Es posible que los llamados “Ni-ni” resulten ser exactamente eso: nada de nada.
- Por: Andrés Páramo.
No habíamos terminado de esperanzarnos del todo con una nueva coalición entre políticos decentes para aspirar a la Presidencia de la República, cuando ellos mismos, abriendo esta semana, la última para inscribirse a la candidatura del cargo, nos dicen que tal vez ya no, que el fuego podría apagarse antes de prenderse por completo.
Increíble.
El pasado lunes, la senadora y precandidata del partido Alianza Verde, Claudia López, dijo por Twitter que Sergio Fajardo, prefiriendo el resultado de una encuesta, no habría aceptado someterse a una consulta popular en marzo de 2018 para elegir a un solo candidato de la coalición de ellos dos con Jorge Enrique Robledo. Tampoco, dijo la senadora, habían llegado a un acuerdo común entre los tres.
De alguna forma, esto se veía venir, aunque no tan prematuramente. Los tres son políticos unidos por la lucha contra la corrupción y por logros en la lucha contra el crimen, pero sus convicciones políticas y egos son cosa seria: tan distantes los unos, como altos los otros. Los tres suman votos, como bien lo anotó Juanita León en La Silla Vacía, y es muy probable que, juntos, con banderas amplias y flexibles, pudieran llegar a la segunda vuelta frente a, yo que sé, Germán Vargas Lleras, Alejandro Ordóñez o ¿el que diga Uribe? La estrategia era sólida, pero ni siquiera empezó a ejecutarse cuando ya está rompiéndose.
Pueden hacerse más análisis de por qué pasó esto, de qué razones llevaron a López a anunciarlo de buenas a primeras en Twitter o a Fajardo a tildar el momento de “bizarro”. Pero lo cierto es que el voto independiente está flaqueando, yéndose por entre las ranuras de la suspicacia política.
Puede que los tres candidatos tengan visiones muy distintas de país (Robledo está muy alejado de los otros dos) y también que Fajardo, él solo, piense que podría consolidarse como el candidato de centro frente a la polarización extrema que vive el país. Puede ser. Pero hacer estrategias personalistas, a menos de un año de las elecciones, después de haber hablado de coalición a los cuatros vientos, es un tiro en el pie. Es, en definitiva, no entender la fragilidad del proceso electoral que se viene.
La derecha mandará
Aunque parezca, aunque suene fatalista, no exagero. Acabamos de pasar la hoja de una guerra larga, de cincuenta años seguidos de darnos plomo, cuyo resultado, el mil veces manoseado posconflicto, debe manejarse con pinzas de cirujano.
Dicho de una manera más elocuente: hemos sido testigos de cómo, al desmovilizarse la guerrilla de las Farc, puede encenderse la esperanza de construir un país nuevo, distinto, y ante eso: ¿vamos a dejar que lo sigan manejando las mismas personas de siempre? ¿Los germanvargaslleras? ¿Vamos, en últimas, a dejar que la derecha tire las riendas de este país como le dé la gana? ¿Como siempre? ¿No queremos cambiar nada?
No me entiendan mal. No creo que López, Fajardo y Robledo sean los salvadores de Colombia, tal vez como lo sentían de sí mismos Lucho Garzón, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa en 2010. No creo tampoco que sean un grupo de políticos impolutos y absolutamente buenos, ni que con ellos este país vaya a volverse Suecia en cuestión de cuatro años. Pero sí son algo distinto a lo de siempre. Y creo que algunos puntos de sus agendas, puestos en marcha, con respeto por la ideología de cada uno, podrían mejorar a Colombia. O, al menos, producir un cambio.
Increíble que, a boca de jarro, la cuerda empiece a aflojar. No le pasó ni siquiera, con toda su ineptitud de campaña, a la Ola Verde.
Todo esto sucede, además, justo cuando la derecha de este país marcha recta, afilando hashtags y tendencias o haciendo reír al público con eso de que los valores están por encima de los condones, o simplemente organizándose a la voz de mando de su titiritero maestro. Qué vergüenza. Qué pérdida de tiempo. Este es un motivo para preocuparnos por nuestro destino. O mejor, para preocuparnos por seguir repitiendo lo que siempre ha sido el destino colombiano: que la derecha gobierne este país por los siglos de los siglos. Quedan seis días para definir. Increíble: insisto.
*Andrés Páramo está en Twitter por acá.