¿Cómo darle forma a la paz? En este país, y alrededor del mundo, artistas, escultores y hasta políticos lo han intentado.
Por: Nathalia Guerrero
¿Cómo darle forma a la paz? En este país, y alrededor del mundo, artistas, escultores y hasta políticos lo han intentado. Este top está dedicado a cinco monumentos que evidencian esos esfuerzos por tratar de materializar lo inmaterializable.
5. The gun sculpture (Ottawa, Canadá)
Un monstruo rectangular de cinco toneladas se encuentra en Ottawa, Canadá, como la comprobación material de una teoría en la que insisten sus creadores, los artistas Sandra Bromley y Wallis Kendal: la cultura de violencia alrededor del mundo es impulsada por la economía invisible del tráfico de armas.
La estructura, que trata de imitar la construcción de una celda, está cubierta en su totalidad de 7.000 armas entre revólveres, AK-47, minas terrestres, municiones, rifles, morteros, granadas y machetes que fueron obtenidos de entornos violentos alrededor del mundo: Estados Unidos, Rusia, Palestina, Irlanda del Norte, El Salvador, Nicaragua y Corea del Sur, entre otros.
La Gun Sculpture ha viajado a Nueva York, Hannover y Seúl, invitando siempre a la gente a escribir sus reacciones frente a la escultura en una pizarra. Esta interacción con el monumento es uno de los diferenciales de esta obra, que se expone no solo como una micro maqueta de las armas a nivel mundial, sino también como un símbolo de la no violencia y de las contradicciones de nuestra civilización.
4. Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado (Buenos Aires, Argentina)
A pesar de haber atravesado por cinco gobiernos militares, cuando la gente en Argentina se refiere a la dictadura, la mayoría de personas se trasladan a los recuerdos del Proceso de Reorganización Nacional, el que comenzó en 1976 con el golpe de Estado al gobierno de María Estela Martínez de Perón y finalizó el 10 de diciembre de 1983, cuando la gente eligió por votación el mandato de Raúl Alfonsín.
La remembranza de esta dictadura en específico no solo se debe a que fue la más sangrienta de su historia, sino a que desde el Estado se realizarón varias prácticas atroces contra la población civil.
Crímenes como asesinatos sistemáticos, desaparaciones forzadas, el robo de miles de recién nacidos… Todo esto sigue juzgándose hasta el día de hoy y ha calado bien hondo en la memoria colectiva de los argentinos, quienes, desde entonces, se han empeñado en mantener vivo de muchas maneras el recuerdo de las víctimas.
Frente al Río de la Plata, en la capital argentina, se ubica uno de los recuerdos más representativos y dedicados de esta dictadura, el Parque de la Memoria de Buenos Aires. Este monumento de 14 hectáreas surgió como una propuesta de organizaciones de derechos humanos, que fue aprobada en 1998 y que tenía como objetivo principal ser un espacio donde se concentraran todos los nombres de las personas detenidas, desaparecidas y asesinadas.
Para esto, construyeron dentro del parque un monumento compuesto por cuatro pedestales de hormigón, que a su vez contienen 30.000 placas de una piedra llamada pórfido, traída de la Patagonia. En ellas se grabaron alfabéticamente los nombres de hombres, mujeres, niñas y niños víctimas de la violencia del Estado, organizándolos también por el año en el que se cometió el crimen de cada uno. El 7 de noviembre de 2007, nueve años después de la aprobación del parque, se realizó la inauguración de este monumento con la presencia de autoridades nacionales y miembros de organizaciones de derechos humanos.
Todo en el parque está diseñado para honrar la memoria de las víctimas del régimen: La llegada a los pedestales con la forma de una herida gigantesca, la estatura en la que se ubicaron los nombres, permitiendo que las personas de baja estatura también puedan tocarlos, y hasta el espacio destinado para los nombres, pues, a pesar de que hay tallados 10.700, da cabida para 30.000 en espera de los compatriotas que aún no han sido registrados como víctimas.
3. Muro por la paz (París, Francia)
Desde el año 2000, “Le Mur pour la Paix” se exhibe, imponente, en el parque Champ de Mars, en la ciudad parisina, cerca de la escuela militar. Inspirado en el Muro de los Lamentos de Jerusalén, la artista Clara Halter y el arquitecto Jean-Michel Wilmotte construyeron un pabellón de madera y metal que se extiende a ambos lados del lugar. En la mitad, por donde pasa la gente, se ve de fondo la Torre Eiffel.
