antes de que se acabe el Gobierno Santos para que se pueda considerar una posible continuidad.