Es común observar polarización en cuestiones políticas: visiones más conservadoras confrontadas con enfoques más liberales, Estado de derecho frente a políticas más neoliberales. En general, las posturas más distantes suelen destacar en cualquier debate político (lo que no significa que no existan posturas medias o críticas). Esta confrontación, lejos de fomentar un diálogo constructivo, a menudo cae en caricaturas y ridiculizaciones mutuas que obstaculizan la comprensión entre las partes
Las redes sociales, con su capacidad para mostrarnos lo que queremos ver, contribuyen a que nos encerremos en burbujas informativas que refuerzan nuestras propias convicciones, limitando así nuestra exposición a perspectivas divergentes. Esto nos convierte, de alguna manera, en prisioneros de los algoritmos, en una suerte de cárcel digital que nos impide acceder a información que desafíe nuestros propios prejuicios y paradójicamente, vivimos de la dopamina que nos provee aquel ‘custodio’ llamado internet.
Uno de los debates más destacados en este contexto de polarización es el relacionado con los estudios de género, los feminismos y las teorías queer. Un caso destacado es el de Corea del Sur, un país miembro de la OCDE, que según The Economist Intelligence Unit es el peor país desarrollado para ser una mujer trabajadora. Además, según la última encuesta de Gallup, Corea del Sur es el país que presenta la mayor brecha ideológica.
“(…) brecha ideológica que existe entre menores de 30 años en países de todos los continentes” afirma la investigadora Alice Evans de la Universidad de Stanford.
Si bien este país ejemplifica lo que está sucediendo, no es el único en el que los hombres tienden a ser más conservadores y las mujeres más progresistas. Este fenómeno, que pareciera que se va a ir agravando y aumentando, se observa también en países como Estados Unidos, Alemania y Reino Unido.
En situaciones extremas, como ocurre en países como Corea del Sur, se ha observado una drástica reducción en la tasa de natalidad. Este fenómeno, que tiene múltiples causas además del empoderamiento femenino, ha llevado al gobierno surcoreano a implementar medidas como la extensión de la licencia de paternidad a 18 meses. Esta disminución en los nacimientos podría tener repercusiones económicas en el futuro, afectando la productividad y el intercambio intergeneracional de trabajo, así como contribuyendo al envejecimiento demográfico.
La politización de las mujeres
La politización de las mujeres ha sido un proceso gradual que se remonta a las décadas de los 70 y 80, con un incremento notable en la participación política femenina a nivel global. Este cambio ha variado en velocidad según el país, algunos avanzando más rápidamente que otros. No obstante, según datos de la encuesta Gallup, los últimos 10 años han sido testigos del mayor distanciamiento ideológico entre hombres y mujeres, ampliando aún más la brecha existente.
Enumerar todas las razones detrás del aumento en la brecha ideológica resulta complicado, ya que los fenómenos sociales se nutren de una variedad de factores que varían de un contexto a otro. Sin embargo, es relevante mencionar algunos factores que podrían influir en estos diferentes escenarios:
- Algunos sectores y partidos políticos de derecha han adoptado una agenda antifeminista.
“Al arremeter contra las políticas de igualdad de género o los derechos reproductivos, es lógico que no les votemos y que apoyemos a opciones que puedan servir de dique de contención contra ese discurso” – Silvia Claveira (España), politóloga y autora de “El feminismo lo cambia todo: un relato sobre la lucha contra el patriarcado”
- Una cultura altamente meritocrática, lo que sumado a las crisis económicas post-covid19, problemas de precarización laboral puede llegar a aumentar la conflictividad y el individualismo
- La concepción de los derechos como una “torta” en la que ganar derechos para ciertos sectores (en este caso, mujeres) significaría la pérdida de derechos para otros (hombres), es una falacia que no se ajusta a la realidad.
