Asonadas, balaceras y combos sin cuartel: Medellín prende alarmas por la violencia | ¡PACIFISTA!
Asonadas, balaceras y combos sin cuartel: Medellín prende alarmas por la violencia
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Asonadas, balaceras y combos sin cuartel: Medellín prende alarmas por la violencia

Juan David Ortíz Franco - julio 25, 2016

Los índices de homicidios van en aumento en la capital de Antioquia en medio de una disputa contra la autoridad de los "combos".

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Altavista es uno de los cinco corregimientos de Medellín. Varios “combos” se dividen el control de ese territorio. Foto Alcaldía de Medellín

El problema empezó en un circo de barrio. Una carpa puesta en una cancha de fútbol en la que el número principal es un equilibrista trepado en una cuerda floja. Varios agentes de Policía llegaron al sitio y, según los vecinos, dijeron que quienes estaban allí eran unos “gamines”. Amenazaron con que, por no tener un permiso de la Alcaldía de Medellín, desmontarían el espectáculo en el que una boleta vale $1.000.

Sobre lo que pasó después hay versiones enfrentadas. Algunos habitantes de la zona aseguran que hubo exceso de fuerza por parte de los uniformados. Las autoridades, por su parte, dicen que varias personas agredieron a los agentes que solo cumplían con su deber. Lo cierto es que el choque terminó en asonada y en un enfrentamiento a golpes, palos y piedras entre la Policía y la comunidad.

Luego, lo que empezó con una discusión por una carpa sin permiso en el espacio público, se convirtió en un enfrentamiento a bala que duró una hora entre un “combo” armado de fusiles y un grupo especial de la Policía que fue enviado para reforzar a los primeros uniformados que llegaron a la zona. Ese barrio del corregimiento de Altavista, en el occidente de Medellín, se convirtió en una zona de guerra. Una persona murió, 10 fueron capturadas, y cuatro policías y cuatro civiles quedaron heridos.

¿Miedo o eficacia?

El “combo” que enfrentó a la Policía es conocido como “Los Chivos”, un antiguo grupo armado del que se tiene noticias hace más de dos décadas. Han sido varias generaciones de jóvenes vinculados a una típica banda de barrio de origen familiar que, por la dinámica de la criminalidad en Medellín, se ha extendido a otros sectores y hoy le rinde cuentas a una estructura mucho mayor: las “Autodefensas Gaitanistas de Colombia” (la misma organización a la que las autoridades llaman ahora Clan del Golfo y antes Urabeños).

En los últimos años, la Policía Metropolitana y la Alcaldía de Medellín han anunciado en por los menos dos ocasiones la “desarticulación” de “Los Chivos”. Sin embargo, parece que tarda mucho más el anuncio que la recomposición de ese grupo para seguir controlando las extorsiones y el tráfico de droga, también para administrar justicia por cuenta propia, ejercer autoridad, imponer sus reglas y controlar la vida de la gente en Altavista y algunos barrios cercanos.

Eso es justamente lo que puso en evidencia la asonada del pasado 20 de julio, que reeditó episodios similares que hace varios años se hicieron frecuentes en algunas zonas de Medellín: enfrentamientos de “combos” —y de las comunidades donde operan— contra las autoridades, para defender el orden impuesto por los grupos armados.

Uno de los casos más recordados es el del barrio La Sierra, al otro lado de la ciudad, que se hizo famoso por cuenta de un documental de hace más de 10 años que mostraba desde adentro el funcionamiento de la banda del sector. Tiempo después de ese salto a las pantallas, emergió la figura de Yeison Smirth Velásquez Pino, alias “El Rolo”, jefe de “combo” que se vendía como líder comunitario y promotor de paz. Fue capturado luego de la ruptura de un pacto de no agresión entre estructuras armadas que “pacificó” a Medellín durante unas cuantas semanas en 2009. Sin embargo, escapó de la cárcel y volvió a refugiarse en su barrio.

En varias ocasiones, y en medio de enfrentamientos con sectores de la comunidad que salían a defenderlo, se frustraron operativos de la Policía para capturarlo nuevamente. Alrededor de su nombre se tejió todo un mito. Dicen en el barrio que no permanecía más de una hora en un mismo lugar, que repartía billetes y dirimía disputas entre vecinos.

El 27 de mayo de 2011, uno de los operativos en su contra parecía estar teniendo éxito, pero cuando ya lo montaban en una patrulla, Velásquez escapó en medio de los ataques de decenas de personas contra la Policía. “‘El Rolo’ fue capturado, desafortunadamente la misma gente lo rescató. Se nos fue con las esposas puestas, pero la Policía ya lo tenía”, dijo en ese momento el general Yesid Vásquez, para entonces comandante de la Policía Metropolitana de Medellín.

