La paz y la memoria que están tejiendo las excombatientes de Caño Indio, en el Catatumbo | ¡PACIFISTA!
La paz y la memoria que están tejiendo las excombatientes de Caño Indio, en el Catatumbo Foto: Ángela Martin Laiton
Leer

La paz y la memoria que están tejiendo las excombatientes de Caño Indio, en el Catatumbo

Colaborador ¡Pacifista! - diciembre 14, 2020

"Queremos tejer una nueva historia a través de puntadas". Esta es una conversación con mujeres que dejaron sus armas y ahora le apuestan a la construcción de paz en esta región de Norte de Santander.

Compartir

Por: Ángela Martin Laiton*

 

Un terreno arenoso, arcilloso e inhóspito abre el camino hacia el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR). Desde Tibú, en Norte de Santander, hay que recorrer unas dos horas hasta Caño Indio. Los cordones de seguridad van anunciando la llegada. Después de un montón de casitas al borde de la carretera, un letrero gigante que se va envejeciendo dice: “ETCR El Negro Eliécer Gaitán, bienvenida la gente del común”

Se abre paso una vía destapada con casas organizadas en lo que parece un barrio en construcción. Lavaderos y baños comunes, murales coloridos que distintos colectivos vinieron a pintar, una escuela, gente reunida conversando en una esquina. El paisaje de cualquier lugar de la ruralidad colombiana. Una foto a todo color que revela con mucha lucidez un Estado ausente. 

Al final está la casa de Karina, en donde acordamos el encuentro. Ella nos observa sentada en la puerta. Es una mujer con una presencia fuerte, observadora y desconfiada. Tenemos una conversación cotidiana del clima y el paisaje, luego vamos a revisar el taller de confección que montó en su casa. Dos máquinas, una mesa gigante que nunca cabría por la puerta o la ventana en la mitad de todo. La mira y nos cuenta con gracia que rompió una pared para meterla. Veo la pared y está completamente restaurada. Tiene un montón de tapabocas cortados que ha estado confeccionando en el contexto de la pandemia. Cada uno trae un mensaje en una cinta, el de las mujeres que se reincorporaron y tienen una apuesta por y para la vida: “Contágiate de esperanza” y “Protégete del odio”. 

Claudia llegó minutos después, venía caminando despacio, al paso de una niña de menos de dos años que traía de la mano, debajo de una sombrilla que las cubría del sol brillante del mediodía. Un calor espeso lo inunda todo. Nos saludó con tranquilidad y se sentó a esperar. Las dos llevaban puestas las camisetas de Comprocat, la Cooperativa Multiactiva de Producción y Comercialización del Catatumbo. “Con la personería jurídica de esta cooperativa es que estamos trabajando aquí como reincorporados, porque realmente no teníamos una figura que nos acompañara jurídicamente para construir nuestros procesos ante las diferentes instancias, así que Comprocat es el sombrero con el que desarrollamos nuestras iniciativas”, dice Karina, orgullosa de su camiseta. 

 

Mujeres_Exfarc_Caño_Indio
Foto: Ángela Martin Laiton

 

A punto de iniciar la entrevista llegó Katherin, venía caminando despacio por un malestar en la espalda. Le buscaron cojines para acomodar la silla y que pudiera sentarse. Cada una va contando su propia historia, que también es la historia de todas, las razones por las que ingresaron a las Farc, la vida recorrida en una guerra que vivieron por más de veinte años. Cada quien va ubicando una región en la que creció, las dificultades para acceder a la educación, para manifestarse políticamente, para encontrar un lugar. Estaban sorprendidas porque tenían lugares comunes antes de la guerra y nunca, en todos estos años, se habían dado detalles de quiénes eran. 

 

“Cuando nosotras ingresamos, teníamos un pseudónimo. Nadie sabía nuestro nombre, muy poco se sabía de nuestras familias o de los niveles de estudio de cada una. Nada. Una era una combatiente más. Entonces, nosotras no sabíamos cosas, hasta ahora nos hemos ido enterando. Algo que me ha impactado mucho en el trabajo como enlace de la Comisión de la Verdad, haciendo las encuestas aquí para presentar el informe final y saber quién es la gente, son las historias de vida, por qué ingresaron, qué los motivó. ¿Qué es lo que ha ocurrido en este país que permitió que existiera esta guerrilla?”, pregunta Katherin viendo a sus compañeras. 