Estas últimas dos razones, según la profesora de sociología en la Escuela para Políticas Sociales, Sociología e Investigación Social de la Universidad de Kent, Chung Hee-jung
Lo violento en hombres y mujeres
Las mujeres están llenando las calles cada 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora) y cada 25 de noviembre (Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer). Estas marchas no son meras coincidencias; cada vez se llevan a cabo con más entusiasmo y una mayor participación. Estos eventos son una oportunidad para que las mujeres recuerden a la sociedad que, aunque han logrado avances significativos, todavía queda un largo camino por recorrer para alcanzar la equidad y erradicar la violencia contra la mujer. Es crucial tener presente que, según datos de medicina legal hasta septiembre de 2023, las mujeres siguen siendo las principales afectadas por la violencia intrafamiliar y de pareja en comparación con los hombres.
Cuando se presentan todas estas cifras, argumentos y estudios que buscan visibilizar la problemática en torno al patriarcado y las violencias hacia las mujeres, surge el argumento del “No todos los hombres” o “a los hombres también nos matan” como una forma de “defensa” basada en la premisa de la “torta”. Y aunque estos argumentos suenan meramente a excusas que invalidan la lucha de las mujeres por la igualdad de género, también es importante reconocer la forma en que los hombres sufren violencia. La tendencia en cuanto a la cantidad de asesinatos de hombres es significativamente superior a la de mujeres, sin olvidar que esta violencia ejercida hacia hombres es ejercida por otros hombres.
Según el Estudio Global sobre Homicidios de la ONU, que ofrece una radiografía detallada de las muertes violentas en el mundo hasta 2021, la diferencia en la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, al hacer la distinción entre hombres y mujeres, es considerable. Mientras que para los hombres la tasa es de 9,3 casos, para las mujeres es de 2,2 casos. Esta disparidad es particularmente alarmante en hombres jóvenes, quienes son tanto autores como víctimas de estos homicidios.
En América, la situación es aún más preocupante, con una tasa de 53,6 víctimas masculinas por cada 100.000 habitantes, el doble del promedio de homicidios masculinos (27) y más de cinco veces la tasa global (9,3). Es innegable que los perpetradores de estas dinámicas violentas son predominantemente hombres, pero reconocer la violencia que afecta a los hombres no debe minimizar la lucha contra la violencia de género que sufren las mujeres.
Claridades sobre el patriarcado y los roles de género
Los sectores conservadores a menudo utilizan el término “ideología de género” de manera despectiva para tachar de inmorales, anormales y descalificar a quienes defienden el respeto por las personas LGBTIQ+, mezclando conceptos y sin tener una comprensión clara de lo que realmente implica este término. Por esto, es esencial recordar que:
El sexo se refiere a características biológicas, mientras que el género es la construcción social y cultural que se relaciona con esas características biológicas.
En nuestra sociedad, lo masculino se asocia comúnmente con cualidades como el éxito laboral/empresarial, la fuerza, la valentía, la autonomía en la esfera pública como la política. Por otro lado, lo femenino se asocia a menudo con estar en el hogar, realizar las tareas domésticas, la docilidad, la sensibilidad y la dependencia de la figura masculina.
Sin embargo, es importante destacar que estas asociaciones son construcciones sociales y no determinan inherentemente las capacidades o roles de cada persona.
A pesar de los avances, en ocasiones cuando las mujeres buscan participar en ámbitos políticos, laborales y obtener libertad y autonomía sobre sus cuerpos, los sectores conservadores a menudo reaccionan con escándalo o con atribuciones a “será que estuvo con el jefe”, o comentarios de ese tipo dando por sentado que la persona no tiene capacidades suficientes para ese cargo. Esto se intensifica en tiempos de crisis económicas, donde surgen más razones que explican la existencia de esta brecha entre géneros.
En resumen, la lucha contra el patriarcado y la búsqueda de equidad de género no se trata de desacreditar lo masculino, sino de reconocer y desafiar las construcciones sociales que limitan las oportunidades y derechos de las mujeres.