La Mesa Social para la Paz pretende que la sociedad se siente a discutir con el Gobierno y la guerrilla otros temas necesarios para la construcción de paz.
Una de las críticas fuertes que se le ha hecho a los diálogos que el Gobierno y las Farc adelantan en Cuba es que, aunque en la mesa de conversaciones pregonen lo contrario, muchos sectores de la sociedad han sentido que lo que se discute allá no los representa. La inconformidad se escucha en charlas informales y se lee en redes sociales, pero suele quedarse ahí. El movimiento social ha tratado de escalar las críticas de pasillo y convertirlas en algo real.
Aunque los diálogos entre el Gobierno y las Farc están en su recta final, varios sectores del movimiento social, que han trabajado juntos desde hace años, diseñaron una propuesta para sentarse a hablar con los poderes institucionales y económicos, y abordar los puntos que sienten que se han dejado a un lado en las conversaciones con la guerrilla.
La iniciativa, llamada Mesa Social por la Paz, junta a organizaciones sociales, religiosas, defensores de derechos humanos y movimientos sindicales. La idea es que, si el Gobierno acepta, se cree un escenario donde casi 50 organizaciones convocantes se reúnan a discutir muchos de los temas que consideran esenciales para construir una perspectiva integral de paz. Entre quienes firman la propuesta se encuentran organizaciones sociales de renombre como la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el Proceso de Comunidades Negras (PCN) y el Movimiento de Mujeres por la Paz.
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Diana Sánchez, directora de la Asociación Minga, que también suscribió la iniciativa, explica que “la Mesa Social por la Paz no existe: es una propuesta en construcción. No es una plataforma de organizaciones, no es una estructura orgánica. Es una apuesta política de organizaciones que consideran que, en medio de este contexto de negociaciones de paz entre el Gobierno y las insurgencias, la sociedad, representada por el movimiento social organizado, también tiene mucho que aportar a la construcción de paz”.
Los temas que pretenden discutir no son exactamente los que se suelen asociar con el actual proceso de paz: justicia, reparación de víctimas, desarme, desminado. Su agenda, en cambio, pretende abordar la paz desde asuntos que consideran arraigados a las causas que generaron el conflicto armado y político: reivindicación de la importancia del campo, garantías para el trabajo, acceso a la salud y a la educación, protección del medio ambiente y regulación de proyectos mineroenergéticos.
La semilla de la Mesa Social por la Paz surgió hace tres años. En 2013 se llevó a cabo un encuentro del Congreso de los Pueblos, un movimiento que reúne sectores organizados de indígenas, trabajadores, afros y estudiantes, en que el tema central es la paz.
Ese día salieron tres mandatos. El primero fue generar un gran diálogo nacional para hablar de paz. El segundo, fortalecer un movimiento social para la paz. El tercero, generar un mecanismo para negociar directamente con el Gobierno el tema de paz. Bajo esos tres preceptos, el año pasado, entre marzo y abril, una comisión de paz del Congreso de los Pueblos le lanzó la propuesta a otros sectores y a otras organizaciones.
la sociedad, representada por el movimiento social organizado, también tiene mucho que aportar a la construcción de paz
El llamado a otras organizaciones ha tenido acogida. Y es que se da en un contexto en el que, según cifras del CINEP, la movilización ciudadana ha llegado a uno de sus puntos más altos desde los años 90. La ciudadanía, dice esa entidad, aprendió de la experiencia de los diálogos del gobierno de Andrés Pastrana, donde todas las esperanzas se depositaron en los negociadores; ahora, con los diálogos actuales, hay más compromiso y un mayor afán de veeduría de lo que se negocia. Es así como el movimiento social es responsable de casi la mitad de las iniciativas de paz que existen hoy en Colombia.
La propuesta de instalar una mesa paralela a la de La Habana se le envió en noviembre al Gobierno. Ese primer intento pretendía, justamente, complementar las negociaciones con las Farc. “Hay unos temas que se quedan en el congelador. Que las partes no los negociaron porque no hubo acuerdos o porque no quisieron. Esos temas son los que queremos tocar nosotros con la representación que tenemos de distintos sectores. Y queremos que haya participación directa de la sociedad”, explica Diana Sánchez.
Entre finales del año pasado y principios de este, el llamado al Gobierno no avanzó en nada concreto porque no hubo respuesta. Sin embargo, había otra luz en el camino de la Mesa: volvía a sonar con fuerza la posibilidad de unos diálogos con el ELN. En un comunicado del Congreso de los Pueblos, explican que el ELN “ha insistido en que la vinculación de la sociedad como sujeto activo en el proceso es un componente facilitador de sus diálogos directos con el Gobierno”.
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La idea de las organizaciones que convocan el llamado es, tanto con las Farc como con el ELN, también crear un espacio de diálogo complementario con la insurgencia. En cualquier caso, de un diálogo entre la Mesa Social por la Paz y las insurgencias difícilmente podría salir una reforma concreta para el país. En ese sentido, explican que “serán el Gobierno y las insurgencias quienes determinen el alcance práctico que tendrán los acuerdos sociales […] La Mesa Social para la Paz deberá tener una permanente interpelación (con ambos) para concertar esas formas específicas de complementariedad”.
La apuesta es grande. Meter representación de distintos sectores organizados y no organizados de la sociedad en una única mesa amplia, donde además estén las insurgencias y el Gobierno. No va a ser fácil. Respecto a la metodología, voceros del proyecto dicen que “es complejo porque nunca se ha hecho nada así en el mundo. Va a ser difícil por la variedad de los temas y las organizaciones, y además porque al Gobierno no le interesa otra mesa de diálogo. Ya tiene suficiente con una y media. Pero nuestra apuesta es trabajar sobre lo que ya hemos hecho desde el movimiento social cuando nos sentamos a negociar”.
Por el momento, como explica la directora de Minga, no hay nada más que una propuesta y toda la voluntad de decenas de organizaciones de gran trayectoria. Dicen estar convencidos de que altos funcionarios del Gobierno recibieron el llamado, pero no han querido atenderlo. Mientras tanto, esperan que las negociaciones con el ELN tomen forma y las partes acepten la idea de tener un porcentaje de la sociedad discutiendo a la par. Superado ese obstáculo, finalmente se enfrentarían al más grande: ¿cómo sentar a negociar en una mesa a todos los sectores de la sociedad para lograr una paz completa?