A propósito del comunicado de esa guerrilla, en el que se autoexime de responsabilidades por la violencia ejercida contra las mujeres.
“Categóricamente afirmamos que en las filas de las Farc no hay espacio para la violencia contra las mujeres”, escribió el pasado primero de agosto la delegación de esa guerrilla que negocia con el Gobierno en La Habana (Cuba). En un comunicado de ocho puntos, las Farc declararon que no eran responsables de la violencia sexual en desarrollo del conflicto y que la Fiscalía aceptaba “testimonios falsos” sobre ese tema, con el fin de “generar una estigmatización de la insurgencia que en nada ayuda a sacar adelante el proceso de paz”.
Sin embargo, la Fiscalía no es la única que ha recopilado testimonios de ese tipo. Distintas organizaciones sociales se han dado a la tarea de recoger las historias de decenas de mujeres que aseguran haber sido violadas y torturadas por guerrilleros de las Farc, y cuya desconfianza en las instituciones les ha impedido denunciar esos hechos. ¡Pacifista! presenta cinco testimonios recopilados por la Fundación Círculo de Estudios, que dan cuenta de la ocurrencia de los crímenes que esa guerrilla ha negado en repetidas ocasiones.
Flor*
“Mi esposo era el comandante de la estación de Policía del pueblo. Un día, mi hija y yo fuimos de vacaciones a un municipio cercano. No había pasado una hora cuando el bus se detuvo, se subieron unos hombres con uniformes camuflados y empezaron a gritarnos que sacáramos nuestra identificación, que ellos eran de las Farc.
A mí me quitaron el bolso, porque de los nervios no encontraba la cédula, y me vieron el carné de la Policía. En ese momento, a mi hija y a mí nos hicieron bajar, y nos halaron por una trocha. Llegamos a un lugar donde había más hombres de ese grupo y nos tiraron al suelo diciendo que nosotras éramos familia de los ‘sapos’. Uno de ellos me empezó a desnudar, mientras yo les gritaba que a mi hija no le hicieran daño, pero no me hicieron caso. Nos violaron y nos golpearon para que no gritáramos más. Les rogué que nos dejaran ir y caminamos lo más rápido que pudimos hacia la carretera”.
Camila
“Yo viajaba para Cúcuta, cuando a la salida del pueblo se subió al bus un hombre del frente 33 de las Farc, que estaba fuertemente armado. Él pregunto cuál era la vieja que había salido en la prensa relatando un ataque que ellos habían cometido días atrás. Alguien dijo, señalándome: ‘es esa que está ahí’. Enseguida el guerrillero me bajó, me tiró al rastrojo, empezó a quitarme la ropa y abusó de mí. Yo le gritaba que me dejara quieta, pero me dijo que, si no me callaba, me mataba. Después de que me violó, me dejó tirada y golpeada. Esperé hasta que pasó un señor en un carro y me dijo que me llevaba al pueblo”.
Laura
“Todo pasó cuando las Farc le propusieron a mi papá que los dos hijos de él pertenecieran a la guerrilla. Mi papá, antes de que se los llevaran, los mandó donde una tía. Luego volvieron, y como no los encontraron, quemaron la casa. Después se fueron a la mía y me dijeron que yo siempre les había gustado. El comandante, al que le decían “Pablo 30” ―no se me olvida ese nombre― me obligó a tener relaciones sexuales con él y, cuando terminó, otro de sus compañeros me violó. Ahí estaban mis hijas y se dieron cuenta de todo; tenían ocho y 11 años”.
Natalia
“Yo vivía con mi hija mayor y con mi esposo en una vereda del municipio de Argelia (Antioquia). En enero de 2006, varios hombres y una mujer de las Farc se presentaron en la finca y nos llevaron a caballo y luego a pie hasta un campamento de la guerrilla. A mi hija se la llevaron a unas carpas, mientras que a mi esposo lo mandaron a abrir una fosa para enterrar a unos guerrilleros que habían muerto en un combate. A mí me pusieron a curarles las heridas a varios de ellos que habían sobrevivido. Cuando terminé de hacer lo que me mandaron, fui a buscar a mi hija. Apenas entré a la carpa, vi que el comandante del grupo la estaba violando. Yo me tiré para tratar de ayudarla, pero dos hombres me agarraron y me obligaron a ver cómo le hacían eso a la niña”.
Rosaura
“Un día llegaron a la casa donde vivíamos unos encapuchados de la (columna móvil) Teófilo Forero de las Farc, sacaron a mi papá y lo arrodillaron para matarlo; lo insultaron y lo golpearon muy fuerte. Dos hombres más me cogieron a la fuerza y me taparon la boca, me llevaron a un rincón de la casa, me quitaron la ropa interior y me violaron. También me golpearon en la cabeza con los puños y con los fusiles; me dejaron morados por todo el cuerpo y cicatrices. A mis hermanas también las violaron; una tenía 13 años, y la otra 15. A mis hermanos les quemaron las manos, los golpearon y los torturaron. Después de ese día dejamos todo tirado allá en la finca; mi mamá me sacó llorando y sangrando de allá”.
