En Antioquia, los turistas puedan conocer prácticas y costumbres rurales. Los habitantes de El Carlos generan paz en medio de la guerra.
Por: Daniel Montoya
Un ejemplo de turismo comunitario. Así podría definirse a El Carlos, una vereda de Necoclí (Antioquia), en pleno Golfo de Urabá; un pueblo que sacó adelante un proyecto ecoturístico incluyendo sus costumbres campesinas. En una zona donde el conflicto armado ha estado presente durante décadas, esta comunidad se la jugó por consolidar una opción de vida diferente: el Centro Ecoturístico y Arqueológico El Carlos.
Esta vereda parece una isla anclada en el Urabá antioqueño. Para llegar a El Carlos hay que tomar un desvío en la carretera que comunica a Necoclí con Turbo. Son 10 minutos desde la playa si se usa el servicio de motos que durante el día van y vuelven del golfo a la loma. El proyecto es simbólico: en la misma región donde “Los Urabeños” consolidaron su poder violento para controlar el negocio del narcotráfico, y por donde la guerra ha pasado tantas veces, se levantan las cabañas del centro ecoturístico.
Están construidas sobre un antiguo territorio indígena en el que la comunidad ha logrado preservar su cultura. Justamente, porque la idea del proyecto es que quienes visiten la región puedan conocer sus prácticas y costumbres rurales. Las actividades que realizan buscan darle valor al día a día de la gente del campo.
Durante su experiencia, los visitantes deben entrar en contacto directo con la tierra. Hay salidas a los cultivos en las que los guías enseñan a sembrar, a cosechar y explican aspectos prácticos como las temporadas y el clima. Además, pueden cocinar los platos típicos de la vereda como la bacota de plátano o la torta de berenjena. Incluso, está la opción de aprender a tejer bolsos y artesanías.
Es una especie de inmersión que reconoce la cultura propia e invita a su comprensión. Entender y dignificar el quehacer de esta población es un paso hacia la reconciliación y el posconflicto, pues la tierra ha estado en el corazón de la guerra. De hecho, en la comunidad creen que con un entendimiento más amplio de la realidad rural se construye paz. Por eso impulsan el acto simple de conversar: en la vereda, en la casa de los asociados al proyecto, en el volcán de lodo, en la cascada o en el mirador. Esta es su estrategia para sensibilizar y seducir a los visitantes con el plan de agroturismo.
Noracelis Blanquiceth, encargada de la recepción en el centro ecoturístico, sostuvo que este proyecto les ha permitido “vivir en armonía, sin violencia, con tranquilidad. Las cabañas son un cambio de vida para mi familia y comunidad. El turismo me ha permitido conocer nuevas personas, que traen ideas y aprenden un poquito de lo nuestro”.
“El turismo nos ha permitido compartir ideas. Todos nos sentimos favorecidos, porque es un crecimiento personal tanto para ellos como para nosotros”, añadió Juan Meneses, guía del complejo de El Carlos.
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Juan Camilo Saavedra, un investigador en turismo sostenible que ha trabajado en la región, aseguró que esta actividad debe “construirse de manera participativa con las comunidades locales que habitan territorios con potencial turístico. El Carlos es un modelo donde la participación de los habitantes ha generado cambios positivos personales y colectivos reflejados en el bienestar comunitario”.
El gobierno de Juan Manuel Santos ha destacado el papel del turismo en la economía nacional y en el propósito de la paz. “Cuando Sri Lanka firmó la paz, el turismo se disparó un 34% en solo un año y algo así pasará en Colombia”, aseguró el Presidente durante la XXI Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo, en Medellín el año pasado. Y no es para menos: este sector es el que más divisas genera después del petróleo. En 2014 dejó cerca de 5.000 millones de dólares.
La propuesta turística de El Carlos resalta en medio de la violencia que ha vivido (y vive) la región. El plan del Gobierno para impulsar el turismo se enfoca en un crecimiento económico que nace de la idea de que la guerra no permitía conocer estos parajes. Los cálculos son que el turismo es una de las principales rentas que traerá el fin del conflicto. Pero, más allá de la visión económica y del éxito del proyecto, lo esencial para la gente es que la guerra se vaya del todo.