Fic-Vic es el primer festival internacional de cine de víctimas del conflicto armado en Colombia. Hablamos con Juvenal Camacho, su director.
Por: Alejandra Vanegas
¿Su cara le es familiar? seguramente lo ha visto muchas veces en televisión: en Paquita Gallego, como Nicolás; en Un Ángel llamado Azul, como Toñito; en algunos capítulos de series como Mujeres al Límite y Tu Voz Estéreo. Pero Juvenal Camacho, actor de profesión, dejó las cámaras de lado y se convirtió en el creador y director del Fic-Vic, el primer festival internacional de cine de víctimas del conflicto armado en Colombia.
Tiene indiscutible porte de actor, y mientras bebe café trata de encontrar las palabras para describirse a sí mismo. Es que Juvenal parece dividirse en dos: el idealista, que cree en el poder del arte como herramienta para cambiar el mundo; y el realista, abogado de la Universidad Militar, que tiene los pies plantados en la tierra.
Lleva 21 de sus 26 años dedicado a la actuación. Sin embargo, el temor a la inestabilidad de ese oficio le hizo replantear su vida, así que decidió estudiar derecho para tratar de construir paz desde ambos frentes: el de la abogacía y el de la actuación.
No se veía a sí mismo sentado en un cubículo vistiendo un traje costoso, siempre tuvo claro que utilizaría lo que aprendiera en la universidad para encaminarlo hacia el arte. Por medio de clases en la universidad llegó al tema de derechos humanos y se encontró con un universo que sentó las bases para lo que se convertiría en su proyecto más ambicioso.
A través de lecturas sobre Derecho Internacional Humanitario, Juvenal supo sobre la existencia de la reparación simbólica, una pieza clave en términos de justicia restaurativa que busca que las víctimas no sean compensadas exclusivamente con dinero sino también con actos de verdad, reconocimiento y dignificación. Ahí, el arte puede ser una herramienta importante.
Este parecía el camino correcto. Inició un proyecto de investigación académica dentro de su universidad y luego de estudiar en detalle la Ley 1448 de 2011, mejor conocida como Ley de Víctimas, empezó a darle forma a su idea.
Pese a la existencia de diferentes iniciativas parecidas, de leyes como la de Justicia y Paz y el punto cinco del acuerdo final para la terminación del conflicto con las FARC, Juvenal pensó que estos actos no son responsabilidad exclusiva del Estado ni de los victimarios, que toda la sociedad civil debe involucrarse en nombre de los afectados tras más de 50 años de guerra.
Inicialmente pensó en un festival de teatro, pero rápidamente reconfiguró su idea. Ahí nació el Fic-Vic, una propuesta que, por medio del cine, pretende aportar a la reparación de las más de ocho millones de víctimas que le ha dejado el conflicto armado a Colombia.
El cortometraje se convirtió en el lenguaje principal del festival. Camacho, junto con un pequeño grupo de voluntarios, enseñó elementos básicos relacionados con la actuación, la escritura de un guión y la producción audiovisual a las primeras víctimas que se unieron al proyecto. Desde Fic-Vic querían que ellas no solo fueran protagonistas de su propia historia, sino que también se involucraran en los procesos de producción y realización de las obras.
Para la primera edición del festival se hicieron dos cortometrajes, ambos narrados en primera persona, sin actores famosos ni equipos lujosos. Las víctimas se enfrentaron al reto de rememorar sus tragedias, interpretarlas en cámara y recordarlas.
Construcción de una cultura de paz
A Juvenal se le iluminan los ojos cuando habla sobre una de las fechas más importantes de su vida: después de obstáculos económicos y de ver cómo varios de sus colegas en el mundo de la actuación le dieron la espalda, llegó el día del lanzamiento. Fue el pasado 2 de noviembre en el Aula Máxima de la Universidad Militar.
Con orgullo asegura que todo salió mejor de lo que esperaba. Los invitados lograron ver el cine como una herramienta de reparación simbólica, aunque, para Camacho, lo más importante fue la forma en que las víctimas reaccionaron al ver su trabajo.
“Las dos protagonistas de nuestros cortometrajes relacionados con reparación se veían radiantes, parecían estrellas de cine. Lo más bonito de todo fue ver el orgullo con el que hablaban de sus historias, se metieron por completo en el papel, querían que todos vieran lo que habían logrado. Ahí me di cuenta de que el proyecto tenía una repercusión significativa ”, cuenta Juvenal todavía emocionado.
En total se proyectaron 13 cortometrajes en un festival hecho con las uñas, a punta de voluntarios, patrocinado por la droguería de la madre de Juvenal y una panadería. Después de dar luz verde al Fic-Vic, Camacho y sus colaboradores han llegado hasta Quibdó, Pasto y otras regiones del país.
Juvenal quiere ser reconocido, pero no famoso. Su objetivo de hacer visible el festival está orientado a demostrar que la paz también puede construirse desde las carencias. “Mi intención es convertirme en un referente para que las personas creen sus propias iniciativas y que no se sientan limitadas”, asegura.
Camacho continúa viajando por Colombia, con los cortometrajes en la maleta, buscando apoyo y recursos, sobrevivientes del conflicto armado que quieran ser estrellas en su propia historia y artistas como él que, con los pies en tierra, confíen en que la realidad de ponerle fin a la guerra supera cualquier cuento de ficción.