CoronaBlog | Día veintidos: Paseo interior | ¡PACIFISTA!
CoronaBlog | Día veintidos: Paseo interior Ilustración: Juan Ruiz
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CoronaBlog | Día veintidos: Paseo interior

Catalina Navas - abril 7, 2020

Para rebelarme al designio de productividad y de producción imparable que no nos deja descansar ni siquiera en casa, he decidido llenar mis días de tareas inútiles.

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Este texto hace parte del CoronaBlog, una serie escrita por periodistas, escritor@s, artistas y bloguer@s que intentará registrar el día a día de la pandemia, de la cuarentena y de las noticias alrededor desde una mirada muy original en primera persona. Para leer otras entregas de esta bitácora, haga clic acá.

El decreto ha prohibido los paseos al aire libre, ha cancelado los desplazamientos que no tienen propósito. Los perros son ahora el salvoconducto.

Entonces, para lo que no tiene propósito solo queda el espacio doméstico, el interior de la casa.

En estos días de mirar mucho por la ventana me he convencido de que en las tareas inútiles reside una fuente de calma que no termino de entender. Pienso en Don Quijote, que solo afuera pudo llevar a cabo su tarea poética e inútil. Pienso en Fitzcarraldo y su tarea ridícula de poner una casa de ópera en la jungla.

Para rebelarme al designio de productividad y de producción imparable que no nos deja descansar ni siquiera en casa, he decidido llenar mis días de tareas inútiles y también, de tareas útiles pero hechas lentamente, rayanas en lo ridículo.

Ayer, por ejemplo, descubrí que mi poinsettia estaba siendo atacada por el piojo blanco y decidí actuar. Diluí una cucharada de ají rojo en agua, cogí uno de mis pinceles de la acuarela y lo humedecí en la mezcla. Lentamente pinté el envés de cada hoja con el pincel untado de ají. Puse especial cuidado en no dejar espacio sin cubrir.

He tomado la costumbre de buscar láminas e ilustraciones en las revistas viejas e intentar pequeños collages miniatura que pego en las esquinas de las hojas de mi diario.

Ante la imposibilidad de pasear sin propósito en el espacio público, las tareas domésticas inútiles se han convertido en una rutina que repito casi a diario. Peinar la perra con un cepillo de dientes, limpiar cada llave de cada llavero con un paño que en otra época se usó para limpiar las gafas. Todo lo hago lento porque ya no tengo afán.

En la pandemia, la rutina del diario se ha convertido en mi discurrir inútil: en el movimiento de la mano sobre el papel encuentro algo parecido a los paseos sin propósito que antes daba al aire libre. Abro mi cuaderno sin tener un fin claro, lo abro, no para producir ningún texto, sino por el placer del sonido contra el papel, por el placer de mi tinta nueva a prueba de agua manchando la hoja.

Algo de ritual tienen mis tareas lentas, algo de fe en que si las hago bien, con suficiente devoción, cuidado y calma; que si todos los pasos de mis tareas lentas se cumplen con precisión, nada malo nos va a pasar.

Cuando Werner Herzog supo que su maestra estaba muriendo en París, emprendió desde Berlín una larga caminata de invierno para evitar su muerte:

“Nuestra Eisner no debe morir, no va a morir, yo no lo permito. No va a morir porque no está muriendo. Mis pasos son firmes. Y ahora tiembla la tierra. Cuando yo camino, camina un bisonte”.

Así hago mi diario también, lentamente, cuidando cada colita de cada letra, tratando de mantener la rectitud de la linea. Escribo, no sobre los hechos de mi vida, porque nada pasa, sino sobre mis pensamientos que a nadie importan. Cuido cada renglón, cuido la presión sobre el esfero para que el trazo de la tinta sobre la hoja se mantenga constante. Pienso, creo con la fe de quienes creen en Dios, que en el bucle de la Z, que en la perfección de voluta de la S reside la inmunidad de esta casa.

Y sin embargo, hay una consideración sobre lo útil que no puedo desdeñar: desde que estoy confinada mi letra se ha vuelto apretada y pequeñita. Ya casi no dejo espacio entre renglones. El asunto es que mi frágil equilibrio doméstico se vendría abajo si durara más el encierro que el cuaderno donde escribo mi diario.

Catalina es escritora. La pueden seguir leyendo acá.