Otros casos
Junto a las cruentas historias de esas cinco mujeres, la Fundación Círculo de Estudios ha documentado otros 116 casos de violencia sexual en los que las víctimas responsabilizan a grupos guerrilleros. Gran parte de esos hechos se les atribuyen a las Farc y tuvieron lugar en el Chocó, aunque también existen reportes en Santander y en Bolívar.
En un informe elaborado por la Fundación, en el que se analizaron 502 hechos de violencia sexual en desarrollo del conflicto armado, la entidad llamó la atención sobre los crímenes ocurridos en Norte de Santander, donde varias “mujeres fueron victimizadas en carreteras durante las denominadas ‘pescas milagrosas’” ejecutadas por las guerrillas. Y agregó que ello podría constituir “una práctica sistemática e intencionada de violentar sexualmente el cuerpo de la mujer como estrategia de guerra”, con el fin de ejercer control territorial en esa zona.
Asimismo, señaló que de los 52 casos en los que nacieron niños y niñas producto de violaciones, 16 eran responsabilidad de las organizaciones guerrilleras.
Para Nhora Álvarez, directora de Círculo de Estudios, el silencio de las Farc y de todos los actores armados respecto de la violencia sexual “despoja a las víctimas de las herramientas más elementales para el acceso a la justicia y dificulta la restitución de sus derechos y la recuperación de su universo emocional”. Además, de cara a un eventual posconflicto, esa negativa de asumir responsabilidades supondría “una reconstrucción falsa de la memoria histórica o, por lo menos, parcial”.
Por eso, señala que los relatos que ha recopilado la fundación “no tienen como base una motivación política, sino simplemente la esperanza de arribar a algún grado de verdad, de justicia y de reparación”. En ese sentido, advierte “que todo puede negociarse menos la verdad completa sobre la historia de este conflicto. No la verdad obvia, la fácil de contar, sino, justamente, aquella que es dolorosa y que nos avergüenza”.
Violencia intrafilas
Además de cometer ese tipo de crímenes contra la población civil, a las Farc se les ha señalado de atentar contra la libertad sexual y reproductiva de las guerrilleras que integran sus filas. En el comunicado emitido el primero de agosto, la guerrilla no se refirió a ese tipo de violencia, aunque sí declaró que “carece de lógica que una organización insurgente que ha resistido por más de 51 años pueda vivir agrediendo a la población civil, peor aún, abusando sexualmente a sus guerrilleras, como lo presenta de manera amañada la Fiscalía”. Sin embargo, han sido algunas desmovilizadas quienes han denunciado que dentro de las Farc se presentan violaciones, abortos forzados y planificaciones forzadas.
Así, una exguerrillera dijo a las autoridades que “me colocaron un dispositivo para no tener bebés. Yo no quería, y por eso me sancionaron; me tocó cargar leña. Eso duró como seis meses y luego me lo mandaron a quitar, porque una muchacha quedó en embarazo. Entonces, me colocaron el Nortplan. A la muchacha que quedó en embarazo le sacaron el bebé”.
Sobre el aborto forzado, la Fiscalía dejó constancia —en uno de sus informes sobre el bloque Oriental— de que es política de la Farc impedir que las guerrilleras tengan hijos. Así, “esa práctica se origina en una directriz emanada de la organización e implementada de forma expresa, pues se encuentra dentro de los planes y conclusiones, además de ser de conocimiento general desde los guerrilleros rasos hasta los mandos superiores. Su no aplicación genera consejo de guerra para la mujer embarazada”.
En cuanto a las violaciones, otra exmilitante de esa guerrilla denunció que su propio comandante la había obligado a tener relaciones sexuales. “Misael’ se me había insinuado varias veces, pero yo no había aceptado tener nada con él. Yo había tenido relaciones consentidas con un compañero, como le dicen allá, éramos ‘socios de caleta’; es decir, éramos novios. Esa noche, el ‘socio de caleta’ no estaba conmigo. El camarada ‘Misael’ estaba solo y me obligó a tener relaciones con él. Me desnudó a la fuerza, me rompió la ropa, me cogió de las manos y ahí pasó todo”.
Pese a los crudos relatos, las Farc insisten en negar su responsabilidad. A la par, las organizaciones sociales continúan promoviendo la denuncia y presionando para que las investigaciones judiciales avancen. No obstante,las partes tienen como propuesta en común que se cree una comisión de la verdad o un equipo técnico que contribuya a determinar los responsables, las prácticas y los contextos en los cuales ocurrieron los diversos y atroces episodios de violencia sexual contra las mujeres en el transcurso de la guerra. Habrá que esperar a que la Comisión de la Verdad y los mecanismos de justicia transicional que se creen tras la firma de un eventual acuerdo establezcan cuál ha sido la responsabilidad de la guerrilla en la comisión de esos delitos.
*Todos los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las fuentes