La población de este municipio santandereano no está dispuesta a que experimenten con sus fuentes hídricas, pongan en riesgo su fauna y a que les quiten su poder de decidir sobre su territorio.
Hace unos días, el gobierno de Iván Duque le dio luz verde al proyecto piloto Kalé, el cual permite que en Puerto Wilches se haga fracking con fines investigativos. Como era lógico, los habitantes de este municipio santandereano se mostraron en completo desacuerdo y convocaron un foro y una protesta el pasado 12 de diciembre. Es simple, no están dispuestos a que su hogar y sus recursos sean utilizados para experimentos que ponen en riesgo su agua, su salud y su economía.
Desde hace 2 años, la comunidad wilchense trabaja en conjunto con la Alianza Colombia Libre de Fracking en la defensa de sus recursos. Con motivo de esa causa, en noviembre de este año el Comité para la defensa del agua, la vida y el territorio de Puerto Wilches. Este es el primer proceso organizativo de la comunidad que se enfoca en concientizar sobre el fracking y por qué es tan peligroso.
El primer gran logro del comité fue la marcha a la que convocaron a más de mil personas que se manifestaron en las calles del municipio, y que llamó la atención de los medios nacionales. “La comunidad está muy unida por la simple y llana razón de que nos quieren envenenar el agua y no lo queremos permitir”, contó Hender Acuña, integrante Aguawil y empleado del sector petrolero. Aseguran que, por lo menos desde 2016, varias petroleras contemplan hacer fracking allí.
“Llegaron jóvenes que yo nunca había visto y eso me alegra mucho porque la información está llegando a cada vez más personas y se van sumando para defender nuestro territorio”.
Jancy Paola Yara, integrante de Aguawil
El riesgo que representa el fracking
El fracking o fracturación hidráulica es una técnica utilizada para la extracción de petróleo. Consiste en que, por medio de una tubería en ‘L’ de unos 5 kilómetros de largo, se perforan rocas en el subsuelo a través de una presión altísima de agua. La fuerza es tal que fractura las rocas -por eso el nombre- y de ahí se saca el petróleo. Para que la presión del agua sea consistente y logren obtener el crudo, deben rendirla con metales muy pesados.
Su implementación en Colombia tiene una enredada situación legal. En 2013, se expidió el Decreto 3004 y un año después salió la Resolución 90341. Allí se definen los criterios para la exploración y explotación de hidrocarburos en yacimientos no convencionales para fracking. Sin embargo, una demanda ante el Consejo de Estado suspendió su cumplimiento.
Este año, el Gobierno expidió en febrero el decreto 328. En él fijan los lineamientos para adelantar Proyectos Piloto de Investigación Integral con la utilización del fracking y que una Comisión Interdisciplinaria Independiente —que fue designada en 2018— quedó encargada de determinar dónde se puede perforar de manera segura. Es decir, no se puede hacer “fracking comercial” pero sí se puede experimentar.
Cápsula para la memoria: en un debate presidencial en Bucaramanga, el presidente Duque prometió que en su Gobierno no iba a hacer fracking, ni del uno ni del otro.
“Es como si hiciéramos un piloto en Colombia para investigar si el cigarrillo hace daño cuando ya de eso existe evidencia científica en el mundo”, dijo Carlos Andrés Santiago, integrante de la Alianza Colombia Libre de Fracking. Santiago además insiste en que esta técnica ha sido prohibida en Nueva York y en el Reino Unido, lugares con amplios estudios sobre el tema.
La decisión del Gobierno se explica, en parte, porque el sector petrolero representa un 8,9 % del PIB. La provincia de Yariguíes, Santander, donde queda Puerto Wilches, es de las regiones que más aporta a esa cifra. Allí también queda Barrancabermeja, declarada distrito petroquímico en 2019. En esta región todo gira en torno a la cultura de la explotación de crudo, al punto que hasta el equipo de fútbol se llama Alianza Petrolera.
Acuña, el integrante Aguawil y empleado del sector petrolero del que hablamos arriba, aseguró que, si bien la explotación de petróleo es representativa para ellos, son conscientes de que sus metodologías tradicionales para extraer petróleo no son lo más amigable con el medio ambiente, pero son, más bien, menos peores que el fracking. Por ejemplo, con el recobro mejorado, una técnica utilizada para la extracción en el municipio, suelen gastar el agua de dos piscinas olímpicas (5.000 metros cúbicos) al día, que suena a poco si se compara con las que necesita el fracking. El fracking gasta entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos de agua para las operaciones de un solo pozo.
