En el Guaviare sueñan con reforestar la tierra que se comió la coca | ¡PACIFISTA!
En el Guaviare sueñan con reforestar la tierra que se comió la coca
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En el Guaviare sueñan con reforestar la tierra que se comió la coca

Sara Kapkin - agosto 23, 2016

Quieren mitigar la deforestación que han dejado los cultivos ilícitos y la ganadería.

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Calamar, Guaviare. Foto: Pacifista.

“Yo no quiero sembrar coca, quiero sembrar árboles”, dice Felipe Henao, un joven del municipio de Calamar en el Guaviare. Allí, es común que muchos a su edad ya sean raspachines, y que muchos otros y sus familias vivan de cultivar la hoja de coca. Felipe no quiere eso. Él quiere volver a sembrar los árboles que se tumbaron para correr la frontera de la selva y abrirle espacio a los sembrados de coca o para meter ganado. Solo en el Guaviare, entre 2002 y 2012, se perdieron más de 220 mil hectáreas de selva.

Felipe y nueve de sus amigos crearon Pipe Q-ida (Pipe Cuida), una iniciativa que pretende, a través de Youtube, exponer la grave situación de deforestación en el Guaviare, pedir ayuda para reforestar y volver a hacer de Calamar “el municipio verde por excelencia”.

La tarea es difícil, pero el método parece sencillo. La idea de Felipe y sus amigos es crear videos que, a punta de humor, hagan a la gente consciente de la deforestación y transformar cada reproducción de sus contenidos en acciones concretas. Con la ayuda de “patrocinadores” –empresarios e instituciones–, pretenden sembrar 100 árboles por cada 1000 personas que se suscriban a su canal y otros 10 cada vez que sus videos sumen 1000 reproducciones.

“La idea nace de ver la noticia sobre el contenido vacío que están haciendo los youtubers en Colombia -que se dio en el marco de la Feria del Libro de Bogotá-. Queríamos generar contenido pero no controversia. Entonces nos pusimos a investigar las problemáticas que nos afectan, de ahí nace la idea de Pipe Q-ida”, dice Felipe.

Aunque todavía no han empezado a sembrar, ya consiguieron aliados profesionales que han visitado el municipio para asesorarlos y decirles en dónde y qué sembrar, y hasta cuentan con el aval del Frente primero de las Farc, que se mueve como pez en el agua por sus territorios. La iniciativa va tomando forma, e incluso hay quienes quieren replicarla en otros departamentos como Norte de Santander y el Meta.

La paz es una angustia

A los 10 integrantes de Pipe Q-ida, la deforestación en su departamento les preocupa, pero la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc los angustia. ¿Será que con la firma llegarán multinacionales a comprar y explotar sus tierras? ¿Será que, para sacar a los campesinos de la coca, el Gobierno los va a impulsar a pasarse a la ganadería, que deforesta más? Esas y más preguntas les dan vueltas en la cabeza.

“Sabemos que nuestra tierra es rica en oro, en coltán, en madera, en petróleo. Ya han venido, han hecho estudios secretos, pero nos hemos dado cuenta. Nuestro gran miedo es que el territorio ya no es el mismo, ya hay mucha deforestación. Antes que casi todo era selva y ahora son potreros y potreros, es evidente”, dice Felipe.

Para resolver esas dudas, Felipe y sus amigos asistieron el pasado 19 de agosto a la versión 18 de Los Encuentros Regionales para la Paz, que organizaron, entre otros, la Redprodepaz, la Ruta Pacífica de Las Mujeres y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

Allí, aprovecharon para transmitir su iniciativa y sentarse en las mesas que discuten cómo implementar los acuerdos a los que se ha llegado en La Habana. Expresaron sus preocupaciones sobre qué va a pasar cuando se firme la paz, cómo va a ser el proceso y cómo se van a fortalecer los medios de comunicación alternativos, como el de ellos.