La palabra paz se esparce a lo largo de toda la construcción, escrita cientos de veces en más de 49 idiomas. Aparte de esto, el monumento cuenta con 30 monitores conectados a internet en su interior, que proyectan mensajes de paz enviados por internautas alrededor del mundo. Mucha gente considera que los mensajes escritos en el Muro por la Paz evocan, de cierta manera, los mensajes que se podían leer en el Muro de Berlín.
2. Monumento del Holocausto (Berlín, Alemania)
Alemania se tardó 17 años decidiendo la manera en la que su país debía recordar el capítulo más oscuro de su historia. Finalmente, decidieron hacer en el centro histórico de Berlín uno de los monumentos más imponentes alrededor del mundo, en honor a los más de seis millones de judíos que fueron exterminados durante el Holocausto.
De 553 proyectos que se presentaron, Peter Eisenmande, un arquitecto norteamericano de origen judío, ganó la convocatoria. Su propuesta tenía la intención de homenajear el pueblo alemán pero no como un monumento nacional, sino todo lo contrario, denunciando un crimen perpetrado por el Estado, al que los alemanes le tenían que dar la cara.
El monumento es un parque enorme repleto con 2.711 bloques de cemento, de alturas diferentes, que varían entre los 20 centímetros y los 4 metros. La estructura trata de simular varias cosas a la vez: un cementerio, un laberinto, un campo de concentración… en ninguno de los casos se les dan indicaciones a los visitantes, solo consiste en una gran entramada de concreto sin placas ni inscripciones que le den alguna pista de pensamiento o ubicación a los que entran a la estructura.
Quizá muchos visitantes coincidirán en que, de todo, lo más sobrecogedor de este monumento es lo que se siente. Adentro todo lo que se ve, oye y percibe es aséptico, frío y opaco, haciéndole recordar a la gente la desorientación sentida por las víctimas del Holocausto cuando llegaban a los campos de concentración o cuando entraban en tumulto a las cámaras de gas. Una forma casi corpórea de honrar a las víctimas del Holocausto.
1. El Monumento a la Paz de Hiroshima (Hiroshima, Japón)
Era 1945 y la Segunda Guerra Mundial estaba próxima a terminarse. El 6 de agosto de ese año Hiroshima se había convertido en una ficha clave, tanto militar como industrial o por lo menos eso pensó Estados Unidos cuando lanzó la bomba atomica sobre esa ciudad.
Cerca de 80.000 personas murieron instantáneamente y otras 70.000 resultaron heridas. La bomba, el primer y único ataque nuclear del mundo perpetrado hasta el momento, destruyó por completo un radio de 1.5 km, dejó muy malograda el resto de la ciudad y causó la rendición casi inmediata de Japón.
Sin embargo, una estructura se mantuvo en pie. La Cúpula de Genbaku o el Monumento de la paz de Hiroshima fue inicialmente construida por el arquitecto checo Jan Letzel en 1915, para que la población conociera la Prefectura de Hiroshima (órgano estatal de la ciudad), hasta que comenzó la Segunda Guerra Mundial y fue a parar a manos del Gobierno.
Ubicada a tan solo 600 metros del epicentro de la explosión, la cúpula fue la construcción más cercana que sobrevivió a la bomba. Los años pasaron y la polémica crecía, acerca de si se debía derrumbar el edificio o no. Las opiniones se dividían entre la gente que consideraba la cúpula como el pedazo de un recuerdo amargo y quienes la veían como el estandarte de algo que no podía olvidarse.
Finalmente, en 1966, el ayuntamiento de Hiroshima decidió conservar el edificio tal y como había quedado tras el ataque, con algunos refuerzos realizados en 1967, 1990 y 2003 para que la estructura no se derrumbara.
Hoy la cúpula sigue en pie. El monumento no solo se erige como un sobreviviente de la devastación nuclear ocurrida en el lugar sino que, a través de los años, se ha considerado un símbolo de paz que evidencia los exabruptos causados por la guerra.