Desde hace casi dos años y en los laboratorios del Sena, Julián Molina ha estado diseñando un pipa para reducir el daño.
Julián Molina quiere hacer que consumir la droga más dañina de Colombia sea un poquito menos peligroso. Desde hace dos años, este químico viene trabajando en una pipa “segura” para fumar basuco y está muy cerca de terminarla.
¿Pero cómo inventar un instrumento seguro para consumir una droga cuyo nombre es un acrónimo para la base sucia de cocaína?
Eso que en Bogotá llamamos “basuco” es principalmente pasta base de coca, un paso intermedio en la elaboración del clorhidrato de cocaína (el famoso polvo blanco). A comparación del polvo, la pasta base es más barata de producir y diferencia del clorhidrato, se puede fumar. Esto hace que sus efectos se sientan de manera más potente, casi inmediata y seguidos de un brusco bajón.
Al igual que otras cocaínas fumables, como el crack de los gringos, el basuco es mucho más potente y también más dañino que la cocaína esnifable. En 2012 una investigación realizada por la universidad federal de Sao Paulo—ciudad que tiene su propio problema con la cocaína fumable—encontró que al ser expuesta al fuego, la sustancia libera anhidroecgonina metil éster (AEME), una sustancia que no se encuentra en la cocaína ‘refinada’ y que aumenta su neurotoxicidad.
En sus investigaciones, Molina encontró que, aparte de ser más tóxica que la cocaína normal, en Colombia la pasta base de coca se fuma en pipas que la hacen aún más dañina. A punta de prueba y error, los consumidores de basuco –que según el más reciente Estudio de consumo de sustancias son unos 27 mil en todo el país, la enorme mayoría, habitantes de calle– han logrado estandarizar un diseño de pipa que ellos mismos fabrican a partir de un trozo de tubo PVC, una moneda antigua de 50 pesos y el cuerpo vacío de un Kilométrico.
El diseño satisface varias de las necesidades específicas de los consumidores: se puede desarmar y esconder por partes ante una eventual requisa, es virtualmente irrompible y tiene una mayor capacidad que, digamos, unas de esas pipitas chiquitas y baratas para fumar marihuana.
“El problema —dice Molina– es que estos materiales no están diseñados para calentarse y al hacerlo liberan sustancias que son aún más neurotóxicas que el propio basuco”.
Durante 2016, Julián Molina adelantó un estudio de diagnóstico de la población consumidora de basuco de Bogotá con la corporación Acción Técnica Social. Al investigar acerca del PVC y los demás plásticos que usan los consumidores para hacer sus pipas, encontró que al ser expuestos al fuego liberan sustancias tóxicas como cloruro de hidrogeno, que es un irritante, y monóxido de carbono, que es asfixiante, y otra docena de tóxicos.
“Mi idea era diseñar un aparato que permita la aspiración de cocaínas fumables sin necesidad de exponer al consumidor a todos estos tóxicos adicionales”, dice Molina –quien es químico farmacéutico de profesión.
Con esta propuesta, Molina se acercó en octubre de 2015 al Tecnoparque del Sena, una iniciativa que ofrece a los inventores locales apoyo técnico, acceso a equipos y básicamente todo lo que no sea dinero para hacer realidad un prototipo de su creación.
“Ninguno de los demás ingenieros quería tomar este proyecto al principio” explica el ingeniero aeronáutico Eduard Gomez, quien trabaja asesorando a los inventores que se acercan al Tecnoparque. Desde noviembre de 2015 Gómez ha venido trabajando con Molina en la creación de su pipa segura para fumar basuco: “Incluso estuvimos un día sentados con habitantes de calle pidiéndoles que nos enseñaran como hacer una pipa”, recuerda el Gomez– quien en más de tres años de asesorías, nunca había aconsejado a un inventor de pipas.
¿Por qué no ahorrarse todo este trabajo y copiar uno de los diseños de pipas para fumar marihuana que ya existen en el mercado?
“La idea era llegar a un artefacto que le resultara propio y familiar a la población consumidora de basuco de Bogotá –explica Molina. Ya existen muchos diseños de pipas no toxicas para cocaínas fumables, pero casi todos son de vidrio; están pensados para uso en centros de consumo supervisado, no para el contexto de calle en el que se mueven los consumidores de Bogotá. Aquí podrían romperse y hasta convertirse en armas”.
La pipa a la que Molina ha llegado luego de 20 meses de trabajo se encuentra protegida bajo el número de patente NC2016/0003908. El diseño conserva una forma similar a la de las pipas que hacen los consumidores en la calle, es desarmable e incluye una boquilla intercambiable inspirada en una que los consumidores improvisan a partir de la punta de un kilométrico.
Durante mayo y junio de este año, Molina y Gómez han venido imprimiendo en 3D las partes del primer prototipo de la pipa, pero aún no es el modelo definitivo: hasta ahora solo es una figura plástica, como la mayoría de pipas “no seguras” que existen hoy en la ciudad. “Lo que viene es llevarle este diseño a la población consumidora para que ellos nos hagan las correcciones necesarias y podamos comenzar a construir los primeros prototipos funcionales”, dice Molina.
El creador de la pipa segura para fumar basuco afirma estar buscando recursos para producir las primeras unidades en algún material no tóxico y resistente al fuego—seguramente aluminio. Con estas pipas espera poder hacer las primeras pruebas con consumidores de basuco en calle.
Cabe preguntarse ¿cuál es el beneficio real de hacer que una de las drogas más dañinas que se consumen hoy en Colombia sea un poquito menos dañina?
“La idea de esto no es salir a la calle, entregar el artefacto y ya –responde Julián– esto funciona si forma parte de una estrategia más amplia de salud pública en la que esta población tenga acceso a derechos y recursos en salud”.
“La pipa sería una excusa para que ellos se acerquen y se apropien a estos servicios”, asegura su creador.
Por el momento Julián anda tocando puertas de financiamiento, buscando a alguien que esté interesado en invertir dinero para hacer que fumar basuco sea un poquito menos peligroso para la salud de quien la consume.