¡PACIFISTA! llegó a este pueblo del suroccidente 72 horas después de una toma guerrillera y encontró que sus pobladores aprendieron a guardar silencio frente al estruendo de las balas y las bombas.
Argelia se ha convertido en uno de los escenarios más comunes de nuestra guerra, la que se libra en Colombia y en La Habana, la de los ceses al fuego y los comunicados de prensa, la que tiene una cara en La Isla y otra en departamentos como el Cauca.
Hace 3 días, cuatro granadas de mano casi acaban con la vivienda de una señora que no dice su nombre por físico miedo. Ella trabaja como peluquera y tuvo la desgracia de vivir en el centro del pueblo, al frente del parque. Desgracia porque a su lado se ubicó el cuartel de la Policía.
Mira y trata de recoger las cortinas y los pedazos de vidrio que quedaron luego de la explosión. Echa a un lado los escombros y se para frente a la terraza mientras varios uniformados suben para arreglar el tubo del agua. Ella los mira.
Su hijo intenta increpar a la Policía pero no encuentra respuestas. Qué respuesta va a tener una guerra que se libra en medio de la población civil, de las inminentes nuevas víctimas. Prefiere salir llorando y esconderse en el cuarto del fondo, que ya ni puerta tiene.
Afuera la vida sigue. En las calles se anuncia un concierto de Darío Gómez para el mes de agosto, en la plaza se venden cholados y neveras, en las tiendas la gente compra comida y toma trago y en el cuartel los policías llenan sacos de arena para construir nuevas trincheras.
PACIFISTA llegó hasta este pueblo para intentar retratar cómo viven los habitantes de Argelia en medio del conflicto. Este municipio ha soportado como ninguno el fin de la tregua unilateral de las Farc y espera a ver si un acuerdo de paz les otorga por fin un poco de calma.