La obra de esta temporada habla sobre la violencia hacia la mujer y los estereotipos de mujer en la sociedad colombiana. Todas las fotos por la autora. El teatro inmersivo está encontrando nuevos espacios en la capital. Les contamos de qué se trata. El barrio Samper Mendoza, en la
El teatro inmersivo está encontrando nuevos espacios en la capital. Les contamos de qué se trata.
El barrio Samper Mendoza, en la localidad de los Mártires, se despierta a las cuatro de la mañana con los ruidos de la plaza de mercado Paloquemao, la más conocida en Bogotá. A su alrededor también están la Plaza de las Yerbas, el mercado de las Cruces y otros espacios emblemáticos de comercio. En este pequeño suburbio, a unas cuadras del barrio Santa Fé (llamado por la Alcaldía de “tolerancia”), se levanta una casa de tres pisos común y corriente que esconde en su interior un teatro único en el sector.
Sin ningún aviso, una pequeña puerta de madera delineada por una dirección indica que llegué a mi destino. La casa, llena de vestigios de los años pasados, está repleta de cuadros, luces y utilería. La Casa Teatro el Pregón empieza a funcionar a las seis de la tarde, cuando no hay personas caminando en la calle y todos los cerrojos de las casas están puestos.
El barrio, antes de convertirse en un centro de acopio, era un barrio popular habitado, en su mayoría, por trabajadores de las vías ferroviarias a principios del siglo XX, por su cercanía a la empresa de Ferrocarriles. En la calle 23 con carrera 24 se levantaba el Teatro América, donde Pedro Infante, Javier Solís y Cantinflas aparecían en las pantallas. Un peso cincuenta costaba la entrada para las dos funciones, la vespertina y matinée. Pero, inexplicablemente, sus habitantes se empezaron a ir y el barrio fue perdiendo su legado cultural por el comercio y la industria de los años sesenta.
Más adelante, a mediados de los 2000, la misma casa que ahora encierra un teatro, era parte del programa de reinsertados paramilitares, cuentan los vecinos de la zona. Hasta ahí, todo bien para los vecinos. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a ver a ex paramilitares hablando por celular, mencionando las palabras mercancías y amenazando. Los habitantes sintieron miedo y le pidieron a la dueña de la casa que la usara para otra cosa; algo cultural, por qué no.
Así pues, la casa llegó a manos de una Fundación que servía como hogar de paso para habitantes de la calle. Durante dos años y cada noche, el lugar recibía nuevos invitados que buscaban donde pernoctar. Entonces la casa se empezó a deteriorar, su estado era lamentable. Aún hoy en día se pueden ver desde las ventanas algunos ladrillos que fueron pelados para mezclar con bazuco. Llevaba más de un año desocupada cuando el Teatro Pregón decidió arrendarla.
¿Y qué es el Teatro El Pregón? Paola Andrea Romero, la coordinadora general del teatro, se sentó conmigo un viernes en la casa a contarme qué carajos hacían en la mitad de un barrio donde, después de las seis de la tarde, no pasa absolutamente nada.
Pregón nació en 2008 como una agrupación teatral de estudiantes y en 2014 se formalizó como corporación sin animo de lucro. En 2016, cuando ya contaban con públicos en otras localidades, llegaron al barrio Samper Mendoza como casa teatro. ¿Las razones? Muy sencillas: las casas son muy amplias, tiene mucha facilidad de acceso y cercanía a dos lugares muy importantes para los ‘pregoneros’ —como se hacen llamar los actores y actrices— la Universidad Nacional, la Universidad Pedagogía Nacional y la Universidad Distrital. Para algunos es su alma máter, mientras que otros aún están estudiando allí. En pocas palabras, el común denominador de los pregoneros es que todos vienen de “universidades públicas y todos tenemos una visión política fuerte con respecto al país. Por eso El Pregón se ha convertido en un espacio de protesta individual que termina generando lenguajes comunes”, me contaba el director del grupo, Giovanni Gamboa.