 

“Yo crecí en una familia numerosa, quería estudiar. Pero era imposible en ese momento”, dice Claudia después de sacar una hamaca de la maleta y dormir a su bebé. “Yo creo que el camino que más de uno decidimos estuvo marcado por la falta de oportunidades. Una de las cosas que aprendí dentro de la organización fue a trabajar en odontología. Nosotros recibimos un curso bastante extenso de más de dos años. Después empezamos a desarrollar la actividad y con la práctica se va aprendiendo. Me fui volviendo ducha en ese trabajo y prácticamente la mayor parte del tiempo que estuve en las filas fue como odontóloga”. 

Una de las primeras cosas que Claudia hizo como firmante de paz fue viajar a Bogotá para homologar sus conocimientos en salud oral. Después de la charla, caminamos hasta su casa, cercada con madera y pintada de un verde vivo, se hizo a un jardín florido y una huerta con su compañero. El proyecto es poder ejercer como odontóloga en los años que vienen.  

Con los acuerdos de paz incumplidos ampliamente, muchos excombatientes han salido del ETCR para buscar a sus familias y tratar de sobrevivir en otro lugar. “Desde mi punto de vista, la principal dificultad que nosotros hemos encontrado es esa astucia tan tremenda que ha utilizado el Gobierno para desinteresar a los nuestros de los procesos colectivos. Y claro, nosotros llegamos a una parte donde no tenemos nada. Nosotros como integrantes de las antiguas FARC estábamos acostumbrados a estar a toda hora en diferentes actividades, no estábamos acostumbrados a estar quietos. Nos traen aquí a un escenario de cuatro paredes en donde no se sabe qué hacer. Amanece y anochece y es todo lo mismo”, dice Karina. 

 

Mural_mujeres_Caño_Indio
Foto: Ángela Martin Laiton

 

Aún con muchas cosas en contra, son conscientes de la importancia de reconocer en la paz un proceso a largo plazo que necesita trabajo y constancia. En este momento, el ETCR cuenta con dos proyectos colectivos andando: uno de ganado y otro de gallinas ponedoras. “En el caso del ganado también le ha servido a los campesinos cercanos que pueden venir a pesar sus vacas. Finalmente, queremos que haya servicio comunitario. Nos debemos a las comunidades. Las comunidades fueron nuestra razón de ser”, cuenta Katherin con una voz pausada. Ella ha estado activa en varias responsabilidades con distintas instituciones y en este momento, junto a otras mujeres, gestiona el proyecto ‘Puntadas por la paz’.

“El proyecto incipiente que tenemos y va andando es el taller de confecciones. También va relacionado con las mujeres de la comunidad, siempre tratando de mantener el tejido social que teníamos antes. Es una visión del Consejo Nacional de Reincorporación, en el que los proyectos no sean exclusivamente nuestros sino que nos vinculen. Queremos tejer una nueva historia a través de puntadas, en donde las mujeres reincorporadas tejamos nuestras memorias, sueños e ilusiones. También, a través del tejido, queremos solucionar un poco la situación económica, para cuidarnos y protegernos mutuamente. Seguir haciendo camino”, agrega Katherin. 

El taller se inauguró el pasado 25 de noviembre, justo el Día de la no violencia contra las mujeres. Todavía faltan algunos insumos que esperan se puedan ir adquiriendo en el camino. Karina reafirmó su compromiso con el pueblo colombiano para la construcción de paz, todas desde sus propios recursos luchan por mantenerse firmes ante él. “El Acuerdo de paz en su espíritu está bien elaborado. Si nosotros nos ponemos a estudiar los acuerdos desde el primero hasta el sexto ahí está la herramienta para buscar mejores condiciones de vida para todos los colombianos. No es lo mismo luchar sola que luchar en colectivo”, dice. 

La guerra ha sido un proceso doloroso que nos ha costado muchísimo, quizás la equivocación de muchos de nosotros ha estado en creer que la paz iba a ser rápida, visible o mágica. La paz nos cuesta mucho más porque nos convoca a todos, a los que nunca empuñamos un arma y a los que sí, a las personas que queremos pero también, y principalmente, con quienes tenemos profundos desacuerdos. La paz es un camino difícil y siempre inacabado que vale la pena. 

 

*Laiton hacer parte de Pacificultor, un medio de comunicación que apenas está arrancando y que narra cómo se construye la paz en el Catatumbo. A ella la pueden seguir por acá y a Pacificultor por acá.