El caso de Jineth Bedoya y la censura contra las mujeres | ¡PACIFISTA!
El caso de Jineth Bedoya y la censura contra las mujeres

El caso de Jineth Bedoya y la censura contra las mujeres

Colaborador ¡Pacifista! - marzo 15, 2021

OPINIÓN | A propósito del testimonio de Jineth Bedoya ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, vale la pena recordar que las mujeres periodistas afrontan violencias particulares en razón de su género.

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Por: Emmanuel Vargas Penagos*

El secuestro, tortura y violencia sexual contra Jineth Bedoya, al igual que la impunidad en el caso, hacen que Colombia siga recibiendo medallas de infamia, censura y obstáculos para las mujeres en la vida pública.

Lo más seguro es que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) condene a Colombia por el caso de Jineth Bedoya. La negligencia y desidia del Estado para evitar, investigar y castigar un caso tan atroz dejan mucho que decir sobre las garantías para que las mujeres participen en la vida pública en Colombia.

En los veinte años que pasaron desde las agresiones contra Jineth, Colombia fue condenada tres veces por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) por casos de violencia contra periodistas. En esta cuarta ocasión, la Corte tiene la oportunidad de decir que Colombia, como lo dicen varias organizaciones internacionales como Reporteros sin Fronteras, sigue siendo uno de los lugares más peligrosos para hacer periodismo.

Y también es un momento clave para mirar el tipo de riesgos que viven las mujeres en el periodismo. Si uno mira la lista de asesinatos de periodistas en Colombia, se encuentra que pocos casos son de mujeres. Pero esto no es porque ellas estén más a salvo. Según la directora general de la UNESCO, esto puede suceder porque son menos las mujeres que son enviadas a misiones de riesgo o que son asignadas a temas sensibles. Además, según la directora general, las mujeres periodistas reciben otro tipo de ataques, como la violencia en línea, el acoso y la violencia sexual.

Esto sucede porque la violencia contra las mujeres periodistas suele estar basada en mentalidades machistas y discriminatorias. Esto hace que, como lo explicó hace un par de años la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las mujeres tengan riesgos adicionales en el oficio periodístico: a los periodistas hombres los amenazan de muerte y reciben varios tipos de agresiones, pero sus colegas mujeres son susceptibles a estos y otros ataques, que incluyen el involucramiento de la familia, insultos sexistas y humillaciones sexuales. Un ejemplo muy diciente es el de Jineth, al igual que el de la periodista de Azerbaijan, Khadija Ismayilova, víctima de chantaje con un video íntimo de ella con su pareja.

La Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias de las Naciones Unidas ha explicado que esa cultura machista también lleva a que las periodistas que son agredidas sexualmente prefieran no denunciar o que, cuando lo hagan, sean sujetas a cuestionamientos o acusaciones de que simplemente están llamando la atención. Otra razón para no denunciar, según la Relatora, es que quieran evitar ser vistas como frágiles por sus editores y que, como resultado de esto, les corten oportunidades de trabajo.

Esos casos suelen estar acompañados de impunidad. En el caso de Jineth, solo ha habido tres condenas, ambas como resultado de confesiones y no de una investigación juiciosa. Mientras tanto, los funcionarios públicos que pudieron haber participado en el caso siguen tranquilos en la impunidad. Seguramente siguen convencidos de que la mejor forma de quitarse los ojos de la prensa y de la sociedad de encima suyo es a través de la violencia y la censura. Y lo más obvio es que otras personas vean la impunidad como un espaldarazo: “¿si ellos salieron impunes, por qué yo no?”, se puede preguntar alguien que se sienta acorralado por la prensa.

El resultado de estos ataques y de la desidia del Estado en investigar y sancionar es que el papel de las mujeres en el debate público tiene más y más obstáculos. El escenario político y la mayoría de las discusiones públicas han estado monopolizados por hombres a lo largo de la historia; las mujeres suelen ser cuestionadas, rechazadas o violentadas por involucrarse en esos debates y muchas veces son señaladas por no comportarse bajo las expectativas de lo que es una mujer “bien comportada”.

La violencia contra voces públicas como las periodistas termina de arraigar esa realidad. Y la falta de acción de la justicia termina viéndose como un permiso para que todo se repita. ¿Se puede hablar de democracia en un país en el que solo se protege la voz de los hombres?

Colombia saca pecho una y otra vez por ser el primer país que creó un programa de protección a periodistas. Es hora de que la Corte IDH le diga que esto no es suficiente para evitar que casos como el de Jineth se repitan. También es hora de que la Corte le diga a Colombia que tiene que pensar mejor las garantías para que las mujeres formen parte de la vida pública.

*Emmanuel es abogado. Defiende la libertad de expresión a través de Media legal Defense Initiative y El Veinte, la red de acceso a la justicia para la defensa judicial de periodistas, medios de comunicación y usuarios de redes sociales. Pueden leerlo acá.

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