“Aquí, sobre la carretera, un kilómetro después del pueblo, no hay autoridad. Después de que las Farc hagan la entrega de armas, ¿cómo nos van a garantizar a nosotros que vamos a poder realizar las iniciativas que tenemos a 5 o 10 kilómetros del pueblo y a replicar nuestra iniciativa en otros departamentos?”.

Felipe tiene 22 años, es técnico agropecuario y periodista. Llegó a Calamar cuando tenía más o menos 13. No recuerda con precisión cuál era su edad en ese entonces, pero no olvida que, cuando llegó, Calamar era verde. Nació en Pereira, vivió en Medellín y de allí salió desplazado para el Guaviare, donde tenía un hermano que, dice él,  “lo habían fallecido” en medio del conflicto.

Se demoró cuatro días para llegar de San José del Guaviare, la capital del departamento, hasta Calamar. Un recorrido que hoy, en carro, se demora dos horas y media por carretera destapada. Recuerda haber visto mucha selva y barro durante esos cuatro días de travesía con su familia. Y eso le gustó, era tan diferente a esa Medellín llena de edificios donde, para él, lo bonito eran los parques.

Desde entonces han pasado casi nueve años, el Guaviare sigue siendo verde, pero ya no tiene tanta selva. A lado y lado de la carretera entre Calamar y San José se extienden los potreros amplios y planos, llenos de ganado y con una que otra casa.

Miembros de Pipe Q-ida, de izquierda a derecha: Jefferson Hilario, Wilder Mosquera y Felipe Henao. Foto Cortesía Pipe Q-ida

La gente no sabe lo que hace mal 

Como el dinero no abunda, no hay mucho con que hacer campañas para concientizar a la gente que no está bien estar tumbando tanta selva, no así, no tan rápido. El comandante se conforma con espacios radiales en la emisora del Ejército Nacional y las reuniones con los presidentes de diferentes juntas del municipio.

“En este momento no hay quien pare la deforestación. La ley ambiental no existe. La gente empieza a echar candela y no le importa nada, lo que les interesa es quemar y que de ahí salga pasto. La situación que tenemos es grave”, dice John Perdomo, un bogotano que llegó hace 40 años a Calamar y hace 10 es comandante del Cuerpo de Bomberos del Departamento.

Aunque no puede decir con plena certeza ni las razones ni el momento exacto en que empezó la deforestación, el comandante tiene algunas ideas. Dice que pudo empezar con las fumigaciones aéreas con glifosato, pues ese herbicida, donde cae, mata lo sembrado, y a los cultivadores no les queda otra que tumbar selva para volver a sembrar. Además, cree que muchos han cambiado los cultivos ilícitos por ganadería, que también obliga a tumbar selva. Y, por último, señala que desde hace un tiempo está apareciendo gente en la región para comprar tierras.

Dice que para los bomberos la deforestación es evidente. Tienen un mapa de registro de los pozos de donde pueden sacar el agua para controlar posibles emergencias y, en el caso de Calamar, ese mapa hay que modificarlo cada año, pues los pozos están cada vez más lejos y más secos.

Entre enero y abril de 2016, se presentaron 50 emergencias. Muchas de ellas porque después de tumbar la selva los campesinos queman lo que queda en el suelo. “Dios quiera que no vaya a empezar la minería ilegal. Porque también esto acabaría con nuestros ríos”, dice el comandante.

La paz genera interrogantes distintos para cada quien. En Calamar, a Felipe, sus amigos, los bomberos y otros más, les preocupa qué va a pasar con el medio ambiente. Si van a entrar multinacionales, si van a explotar la tierra, si van a promover la ganadería como alternativa a los cultivos de hoja de coca. Son varios lo puntos que aún no tienen respuesta. Pero eso no quiere decir que, a pesar de las dudas, no quieran que se firme la paz entre el Gobierno y las Farc.

“Yo me imagino la paz como lo que hemos querido siempre en esta zona: que el Estado voltee a mirar. Desde que vivo en el Guaviare hemos sido “La otra Colombia”. Nos vemos como otro país”, dice Felipe.