El sonido de tambores que tumbó las fronteras de Ruanda | ¡PACIFISTA!
El sonido de tambores que tumbó las fronteras de Ruanda
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El sonido de tambores que tumbó las fronteras de Ruanda

Marcela Madrid Vergara - octubre 7, 2016

Conversamos con Odile Gakire Katese, lideresa de Ingoma Nshya, el primer grupo de mujeres tamborileras de Ruanda.

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Odile Gakire Katese, lideresa de Ingoma Nshya, el primer grupo de mujeres tamborileras de Ruanda.

Odile Gakire Katese nació en Ruanda. Durante el genocidio en su país, en 1994, huyó con su familia al Congo. En el exilio, fue ajena a lo que aconteció, por esos años, en su tierra natal: el asesinato de casi un millón de personas en medio de la disputa entre los grupos étnicos hutu y tutsi. Lejos de su patria, se formó como actriz, directora de teatro, cineasta y poeta. Cuando regresó a Ruanda, decidió aplicar todos sus conocimientos en las artes para ayudar a recomponer a sus compatriotas y sanar las heridas de la violencia. Se convirtió, como artista, en una activista y defensora de los derechos humanos. Sus amigos la llaman “Kiki”.

En Ruanda, Odile ha promovido la creación de múltiples proyectos artísticos. Su sueño, cuenta, es propiciar espacios para el arte y, de paso, para la reconciliación y la esperanza. A través de la música, el teatro y las artes, “Kiki” ha ayudado a crear una nueva Ruanda, más incluyente y pacífica. Es la creadora de obras de teatro como Ngwino Ubeho (Ven y estar vivo) y Des espoirs (Deseos para la esperanza), y la impulsora de movimientos como la Amizero Kompagie, primera compañía profesional de danza contemporánea de Ruanda, y el grupo Ingoma Nshya (Iniciativa de las Mujeres), el proyecto de mujeres más destacado en el posconflicto ruandés.

Odile estuvo en el Seminario Internacional de Música y Transformación Social en Bogotá, organizado por la Fundación Batuta. Aprovechamos el evento para hablar con ella y conocer al grupo Ingoma Nshya, el primer colectivo de mujeres tamborileras de Ruanda.

Odile, ¿cómo nació el grupo Ingoma Nshya?

El grupo fue creado en 2004 en Butare, una ciudad del sur de Ruanda. La iniciativa surgió por un deseo colectivo de integrar a las mujeres ruandesas en múltiples actividades que, históricamente, no podían realizar. Empezamos, primero, a trabajar con estudiantes, pero ellas no tenían el tiempo suficiente para llevar el arte de tocar tambores a un ámbito profesional. Decidimos, entonces, trabajar con mujeres amas de casa porque ellas sí tenían el tiempo necesario para aprender a tocar los tambores.

¿Por qué escogieron los tambores como forma de expresión artística?

Escogimos una iniciativa enfocada en los tambores porque era un arte en el que siempre la mujer había sido excluida. Además, empezar con los tambores nos permitiría vincular a las mujeres en muchos otros campos exclusivos de hombres. En Ruanda las mujeres no podían tocar tambores por razones políticas y culturales. Históricamente, sólo el rey y un grupo muy selecto de hombres podía acercarse a un tambor. También, tocar los tambores tenía una connotación sexual.

¿Qué impacto ha tenido en las mujeres de Ruanda ser parte de Ingoma Nshya?

Nunca esperamos que al tocar los tambores las mujeres encontraran diversión. Con ellas habíamos implementado otro tipo de programas, algunos de teatro, pero nunca se habían sentido tan felices. Con los tambores, las mujeres en Ruanda han podido dejar atrás las tribulaciones, se han recompuesto moral y físicamente, y han escapado de las dificultades del día a día.

Lo que hacemos en Ingoma Nshya va más allá de tocar tambores. Es el ejemplo de que en Ruanda las mujeres pueden trabajar unidas y hacer cosas que antes eran imposibles.