En cualquier caso, lo que más preocupa del fracking no es tanto el uso de mucha agua, que ya es gravísimo, sino el daño en el agua que no utiliza. Como dijimos arriba, necesita la carga de metales pesados que pueden filtrarse en los cuerpos de agua y causar un gran desastre ambiental.
En Puerto Wilches hay más de 22 acuíferos que han sufrido una reducción en su extensión por la presencia de cultivos de palma africana en la región. Dos ríos importantísimos, el Magdalena y el Sogamoso pasan por el municipio. Entre esos cuerpos de agua están las ciénagas Paredes, Pozo Azul, Corredor, Yarirí y Montecristo que son hogar del manatí antillano, una especie de gran valor cultural para la población, pero en gran riesgo de extinción. Además, un gran sector depende de la pesca. El agua es sagrada en esta tierra.
Los habitantes no necesitan experimentar porque en la zona ya ha habido accidentes con petróleo. Por ejemplo, en 2018, en el pozo La Lizama se derramaron unos 550 barriles de petróleo que afectaron a Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí, poblaciones vecinas de Puerto Wilches. La recuperación de ese tipo de accidentes suele tardar varios años, y con el fracking las consecuencias pueden ser más devastadoras.
No solo el agua es vulnerable, estudios vinculan esta técnica con la presencia de altos niveles de radón, un elemento químico altamente peligroso.
Lobby por un lado, pedagogía por el otro
Quienes pintan el fracking como una oportunidad de oro —de petróleo— para la economía local, no parecen ver la realidad de municipios como este. La explotación allí tiene más de 50 años y en Puerto Wilches y, según las organizaciones que se oponen, la gente no ve el progreso. Solo ven que esta sería una nueva oportunidad de tener empleo temporal. Además, no es solo un pueblo petrolero, también agrícola, y les preocupan las afectaciones en las fuentes hídricas. Las petroleras, en su trabajo de lobby, mantienen el libreto de las promesas de empleo y contratación de servicios locales, pero no se detienen mucho en los impactos ambientales y de salud pública.
Ecopetrol tiene experiencia en eso. Llegó primero a la comunidad más frágil, la del barrio Arenal, al sur del municipio, principalmente habitado por pescadores. Les ofrecieron el proyecto y, por lo que cuenta Aguawil, no les explicaron muy bien. Algunos de ellos ni siquiera le dicen fracking, sino ‘franklin’. “Nos pegaron donde nosotros somos más débiles, donde nosotros sí tenemos gente olvidada”, explica Natalia Morales, de Aguawil.
Es una estrategia simple. Para habitantes como los de El Arenal es difícil rechazar el fracking, porque es casi lo mismo que decirles que rechacen los ingresos que podrían venir con la explotación y los reemplacen con peces. Los activistas locales contra el fracking se enfrentan además a una idea idea de progreso tergiversada que se ha instalado en ciertas comunidades. Pero muchos son conscientes y la población no quiere tener la misma experiencia de El Cerrejón, donde las ganancias son altas para unos pocos y el costo social y ambiental son enormes.
El lobby profracking también se vale de emisoras locales -que deben vender anuncios para sostenerse- y campañas en las calles. El mismo día en que los de Aguawil programaron el foro para educar sobre el fracking, Ecopetrol anunció una transmisión con una emisora local en la que iban a repartir obsequios y que, según el Comité, tenían la intención de opacarlos. “Terminó saliéndoles el tiro por la culata”, comentó Santiago, pues su convocatoria superó en difusión a la de la petrolera. A pesar de la propaganda, con regalos incluidos, la jornada demostró que la consciencia sobre las consecuencias del fracking es progresivamente mayor.
Santiago se muestra optimista frente a su lucha contra el fracking en el municipio, no solo por el apoyo de la comunidad sino por experiencias pasadas. En San Martín, César, la empresa ConocoPhillips quería llevar a cabo el proyecto, pero sus habitantes y la Alianza no lo permitieron. En Puerto Wilches, pese a que la Agencia Nacional de Hidrocarburos dio vía libre al piloto, todavía no cuenta todavía con licencia ambiental ni licencia social.
El siguiente paso para Aguawil y la Alianza es continuar con la pedagogía en el territorio. A nivel nacional, ambos organismos interpondrán acciones jurídicas para prohibir el fracking en Colombia. El primero de febrero del 2021, en Puerto Wilches, la Comisión Quinta de Cámara de Representantes debatirá el asunto de la fracturación hidráulica en una audiencia.
Desde PACIFISTA! estaremos informando.