Hoy se inauguró “Garabato Miamor”, en la Biblioteca EPM de Medellín, una exposición que refleja el contexto de los niños que, en medio de la guerra, aún se envían noticas y garabatos de amor. ¡Pacifista! habló con su creador, el artista visual Juan Torres.
Una hoja de papel en blanco. Colores. La chica o el chico que te traía loco, con su uniforme y su olor a borrador de nata, al otro lado del salón. La arena en los bolsillos. La boca manchada de jugo de mora. Una notita de amor: “Te amo… mi capa de toalla nos protege”.
Una bala. Dos balas. Una balacera. Un muerto. Dos muertos. Masacre, destierro. Tú, un niño, escondido debajo de la cama escribiendo una notita de amor: “Te amo… mi capa de toalla nos protege”.
En el contrapunteo de la guerra y el amor, desde el imaginario infantil, la exposición “Garabato Miamor”, es el pretexto del artista visual Juan Torres, para llevar al espectador a la inocencia y a la dulzura de un niño en medio de la brutalidad y la dureza de la guerra colombiana.
Este artista, graduado de artes plásticas de la Universidad Nacional, nacido en Medellín hace 35 años, está convencido de que el amor es el que puede reparar estas vidas que la violencia ha roto.
Por eso, con pincel en mano y papel blanco de frente, con la mente 30 años atrás, Juan decidió que en su obra protagonizarían los perros, gatos, gallos y niños que dialogan desde su micromundo con cartas de amor, mientras están en un escenario en donde el paisaje está compuesto de secuestros, muertes y armas.
¡Pacifista! habló con el hombre detrás de los garabatos que hoy traen los recuerdos de esos amores colegiales en medio del contexto de guerra, antes de la inauguración de su exposición “Garabato Miamor”.
¡Pacifista!: ¿“Garabato Miamor” es, básicamente, el amor y la violencia desde los rayones de un niño?
Juan Torres: Sí, la niñez y la violencia, el amor en los niños que están en medio de un contexto de guerra. Pero, más que todo, una violencia naturalizada, cotidiana.
“Garabato Miamor” es un encuentro entre dos cosas. Por un lado, los universos infantiles dentro del destierro, el secuestro, las tomas guerrilleras, los falsos positivos. Y, por el otro, el asunto de “Miamor”, que sale del parlache y de los primeros dibujos de amor que los chicos se envían en los colegios.
Niños que a pesar de estar en un escenario de guerra siguen siendo niños haciendo garabatos…
Sí. O están llenando un cuadernito de poemas. Esas son las imágenes que se me ocurren. Por ejemplo, un niño en una toma guerrillera, de un municipio X de Colombia, escondido debajo de su cama mientras le escribe una cartica de amor a su novia que dice: “Te amo… escapemos juntos en mi triciclo rojo”, y su entorno rayado de violencia.
¿Por qué te centraste en los niños?
Si la propuesta es no seguir reforzando la guerra y frenar el dolor, tenemos que hacerlo desde y para los niños, demostrándoles que la vida existe más allá de esa realidad. Soy un convencido de que el amor es una posible solución para esta guerra y más desde la mirada infantil.
¿Tú, o tu familia, han sido víctimas directas de la violencia?
Yo, y creería que el 99% de la población de Medellín. La mayoría llegaron a la ciudad por diferentes razones de desplazamiento. Mis tíos han tenido que enterrar a sus hijos, a mi hermano le desaparecieron la esposa, y creo que todos, en ese sentido tenemos alguna historia.
Es un asunto de que todos somos víctimas, incluso los guerrilleros o paramilitares rasos que no tuvieron opción de tomar la decisión. No es una realidad mía, es la realidad de un país. Mi familia, por ejemplo, viene de los pueblos antioqueños y, aunque crecí en la ciudad, tengo el imaginario campesino dentro de mí y sé, por eso y por los talleres que he dictado, que el conflicto que ha sido fuertísimo alrededor de la región, se ha ido naturalizando.
¿En qué consistían esos talleres? ¿En dónde los dictaste?
Eran los talleres Arte y Reparación, que se hacían con niños víctimas de la violencia. Estuvimos en las comunas de Medellín, como en La Sierra, donde utilizábamos el arte como una herramienta. Pero más allá de tocar el tema de la violencia era la forma en la que los dictábamos, enseñándoles que las pinturas eran de todos, que el tono de voz tenía que mantenerse. También los hacíamos retratar al otro, para que lo reconocieran, porque si comprendes que la otra persona tiene los mismos problemas que tu no lo matas, ¿cierto?
Otro escenario que para mí fue muy conmovedor, fue en 2010, en el Valle del Río Cimitarra, cuando aún no estaba esclarecido el asunto de los falsos positivos. Hicimos un campamento ecológico y ahí pude notar que para los niños de las veredas estaban dentro del mismo plano jerárquico el arroz, el riachuelo, el muerto y el soldado.
Ese fue el primer detonante que me angustió y que me incentivó a crear esta obra. Ver que los niños naturalizaran la violencia debido a que su cotidianidad estaba permeada de guerra. Luego, esa idea se cruzó con el interés que tenía por los universos infantiles y las notitas de amor en el colegio para la novia y el novio. Y de ahí nació “Garabato Miamor”.