“Lo que hemos hecho con El Pregón es ir mostrando el barrio al resto de la ciudad, invitamos a gente para romper los imaginarios de seguridad del espacio”, me explicaba Paola mientras me mostraba uno de los muchos cuartos de la casa. “Al principio invitábamos solo a nuestros amigos, pero poco a poco se fue regando la bola de que aquí pasan cosas distintas e interesantes”, me dijo Paola Andrea Romero, la zanquera y actriz no convencional, como se hace llamar.
En la pared de la oficina administrativa, en un papel colgado en la pared, había anotaciones de temas que trata el Centro de Memoria Histórica: La masacre de Bojayá, la desaparición forzada, las madres de Soacha y violencia intrafamiliar. El informe ¡Basta ya!, estaba ubicado de manera especial, como una biblia.
Para Paola Andrea, la peor parte del conflicto colombiano está en revivir la fuerza que se tuvo que tener para salir de ciertas situaciones o lugares, por eso decidió abrir la rama de investigación en la Casa Teatro. Allí, los pregoneros proponen temas que han sido históricamente escondidos e intentan “hacer algo simbólico que refleje la realidad de la gente, porque en la empatía se dan los procesos de sanación. Con el tiempo entendimos que el arte es un transformador y catalizador social sirve para mejorar la resiliencia y para ser capaz de reconstruir historias de vida pesadas”, me explicaba Paola, una mujer jóven de pelo rojo teñido y vestida de jean.
Aunque las obras estén bajo la batuta de Giovanni, todos los 19 pregoneros pueden aportar a la construcción. Todas las obras intentan resaltar el teatro colombiano, algunas veces hacen una obra larga y otras hacen obras de microteatro, cada pieza de 15 minutos.
El primer cuarto al que entré en la Casa Teatro, tenía un sofá de cuero café pero ya estaba negro por la suciedad. Encima del sofá, un techo desmoronándose de a pocos por la humedad y moho en las esquinas. El suelo era de madera crujiente al igual que la puerta. La temporada pasada, se mostraba en este mismo espacio, una obra que tenía que ver con las madres de Soacha, “tenía que mostrar desespero y tristeza”, decía Giovanni, “definitivamente lo lograron”, le decía yo.
Y es que el espacio físico de la casa se transforma y se adapta con cada obra. A veces, cada esquina de la casa tiene una actividad en simultáneo, en los cuartos, los pasillos y las terrazas. “La función termina y la gente se queda por ahí parchando, se toma algo en la cafetería, se pasa un rato agradable, el ambiente es muy acogedor, íntimo y hogareño”, explica Paola Andrea con orgullo.
En realidad, en el barrio no vive mucha gente, pero el Pregón intenta abrirse a los trabajadores que van y vienen para que lo tomen como una actividad cultural. Por eso, han intentado hacer teatro en los parques zonales y en la plaza principal del barrio Samper Mendoza. A pesar de que han buscado “ayuda de la alcaldía y las instituciones, ha sido difícil porque lo que está arraigado acá es la talla de la piedra y los yerbateros”, pues el cementerio queda cerca. La cultura, parecería del todo sepultada si no fuera por este teatro.
La ventaja es que, en los últimos meses y debido a su centralidad, Samper Mendoza se ha llenado de apartamentos estudiantiles, antiguas bodegas que han convertido en pequeños espacios. Así pues, Paola me cuenta que ese será su target: “esos jóvenes deben tener una oferta cultural” y Giovanni le respondió “si hay empatía y tiempo, cualquier puede entrar al Pregón”.
Recuerden: entre las calles 26 y 19, entre las carreras 20 y 27, abajo del barrio Santa Fé, en el barrio Samper Mendoza, se levanta un teatro para todos: los obreros, los estudiantes, los oficinistas, los yerbateros y todo transeúnte que pase por el lugar. El teatro inmersivo está en las calles de Bogotá, solo que no lo hemos visto.