#OPINIÓN |Hace 20 años, el presidente de Colombia era el que "dijo Tirofijo": Andrés Pastrana. Los papeles se han invertido, pero seguimos sin tener muy claro qué hacer con la paz en elecciones. Por: @DanielRuge
La Paz pasó de ser un cisne a convertirse en el patito feo de las elecciones en Colombia, así se suponga que es una paloma. Desde el fin del Frente Nacional hasta 1998, todos los candidatos presidenciales ganadores enarbolaron, en algún sentido, la bandera de la Paz. Con excepción de Julio César ‘Estatuto de seguridad’ Turbay, antes se daba por hecho que al presidente le tocaba sentarse a negociar con las guerrillas y en campaña se evaluaba quién tenía más capacidad para ello. Hoy, las cosas cambiaron:
Bueno, Pastrana ganó en el 98 porque fue el que dijo ‘Tirofijo’:
El día que ganó el que dijo ‘Tirofijo’, también se contabilizaron 10 millones de votos a favor de una iniciativa ciudadana llamada Mandato por la Paz. Vino entonces la negociación en la zona de distensión en San Vicente del Caguán, donde todo lo que podría salir mal, salió muy mal frente a las cámaras. El fracaso lo presenciaron personajes como el presidente de la Bolsa de Nueva York y dos reinas: Noor, de Jordania; y Marbelle, de la tecnocarrilera.
Pastrana acabó el proceso y para vengarse de la mamada de gallo que le pegó la guerrilla, metió a las FARC en listas de terrorismo internacional y terminó estableciendo una narrativa que llevó al poder a Álvaro Uribe. Desde entonces, para una buena parte de la población, la Paz pasó de ser una manera de salvar vidas y de reunir a una sociedad fracturada, a ser una vía más rápida para entregarle el país al terrorismo. Así la Paz pasó al olvido como los actores de antaño que aparecen, a veces, en los canales de cable:
Antes de 2002 nunca marchamos en forma pidiendo un acuerdo. En cambio, en 2008, se llevó a cabo la enorme movilización ‘No más FARC’ que fue más una exigencia de sometimiento que un llamado a la negociación. Dicen que fue el primer fenómeno de convocatoria por redes sociales, pero la verdad fue un evento apoyado por el gobierno Uribe y muy difundido por todos los canales de televisión. Esta gráfica explica cómo impactaron realmente las redes sociales en esa marcha:
Decirle que “no más” a las FARC estuvo bien, había que hacerle saber a la guerrilla que su comportamiento de cabrones no estaba inspirando a nadie. Al contrario. Probablemente este fue el mejor jefe de prensa para aumentar la popularidad del gobierno entre 2002 y 2010:
El país nunca se juntó alrededor de alguna propuesta que llamara a la unión para terminar la guerra. Tuvieron que pasar 6 décadas de bala, 5 años de negociación y una derrota por 50 mil votos en el innecesario plebiscito de 2016, para vernos obligados a marchar en serio por un acuerdo ¡Casi no nos trepamos al bus de la Paz!
Lo más jodido es que muchos entienden el fin del conflicto simplemente como la entrega de las armas por parte de la guerrilla, no como la implementación de políticas públicas para marchitar las causas del enfrentamiento. Esa idea se reforzó cuando se cayó el mito de que la exguerrilla se iba a tomar el país comprando votos con plata guardada en caletas pero resultó que solo sacó 50 mil votos: fin del peligro, los vulnerables que se defiendan como puedan.
Entonces llegaron la elecciones de 2018. El tema de la primera vuelta no fue la Paz y en la segunda se diluye entre la discusión del voto en blanco. Todo se ha reducido al regreso o no de Uribe al poder en cuerpo ajeno. Y no solo porque ponga en riesgo el acuerdo del Teatro Colón sino por el miedo a la llegada de una dictadura suave, blanda y placentera.
Hoy la Paz es tan impopular en elecciones que César Gaviria, el líder de la campaña del Sí en el plebiscito, usó la defensa del acuerdo como un eufemismo barato para negociar puestos con el líder del No que está a un paso de la presidencia. Tanto así que revisando el sistema de ¡Pacifista! pudimos tomarle un pantallazo a los resultados del Candidater del jefe liberal:
Al menos Vargas Lleras tuvo un poco más de dignidad, aceptó su quemada y se entregó de frente para formar con Duque lo que debería llamarse ‘Gran Coalición Tocino Ahumado’. Y como la Paz no es realmente un gran imán para atraer votos, la tarea de Petro ahora es moderarse para apaciguar miedos sobre el cambio del modelo económico. Mientras tanto, al Centro Democrático le toca pedir los votos de Fajardo gritando arengas de la Ola Verde adaptadas al uribismo como: “¡Yo vine porque quise, a mí no me encanaron!”
Ojalá después del 17 de junio podamos seguir teniendo muchas más fiestas de la democracia, en las cuales los candidatos sientan que vale la pena perrear toda la noche con la Paz.
PD: el cartel de Alfonso López salió de la muestra “Los políticos se exponen” en @casacanoarte hasta el 18 de junio.