¿Qué tipo de mujeres componen Ingoma Nshya?

El grupo está compuesto por mujeres de toda Ruanda. Algunas son hutus y otras tutsis. Muchas son sobrevivientes del genocidio de 1994. Un buen número de ellas quedaron viudas por la violencia. Otras huérfanas. En general, todas, de una forma u otra, fueron víctimas de la matanza ocurrida hace 22 años. También, en el grupo hay mujeres con todo tipo de antecedentes. Hay, incluso, hijas y esposas de victimarios. Todas, sin embargo, conocen las historias de las demás. Ingoma Nshya es un grupo simbólico de reconciliación.

En sus inicios, ¿se planeó que Ingoma Nshya fuera un ejemplo de reconciliación?

Nunca lo pensamos. El proyecto comenzó con la idea de involucrar a todas las personas, simplemente, pero resultó siendo un ejemplo de reconciliación. Con el tiempo, incluso, hemos adherido hombres al grupo. Hoy, con ellos jugamos fútbol y, luego, ellos cocinan con nosotras. Unirnos no solo entre mujeres, sino con los hombres es muy importante porque, como consecuencia del genocidio de 1994, el 74 % de la población de Ruanda terminó siendo femenina. Por la violencia, el ‘men power’ en Ruanda desapareció.

¿Ingoma Nshya ha ayudado a la sanación de las mujeres ruandesas?, ¿ha sido una terapia colectiva?

Sí. Ese ha sido uno de los grandes logros del grupo. Las mujeres, al comienzo, llegan muy vulnerables al grupo. Pero después, con los tambores, se convierten en artistas muy poderosas. Una vez, hicimos una evaluación de lo que las mujeres sentían siendo parte del grupo y una de ellas nos dijo que dentro de Ingoma Nshya había adquirido una identidad. Hoy, en las calles de Ruanda, la gente reconoce a la tamborileras.

También, una de las mujeres nos contó que con los tambores sentía que tenía una conversación en la que liberaba todo su estrés, angustia y drama. Ahora, muchas se sienten fuertes, capaces de hacer cualquier cosa y creen que solo el cielo es su límite. Ingoma Nshya se ha convertido en una herramienta de reconciliación y empoderamiento de las mujeres.

¿Cuál ha sido el efecto del grupo a nivel mundial?

Hemos traspasado las fronteras de Ruanda. Ha sido mucho el trabajo que hemos hecho con tamborileras en países como Senegal, Burundi, Zimbabue, Sudáfrica y Etiopía. Incluso, hemos tenido relación con una coreógrafa de Brasil. También, nos han invitado a actuar en América y Europa. Vistamos Estados Unidos, México, Suiza, Reino Unido y Holanda.

Cuando vamos a otros países, el objetivo de Ingoma Nshya es compartir felicidad. Eso es lo más importante.

¿Qué papel tiene el arte, en el caso de Ingoma Nshya la música, a la hora de sanar heridas de guerra y reconciliar una nación?

Creo que el arte es la mejor manera de curar. Los más importante que he aprendido en los escenarios, como intérprete, es que el arte enseña a las personas a ser buenos ciudadanos. También, el arte hace nacer cosas de la nada y, en muchas ocasiones, sirve de refugio para repeler odios y recuperar a las desesperados.

¿Cómo ayuda Ingoma Nshya a las mujeres que, por diferentes circunstancias, no hacen parte del grupo?

Tenemos el proyecto Inzozi nziza, que significa Dulces Sueños. En él, las mujeres que no pueden hacer parte de Ingoma Nshya se involucran en otro tipo de actividades sanadoras. Inzozi nziza es la primera heladería del país y en ella no vendemos solo helados, sino también felicidad. Igual que Ingoma Nshya, Inzozi nziza es un espacio de alegría en el que trabajamos por reconstruir al ser humano.