Viviste en el exterior. ¿Cómo se percibe la guerra desde afuera? ¿Estando allá te dieron más ganas de hacer algo por tu país natal?
Estuve en Argentina haciendo una especialización en artes plásticas, y estando ahí me interesé, particularmente, por los universos infantiles y la percepción de la guerra.
Desde la exterioridad vos tenés puntos de referencia completamente distintos a los que tenés desde adentro. La gente allá asume el conflicto de otra forma, distante obvio, mientras que acá estás inmerso todo el tiempo y durante toda la vida en él.Y cuando miras hacia tu país, claro, te dan ganas de venir y hacer cosas con nuevos ángulos.
Afuera, por ejemplo, cuando una niña se pierde, la ciudad se paraliza. Acá tenemos miles de niños muertos y desaparecidos al mes, y parece que a nadie le importa.
Nadie se escandaliza.
Y nadie se indigna. No hay una actitud de denuncia, no hay un movimiento artístico de denuncia, como sí existe en otros países. Esto sucede en Colombia, por un lado, por que ya naturalizamos la violencia y, por el otro, porque acá al que se mueve lo desaparecen o matan.
Entonces, ¿tu interés es denunciar?
No. Yo no hago un juicio sino que pongo en evidencia una realidad en la que todos crecimos.
Mi interés es proponer que hay otras maneras de mirar y asumir esa violencia, que existe y en la que estamos inmersos. La intensión es que desde “Garabato Miamor” se entienda que el amor puede recuperarnos la vida ¿cierto? No es una mirada disfrazada, simplemente es otra mirada.
¿Recuerdas algún garabato que le hayas hecho a alguna colegiala?
Muchas de las frases salieron de mi realidad. Otras vienen de otros.
Hay una que dice: “Te amo… una notita anónima en tu cuaderno de español”. Me acuerdo que alguna vez le escribí eso a una chica con la que tenía un amorío en segundo de primaria. Le escondía las carticas en su cuaderno.
Hay imágenes con el olor como: “Te amo… el olor de tu uniforme a borrador de nata”. Situaciones que nos traen recuerdos cercanos a todos. Y, luego, en medio de estas frases bonitas, se encuentran rayadas las palabras que aluden a cualquier contexto de violencia. Como con otra que dice en el fondo “Bala” y en la burbuja del niño se lee: “Te amo… mi capa de toalla nos protege”.
¿Me entendés? En “Garabato Miamor”, el texto hace parte de lo pictórico de la obra.
¿Los materiales y las técnicas son tan sencillas como las que usaría un niño para hacer el garabato?
Sí. Por eso es una exposición muy tranquila para mí, a pesar de que duré elaborándola muchos años. Con el acrílico jugué como un niño haciendo garabatos frente a un papel en blanco. Cuando terminaba uno, quedaba listo.
Yo estoy muy contento con el resultado. Seguramente no le va a gustar a los artistas más rigurosos, pero para mí genera conmover a la gente y eso para mí es arte. La reacción de la gente cuando lee la frasecita es exactamente la que tuviste, que es la conexión con la infancia. Lo que yo quiero con esta obra es que todos reconozcamos que crecimos en contextos de violencia y que tuvimos acontecimientos que nos separaron la vida, pero que el amor estuvo ahí presente.
¿Al arte se le facilita más hablar de paz y de guerra que a otras disciplinas?
El arte es una herramienta, inclusive, pedagógica con la que vos podés contar de muchas maneras la misma historia. Con el arte puedes fusionar otras realidad que otras disciplinas no te permiten. Por eso el arte es una herramienta reparadora.
¿Desde niño quisiste ser artista?
No, cantante.
Y ¿qué pasó?
Tengo voz de tarro, como puedes darte cuenta. Aunque siempre hubo un rayón en mi vida que me hizo inclinarme hacia lo artístico y hacer cosas simbólicas.
¿Cómo ves el futuro para la niñez colombiana?
Es un asunto dual. En términos generales, y respecto a la política nacional, lo veo muy preocupante. Pero por otra parte, tengo que reconocer que la responsabilidad no es totalmente del Estado. Conozco niños de contextos muy violentos que han sido salvados y han logrado hacer algo significativo en su vida. La niñez es un asunto de cotidianidad, en donde la familia es la primera responsable para que alrededor del niño sucedan cosas positivas que sirvan como modelos de crianza. Los patrones de comportamiento, finalmente, son los que se reproducen luego en los chicos.
Es una realidad muy difícil, pero ahí vamos cogiendo camino. Ya, por lo menos, se le reconocen los derechos de algunos niños. Aunque siguen pasando cosas terribles no podemos tener solo la perspectiva fatalista. Por eso, mi labor, en ese sentido , es proponer otras perspectivas en las que dentro de la violencia también se puede vivir dignamente y feliz.
Todavía nos tiene que pasar mucho para que podamos construir diferentes realidades.
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“Garabato Miamor” Contextos infantiles del amor y la violencia… estará expuesta en la Galería de Arte, Biblioteca EPM, en Medellín, desde el 7 al 30 de mayo. Su inauguración será hoy, 13 de mayo, a las 6 de la tarde, en un acto que contará con el Sketch teatral “RATAS” de la Corporación Artística Imagineros. Y lo mejor: ¡es gratis!