Una exposición del Centro de Memoria deja a un lado las cifras y recuerda la violencia que han sufrido los defensores de derechos humanos en Colombia.
Fotos: Santiago Mesa
Las cifras de violencia contra el movimiento de derechos humanos son alarmantes: por cada tres defensores asesinados en el mundo, uno es colombiano; las amenazas, los atentados y los hostigamientos no han bajado en los últimos años, ni siquiera con el desescalamiento del conflicto en muchas zonas del país, y la impunidad es casi absoluta. Pero el tema sigue pasando desapercibido.
Con la intención de visibilidad el tema, la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos (CCEEU) y la administración de Gustavo Petro se unieron para hacer una galería que mostrara una pincelada de la historia del movimiento de derechos humanos durante los últimos cuarenta años. La muestra se llama “Dejemos que entre el sol”.
“Este relato muestra una parte de la historia… el resto debemos construirlo entre todos y todas, comprendiendo nuestro pasado y dimensionando nuestro futuro, apropiándonos cada día de la lucha por nuestros derechos con esperanza, amor y solidaridad”, dice el texto que abre la exposición, que se presentará hasta marzo en el Centro de Memoria Paz y Reconciliación.
El recorrido tiene más de treinta momentos. Desde una caja transparente llena de personitas apretadas, que representa las ciudades donde llegan los desplazados, hasta una sombrilla con nombres de organizaciones internacionales de derechos humanos —que llama la atención sobre el hecho de que los de afuera hayan respaldado más a los defensores colombianos que sus mismos compatriotas—.
Una línea del tiempo, desde 1975 hasta 2015, muestra los diferentes actores que han tenido que ver con las violaciones y la defensa de los derechos humanos. Hay presidentes, guerrillas, paramilitares, narcotraficantes, organizaciones no gubernamentales y líderes asesinados.
Los defensores de la población LGTBI también ha sido duramente golpeados. Un quepis colorido cuenta la historia de un romance entre un policía y un periodista secuestrados.
Un edificio llamado Colombia recuerda el terror causado por la banda “La terraza”, que se encargó de sembrar violencia a nombre del clan de los Castaño durante los años noventa. De la construcción cuelga la la foto de Néstor Elí, un personaje de Jaime Garzón, el periodista y humorista asesinado por el paramilitarismo.
“Matar, rematar y contramatar”. Ese fue el nombre que María Victoria Uribe le puso a un libro donde relacionaba los métodos y los hechos de violencia cometidos contra defensores de derechos humanos durante las últimas dos décadas.
Con esas tres palabras, hizo un llamado para que no se olviden las miles de violaciones que han sufrido los defensores desde 1973, cuando se fundó el Comité de Solidaridad con Presos Políticos, la primera organización de ese tipo en el país.
La minería también se ha convertido en un escenario para abogar por los derechos humanos. Distintas organizaciones han señalado a empresas del sector de brindar condiciones laborales inhumanas y la minería ilegal es responsable de graves delitos y daños medioambientales.
Unos guantes con la bandera de Colombia están acompañados de la leyenda “la ropa sucia se lava en casa”. Muchas veces, cuando los defensores acudieron a organizaciones internacionales para denunciar y buscar respaldo, los criticaron por sacar del país los problemas que supuestamente se podían resolver internamente.
Aún así, las violaciones continúan, y por ahora no parece haber voluntad política para castigar a los responsables.