OPINIÓN Si el ELN quiere avanzar en las negociaciones debe ganar respaldo ciudadano. No lo va a lograr si se mantiene en la inflexibilidad.
Columnista: Luis Eduardo Celis*
Llevo meses dándole vueltas a la idea. Me anima el deseo de comunicarles mis análisis y valoraciones sobre el momento político que vive Colombia y lo que implica para el presente y futuro del ELN transitar este momento, sin duda de trascendencia histórica, en el cual ustedes tendrán que tomar decisiones de hondo calado. ¿Se mantendrán en su resistencia armada? ¿El ELN será capaz de dar el paso mediante una negociación a este orden social, político y económico, que pese a nuestro deseo no va a cambiar de manera radical?
Planteo esta carta desde una consideración: EL ELN es una fuerza política que ha luchado por transformar a Colombia animado por un propósito de justicia social, equidad y democracia de calidad. En el ELN han luchado varias generaciones de gente generosa, inspirada por un altruismo y una entrega sin límites. Eso no lo dudo. Y es a ese cuerpo de luchadoras y luchadores que van dirigidas estas reflexiones sobre el presente y el futuro de la lucha por transformar a una Colombia desigual, inequitativa y de una precaria democracia, donde la barbarie sigue campeando.
Primero, el ELN se afincó en el propósito de toma del poder para la clase popular, libró una dura batalla en su mejor momento como organización y no lo logró. Se debilitó en la lucha contra el Estado y el paramilitarismo. Esto ocurrió entre 1995 y el 2002 y es una historia que está por escribir y documentar. El ELN perdió buena parte de su influencia social y presencia en el Oriente Antioqueño, el Bajo Cauca y el Nordeste Antioqueño, en el Cesar y en las partes planas del Magdalena Medio. De este debilitamiento, el ELN no se ha podido recuperar y hoy es una organización más pequeña y con menor influencia social, política y militar de lo que fue en su mejor momento.
El ELN sabe que no podrá imponerse militarmente, no los creo delirantes y bien sabemos que no hay nada más serio que la lucha armada, allí se quita y se pierde la vida. Entonces, si el balance es que la viabilidad del triunfo total no es posible, ¿en que se afincó el ELN? Después de su debilitamiento y de la inviabilidad de tomarse el poder, apareció una idea fuerza muy potente y que calza muy bien con la cultura política de esa organización: la resistencia armada.
Es decir, el ELN está decidido a resistir a un poder que rechaza, que critica de manera radical y en el cual no cree. En otras palabras, en los fines, el ELN puede sintonizarse con una pluralidad social y política, en la que me incluyo, que comparte con ellos el profundo deseo por transformar de manera democrática a Colombia. Pero en los medios seguimos alejados. De manera ampliamente mayoritaria la sociedad no comparte la acción armada, eso está claro luego de más de medio siglo de alzamiento armado.
La resistencia armada es un proyecto de exclusiva promoción del ELN. Hay otras resistencias civilistas, muy importantes, quizás la más destacada es la del movimiento indígena. Pero una cosa es la resistencia armada y otra la resistencia civil,que pueden coincidir en sus fines pero difieren de manera diametral en los medios. Eso es lo que creo debe asumir el ELN. Su proyecto de resistencia armada es ampliamente minoritario, como lo fue el proyecto de toma del poder por la acción armada. No tuvo un amplio respaldo en la sociedad colombiana. Por eso quienes lo promovieron se convencieron de que debían transitar a la lucha civil, con plenas garantías. Ese es el camino de la paz de los 90 que tomó buena parte de las guerrillas y que hoy igualmente transitan las Farc, bajo la convicción política de que si el proyecto de poder armado no es viable, debe asumirse que la lucha política continúa sin armas.
Cuando el ELN nos dice que quiere la paz, me surgen varias dudas: si es una paz que remueva todas las trabas y e impedimentos para hacer de Colombia una nación justa y equitativa, con una democracia profunda; si esa es la paz que el ELN quiere lograr de una negociación política con unas élites que tienen su proyecto de poder, es difícil de lograr.
En otras palabras, si la paz que nos plantea el ELN es una paz de grandes reformas y transformaciones, según el pensar y aspiraciones propias de esa guerrilla, esa será una paz imposible. Las élites de poder no están dispuestas a ello, la paz viable es una paz de reformas acotadas y de garantías para la competencia social y política. Esa paz sí es viable e importante. Las grandes transformaciones vendrán de la lucha social y política y la lucha por el poder de manera democrática, no de la mesa de cierre del conflicto armado.
