OPINIÓN Ojalá, alguna vez en su vida, los dirigentes de este país piensen más allá de las próximas elecciones.
Columnista: José Antequera Guzmán
La campaña del SÍ necesita ser coherente. La campaña del NO la tiene más fácil en ese sentido. La campaña por el SÍ tiene que enfrentar, sobre todo, el miedo de millones de colombianos que esgrimen argumentos más o menos válidos frente a una situación de quiebre histórico que inevitablemente produce susto. La campaña del NO es el susto: siente el susto, encarna el susto. La campaña por el SÍ no es una campaña de esperanza. La esperanza nunca derrota al miedo. Las decisiones son las que se sobreponen al miedo y avanzan comprobando que se puede. Así que la campaña por el SÍ tiene que ser la decisión, sentir la decisión, encarnar la decisión de apoyar los Acuerdos de Paz con todo lo que ello implica.
Tiene razón el expresidente César Gaviria al ponerse bravo con el vicepresidente Germán Vargas Lleras quien, después de hacerse el loco con el proceso de paz, ahora dice que apoya el SÍ pero con preocupaciones a destiempo y sobre algo tan importante como la justicia transicional.
En la entrevista con la revista Semana, Vargas Lleras dice además que su futuro está en derrotar a las Farc, pero en las urnas. Desafortunadamente no lo dice con el espíritu democrático de quien acepta las reglas de juego de las competiciones electorales sino con un planteamiento que sigue siendo el de la lógica de la guerra. Dice Vargas Lleras: “Porque una cosa es que muchos compartamos que mediante este acuerdo podremos recuperar la paz, aceptando los sacrificios que el acuerdo impone, y otra muy distinta que ésta sea el preámbulo, como algunos sueñan, para entregarles a las Farc el Gobierno y la conducción de la Nación. Qué bueno que sea en las urnas donde tengamos ahora la oportunidad de derrotar a las Farc”.
Me atrevo a interpretar, porque es eso lo que leo, que para el Vicepresidente se puede votar que SÍ aceptando que las Farc se conviertan en un partido político con el que competiría, tratándolos ahora como adversarios. Pero luego que, si a las Farc les va bien, entonces podrían volver a ser tratados como enemigos.
El problema está en que además de Vargas Lleras hay otras posiciones, dentro y fuera del Gobierno, que siguen expresando que quieren la paz, pero como un costo necesario y acaso transitorio, pero sin creerse y defender la importancia de lo que estamos ganando. Algo similar con respecto a las contradicciones, aunque sobre otro eje, ocurre con la posición de Gustavo Petro, que en su última entrevista afirmó que aquí no se está produciendo ningún cambio sustancial, y que por eso hay que apoyar el SÍ pero volviendo a abrir el tema de la Constituyente.
Esos mensajes contradictorios resultan ser un problema para una victoria amplia del SÍ, como tendría que ser, para que el país asuma la senda de los cambios que aseguren la no repetición, que a todos dice importarles. Esos mensajes contradictorios significan un problema de convicción, y, si me permiten, de falta de altura frente al momento histórico en el que estamos, jugándonos que el país comprenda una agenda de transformaciones para el objetivo en torno al cual ha girado la política nacional en los últimos treinta años y que, insisto, ha costado muchas vidas.
Nos embarcamos en un proceso de estas magnitudes con la responsabilidad de no decepcionar al pueblo colombiano que está siendo llamado a creer, a leer, a informarse, a tomar postura. Eso significa que personajes como Vargas Lleras se comprometan con la democracia. Y que personajes como Petro se comprometan con el valor de los acuerdos. Por algo dice ‘Pepe’ Mujica que la patología de la derecha es caer en lo fascistoide, que es la traición a la democracia, y que la patología de la izquierda es caer en el infantilismo, que es confundir los sueños con la realidad.
Cuando escucho a promotores de las diversas campañas queda claro que existen motivaciones diversas para apoyar el SÍ. Esa diversidad, como todas las diversidades, es más constructiva que destructiva. Pero el marco común dentro de la diversidad tiene que ser la convicción, sin vergüenza, en los Acuerdos de Paz entendiéndolos como un Acuerdo Nacional de largo plazo.
Ojalá, alguna vez en su vida, los dirigentes de este país piensen más allá de las próximas elecciones.