Era en esos momentos cuando se expresaba la disputa entre dos órdenes: el del “combo”, ágil y efectivo en la gestión de los problemas comunitarios, o en todo caso con la capacidad de hacer valer su autoridad. Y en la otra orilla, el Estado, ausente, manifestándose casi exclusivamente por medio de la Policía e irrumpiendo en la mayoría de los casos para enfrentar esa otra forma de organización que, para bien o para mal, muchas personas consideraban más eficiente. “Que a ellos la comunidad los vea como necesarios es por la ausencia del Estado y por la lentitud de los mecanismos de justicia. Las bandas lo que han hecho es sustituir esos mecanismos”, dice un líder cultural de ese sector.

En La Sierra, durante 2011, fueron en total seis asonadas en apenas unos meses. Pero finalmente, el 17 de junio de ese mismo año, la Policía llegó al sitio donde “El Rolo” se escondía y lo capturó mientras dormía. “Comunidad, comunidad, ayuda”, gritó, recuerdan algunos vecinos. Nadie salió en su defensa.

Hoy, “El Rolo” permanece preso en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita. Sin embargo, en su barrio, como ha ocurrido en muchos otros sectores de Medellín, el control territorial por parte de los “combos” no terminó con su captura. La historia que unos años antes lo puso en la cúpula del “combo” se repitió y su poder fue heredado por algunos de quienes antes eran sus subordinados. Uno de ellos es su hermano.

¿Quién manda en los barrios de Medellín?

El alcalde Federico Gutiérrez visitó el sector donde ocurrió la asonada del pasado 20 de julio. En esta foto, a espaldas de Gutiérrez, todavía se ve la sigla “AGC” pintada en una pared por los “combos” de esa organización durante el paro armado de abril. Foto Alcaldía de Medellín

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, presentó su propia versión sobre lo ocurrido en Altavista la semana anterior. Dijo que un hombre se acercó a los policías que pedían el permiso de funcionamiento del circo que desató el enfrentamiento, les dijo que no tenían nada que estar haciendo en ese lugar, que “ellos son los que mandan”.

Y esa parece la cuestión de fondo: la disputa de poder entre el Estado y las agrupaciones que durante años han ejercido el control de buena parte de la ciudad. “El tema de la seguridad tiene dos opciones: o pasar de agache, o enfrentar el crimen; y nosotros elegimos enfrentar la criminalidad con las consecuencias que eso tiene y es mejor hacerlo que vivir a merced de las estructuras  que durante tantos años se han logrado consolidar en esos sectores”, dijo Gutiérrez.

Aunque no es posible afirmar que se trate de la cuenta de cobro por esa decisión o de una simple casualidad, lo cierto es que en los últimos meses Medellín y sus municipios vecinos han registrado un aumento en los índices de homicidios en comparación con años anteriores. En el primer semestre del año las cifras de ese delito aumentaron en un 10 por ciento en la capital de Antioquia y, por ejemplo, solo el sábado anterior ocho personas fueron asesinadas en el Valle de Aburrá.

Ese, sin embargo, no es el único indicador de inseguridad. Durante los años anteriores varios sectores alertaron a las autoridades de la ciudad sobre el incremento en la ocurrencia de otros delitos y en particular del fenómeno de la desaparición forzada. Aseguraban que en la ciudad la violencia se ejercía de manera soterrada y estaba lejos de desaparecer.

Ahora, el alcalde reitera un diagnóstico muchas veces repetido: “Se fueron fortaleciendo en el tiempo. Ellos al lograr control territorial se apoderan de rentas ilegales y muchas veces legales, eso les da poder financiero, lo que les da poder militar”. También dice que las intervenciones en esos sectores de la ciudad no solo pueden ser por la fuerza, sino que a la presencia del Ejército y la Policía debe sumarse la inversión social.

Finalmente, Gutiérrez advirtió que no puede seguir siendo normal que un jefe de una banda diga: “Aquí el que manda soy yo. Hay que dejarle muy claro que aquí el que manda no es él, aquí manda la institucionalidad”.

El alcalde hizo la advertencia al lanzar un plan de recompensas y presentar las fotografías y las identidades de los principales integrantes de los “combos” que operan en Altavista y sus alrededores: además de “Los Chivos”, en la zona se encuentran las bandas de “Los Pájaros” y “Mano de Dios”.

Este martes se desarrollará un consejo de seguridad en Medellín con el presidente Juan Manuel Santos a bordo. En esa reunión las autoridades analizarán la situación que enfrenta la ciudad y que parece muy distinta a la que les permitió a los alcaldes anteriores celebrar, mes a mes, reducciones históricas en las cifras de homicidios. A juzgar por lo ocurrido en los últimos meses, la “pacificación” tuvo más de apariencia que de realidad.