El ELN tiene que tomar una decisión, o emprende el camino de la solución negociada y del pacto para salir de su resistencia armada, con una negociación viable; o coloca la vara tan alto que hace imposible la negociación y se mantiene en su proyecto de resistencia armada en un momento en que Colombia vive la posibilidad del acuerdo con las Farc y la apertura de un ciclo de implementación del acuerdo de paz y de nuevas luchas por la ampliación de esta precaria democracia. Las garantías están por verse, pero va quedando cada vez más claro quiénes se oponen a la lucha civilista y continúan con sus proyectos de terror. Eso es lo que vamos a vivir en la próxima década en Colombia, una intensa lucha por controlar a los que persisten en la acción política vía violencia y autoritarismos.
Por supuesto que hay quienes no quieren que termine la violencia política, se sienten muy cómodos en ella, han acumulado ingentes recursos y poder. Son los ganadores de este medio siglo de violencia. Ellos están ubicados en el espectro de la derecha, pues defienden este orden de exclusión y autoritarismos, y no quieren que la violencia cese, no comparten el pacto de convivencia que se está construyendo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc. En este escenario el ELN tiene que decidir si avanza en la negociación o se queda igualmente criticando este proyecto político de cierre del alzamiento armado, ahora desde una postura de izquierdas.
Cuando vemos la lentitud con que se desarrolla el proceso de paz con el ELN, nos asaltan dudas, vemos a una organización pidiendo el oro y el moro. Eso hace inviable la negociación política, no corresponde a la realidad política de una insurgencia debilitada social, política y militarmente. Se requiere mucho realismo y decisión para avanzar y de eso vemos poco en el ELN.
Me pregunto si el ELN ha desistido de su proyecto de resistencia armada y ha emprendido de manera decidida el camino de la negociación y el pacto y mi respuesta es NO. El ELN se mantiene afincado en su proyecto de resistencia armada, eso lo hace por profunda desconfianza con el poder hegemónico, por decisión política, por valoración. Eso no quiere decir que no vea seriedad y consistencia en la palabra del ELN, cuando dice que tiene voluntad de paz, pero es difícil una negociación si uno no desiste de su proyecto y se concentra en la negociación.
El ELN lo quiere todo y desconfía de la viabilidad de la negociación.
Si el ELN quiere avanzar en las negociaciones debe ganar respaldo ciudadano. Es una tarea difícil y no lo va a lograr si se mantiene en la inflexibilidad, eso se evidencia en su firme decisión de no renunciar al secuestro de manera unilateral y no producto de ninguna negociación. El secuestro pesa en la mochila del ELN si quiere avanzar en la paz. Es más, puede que estas negociaciones fracasen sin haber empezado de manera formal, y en ello igualmente habrá responsabilidad del ELN.
El ELN tiene un enorme reto. Intenta una negociación viable, acotada en la agenda y descarta que ya la resistencia armada no es su proyecto o se queda en esta violencia sin destino, malogrando este impulso de democratización que se abre con el acuerdo logrado con las Farc.
Hay fuerzas en Colombia que se sentirán a gusto con la permanencia del ELN en esta resistencia armada. Es la excusa perfecta para mantener dinámicas autoritarias y represivas. El ELN será funcional a la derecha, como lo ha sido el alzamiento armado en los últimos 25 años.
Respeto al ELN como fuerza política, así no comparta su permanencia en la resistencia armada. Sé que la única salida viable y seria es la negociación, pero debe mostrar en los hechos mayor compromiso con ese camino.
Si el ELN, se quiere mantener en la resistencia armada, será un grave error, trágico y muy complicado, políticamente irresponsable con una Colombia que ha demandado desde hace mucho tiempo el fin de la acción política con armas.
La última consideración que quiero compartirles es que veo a sectores del ELN más interesados en la defensa armada de la Revolución Bolivariana en Venezuela –y a ello amarran el proceso de paz–, que en emprender de manera decidida el camino de concertación aquí, en Colombia. Ese es otro debate que veo al interior del ELN y que por supuesto hay que resolver, si se quiere avanzar en un pacto, para cerrar este alzamiento armado.
El ELN tiene un enorme reto sobre sus hombros y se juega su destino en estos meses. Si sale de la guerra, tendrá vida para continuar luchando junto a muchas comunidades con las que ha construido identidades y confianzas. Si se queda en esta marginal resistencia armada, se degradará y perderá la oportunidad de ser una fuerza decisiva del cambio.
*Analista en temas de conflicto armado y sus perspectivas de superación, acompañó la negociación de la Corriente de Renovación Socialista, grupo que surgió al interior del ELN en 1991 y pactó un acuerdo de paz en 1994.