Hablamos con el director del Centro Nacional de Memoria Histórica a propósito de los diez años de la institución.
Foto: Sara Gómez Toro | ¡PACIFISTA!
Las labores de los investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ocupan cualquier biblioteca mediana. En la última década, el CNMH, que hasta 2011 era el Grupo de Memoria Histórica, ha registrado los horrores del conflicto armado en Colombia en cuarenta y nueve volúmenes que cualquier curioso puede descargar.
En la semana del décimo aniversario del CNMH, ¡Pacifista! se sentó a conversar con Gonzalo Sánchez, su director, acerca del bajo rating de la paz, de María Fernanda Cabal, de la “ilusión del desarme”, de cómo será reconstruir históricamente los sucesos de 2017 y de lo que Sánchez mismo llama “el achicamiento de los acuerdos de La Habana”.
¡Pacifista!: Justo en la semana del décimo aniversario del CNMH, la representante a la Cámara María Fernanda Cabal negó publicamente y en dos ocasiones un hecho histórico: la masacre de las bananeras. ¿Hay una memoria paralela en Colombia?
Gonzalo Sánchez: Más allá de la persona y del incidente, yo creo que todas las discusiones acerca de la implementación de los acuerdos de paz están poniendo en la escena publica ese gran debate sobre la verdad del país. Lo de la representante que usted menciona pone de manifiesto una erupción casi volcánica de la lucha por la memoria y la verdad en el país. Estamos en eso hace mucho rato, pero ahora hay un momento de crispación especial por que, otra vez, esas verdades pueden ser llevadas a efectos penales y políticos. Entonces, en un momento así, que además es de campaña electoral, todos quieren de alguna manera exculparse al inicio de todo lo que se viene.
Lo de la representante (Cabal) pone de manifiesto una erupción casi volcánica de la lucha por la memoria y la verdad en el país
Pero usted siempre ha hecho énfasis en que la memoria es tarea de todos. ¿Cómo abrir espacio para esos discursos en el CNMH?
Lo que pasa es que en el debate por la memoria hay raseros. ¡Que florezcan todas las flores! Es muy positivo que florezcan mil discursos e interpretaciones de la memoria. Pero no todos pueden entrar a la escena pública con la misma legitimidad. No puede ser que entren al mismo nivel un discurso de las víctimas del agravio y del daño y un discurso del perpetrador que legitima la guerra y los daños que ha causado. Uno tiene que establecer unos mínimos que hacen posible el debate por la memoria, y esos son: el respeto de los Derechos Humanos y el respeto de las reglas del juego de la democracia.
¿Eso sería todo?
También hay un tercero que está en juego en este momento: el reconocimiento de lo que ha pasado. El debate no se puede hacer sobre el negacionismo de todo lo que había pasado. Esa batalla política ya se había ganado. Habíamos negociado porque se aceptaba que había una guerra que antes se había negado. Pero resulta que el negacionismo se nos volvió a encaramar otra vez, casi como sin darnos cuenta, en el proceso de afinar esos acuerdos. Ese es un reversazo tremendo. Pero es así.
¿Y por qué siente eso, que el negacionismo se encarama de nuevo?
Hay un discurso fácil, unas elites que dicen mentiras y una sociedad que lucha por la verdad. Y es que es así: hay unas elites que no solo dicen mentiras, sino también eluden responsabilidades sobre lo que han hecho, y también hay amplios sectores sociales dispuestos a comprarles esas mentiras. Ahí lo que tenemos es un problema muy serio como sociedad. Tenemos problemas de orden social, de orden cultural que nos están llevando a estos líos.
El negacionismo se nos volvió a encaramar otra vez, casi como sin darnos cuenta, en el proceso de afinar el acuerdo
Hace poco alguien le dirigió a usted una carta abierta para pedir que actos como el encuentro entre las Farc y las víctimas de la masacre de Bojayá, que fue muy reservado, fueran transmitidos por televisión como sucedió en Sudáfrica con la Comisión de Verdad y Reconciliación. ¿Cree que eso ayudaría a amplificar el mensaje positivo de la paz?
Lo de Bojayá se manejó privadamente a petición de las víctimas, que no querían facilitar la creación de un escenario que generara falsas lecturas y expectativas. La gente quiere que un evento así se haga frente a los cincuenta millones de colombianos, pero no entienden que generar esos momentos, afinarlos, (qué se dice, cómo se dice y a quién se le dice) es un proceso muy complejo. Estas declaraciones de perdón solamente tienen sentido si son socialmente construidas y generan procesos, no eventos. No nos vamos a dedicar ahora a hacer eventos por todo el país porque eso lo que hace es trivializar el sentido del perdón.
¿Entonces cómo hacerlo?
Nosotros lo que queremos es convertir ese acumulado que hemos hecho de la documentación del desastre de la guerra en un argumento a favor de la paz. Y no sobre la base del silencio, pero tampoco sobre la base de un discurso retórico sobre la memoria. Aquí hay como cincuenta informes sobre los horrores que ha padecido la sociedad colombiana. Está aquí en texto, en video, en discurso, en hechos. ¿Qué más discurso para sustentar la paz que la documentación del daño a millones de víctimas?
Y aún así tiene más acogida el discurso que usted llama “negacionista”…
Es que no ha habido una militancia clara por la paz por parte de la sociedad, de una sociedad que se sienta beneficiaria o comprometida con la construcción de paz. Han sido mucho más militantes los enemigos de la paz, que sus defensores. Parecería como si los beneficios de la paz no fueran evidentes. Es como si tocara luchar para convencer a la gente de que es bueno que ahora haya menos muertos, menos desplazamiento, menos desaparecidos, cuando el discurso del contrincante aparece como una evidencia sin necesidad de ser argumentada si quiera. Aquí tenemos unas barreras culturales enormes que se crearon durante más de cincuenta años de guerra y que nos nos impiden ver los daños que la propia guerra produce.
Han sido mucho más militantes los enemigos de la paz que sus defensores
En el futuro alguien también tendrá que reconstruir la historia más reciente del país, la de hoy. ¿Qué consejo les daría a los investigadores que tengan que reconstruir ya no la guerra, sino el posconflicto?
Caramba, yo creo que la recomendación mayor es: identifiquen bien cuáles son los distintos intereses en juego en un proceso de terminación del conflicto. Se darán cuenta de que, si bien al principio de las negociaciones hay una euforia generalizada por la paz, en el camino los intereses se van mostrando diferentes.
¿A qué se refiere?
Para unos la paz es una oportunidad de reivindicación social, pero para otros es una oportunidad de negocio. Para unos la paz es una oportunidad de poder hablar sobre lo que ha pasado, para otros la paz puede ser una oportunidad para la absolución y la elusión de responsabilidades. Ojo que con el mismo discurso se pueden estar defendiendo intereses contrapuestos. Y hay otra cosa: no le carguemos al proceso de paz los muertos del posconflicto. La terminación del conflicto armado con las Farc va a generar la evolución de otras formas de criminalidad. Hay unos núcleos del conflicto que están llamados a persistir por no sabemos cuánto tiempo.
Para unos la paz es una oportunidad de reivindicación social, pero para otros es una oportunidad de negocio
¿Y qué les dice a quienes deban reconstruir lo que pasó este año con el acuerdo en el Congreso?
Creo que lo que ha pasado con el debate en el Congreso es que ha habido una especie de achicamiento a los alcances de los acuerdos de paz. Ese achicamiento tiene que ver con un reposicionamiento de las fuerzas en la esfera pública. Han irrumpido unas fuerzas interesadas claramente en achicar las dimensiones de las responsabilidades políticas y penales del conflicto. El país quería que las Farc se desarmaran, o que fueran desarmadas, a la buenas o a las malas. Se logró a las buenas. Pero entonces el país se olvidó de que el desarme de las Farc era para lograr unos compromisos que tenían que ver con la aclimatación de la paz. Una gran parte del país ya logró lo que quería: desarmar a las Farc. Ya la paz… ¡qué carajo! Esperemos a ver que pasa en el camino. Se perdió la energía para seguir debatiendo sobre lo que implica la consolidación de la paz. Nos están obligando a comprar una ilusión: que el solo desarme de las Farc arregla el país.
En el debate público, a veces parecería que el único dueño de palabras como ‘verdad’, ‘memoria’ y hasta ‘justicia’ es la izquierda. ¿Cómo llegamos a este punto?
No terminaron a la izquierda del espectro político, las botaron ahí. A la verdad otra vez se le está dando el carácter de tarea subversiva. ¿Cómo llegamos a eso? Hombre, por la coincidencia más desafortunada que hayamos podido vivir: que un proceso de paz en momento de cierre coincida con la apertura de un proceso de campaña política. Si hay algo ausente hoy en el parlamento colombiano es la mirada estratégica. La paz en el Congreso fue vista únicamente como un botín político. Eso hace que cuando se llega a esos temas tan sustantivos, no se se haga la conexión entre las ventajas estratégicas de la paz y lo que hay que construir para llegar a disfrutar esas ventajas.
Nos están obligando a comprar una ilusión: que el solo desarme de las Farc arregla el país