#Divergentes | El bullerengue y el canto son herramientas de resistencia, resiliencia y fortalecimiento del tejido social en esta población a la que el distrito de Cartagena parece haber olvidado.
En el corregimiento de la Boquilla, a 20 minutos de Cartagena, los niños han sido olvidados por mucho tiempo. A este lugar, que en tiempos coloniales albergaba a indígenas caribes y que luego fue ocupado por migrantes de San Onofre, Sucre, y otros municipios como Rocha y Villanueva, se llega por la carretera al mar desde Barranquilla. En este trayecto impresiona la cantidad de proyectos urbanísticos que se han desarrollado recientemente, incluido el lujoso sector de Morros y sus grandes hoteles que colindan con este antiguo pueblo pesquero. Es justo después de cruzar la zona, cuando termina la expansiva cadena de edificios, que comienza a aparecer esa otra cara de Cartagena: un sitio en el que reina la economía del rebusque y en donde no hay mayor pretensión que la sencillez.
Por las condiciones de pobreza en las que vive la mayoría de población en la Boquilla no es extraño ver a decenas de menores afuera en la playa, bailando y cantando para los turistas, en búsqueda de alguna moneda o ayuda para sus hogares. Sin embargo, el hecho de estar allí los hace vulnerables; pueden caer fácilmente en redes de explotación sexual. De acuerdo con el Concejo de Cartagena, en el transcurso de 2017 se presentaron 514 casos de abuso sexual en la ciudad. Un factor que influye en este problema, según el ICBF, es la exposición de los niños a la industria del turismo y la falta de escolarización de los mismos.
Esta dura realidad la tuvo que ver Rafael Ramos, músico y gestor cultural, quien llegó en 2008 al corregimiento. Tres estudiantes boquilleros de su escuela de música en Cartagena lo invitaron a conocer su territorio. Lo primero que vio fue que muchos menores se dedicaban a asuntos de adultos.
Con ese panorama y con el paso de los días, a Rafael y a sus estudiantes se les ocurrió crear un proyecto de desarrollo social en la Boquilla y encontraron en los tambores su mejores aliados. El propósito principal era evitar que niños y adolescentes cayeran en redes de prostitución, y al mismo tiempo, reivindicar la herencia cultural de los ancestros africanos.
Yoel Londoño, Waidis y Deivis Ortega, estudiantes de música, comenzaron yendo los sábados a dictar clases de tambor con el fin de sacar a los niños de la playa. La iniciativa tuvo tan buena acogida entre los habitantes de la Boquilla que la institución de Rafael, la Escuela de Tambores de Cabildo, terminó dando clases en este corregimiento pese a que su sede principal se encuentra en Cartagena. Un total de 127 niños han pasado por esta institución que, a la vez, aprovecha para enseñarles a los menores sobre solidaridad, respeto, liderazgo y tolerancia, valores y derechos que los pretenden alejarlos de problemas que los puedan poner en situaciones de vulnerabilidad.
Actualmente, los niños de la Boquilla reciben clases los días martes y miércoles, en dos jornadas: mañana y tarde. Allí les enseñan conceptos teóricos y prácticos de la música tradicional. Los sábados en la mañana realizan actividades recreativas en las que toda la comunidad está involucrada. Nelly Joanna Marrugo, estudiante de 15 años, en conversación con Divergentes dijo que “aquí nos enseñan valores y a ser mejores personas. Además en la escuela aprendemos ritmos como bullerengue, chalupa, cumbia, mapalé, tambora, garabato, champeta, chandé y ritmo de gaita”.
“A través de la escuela, los niños no sólo aprenden sobre los saberes de la herencia africana sino de las incidencias políticas y sociales que tiene esta comunidad”, cuenta el músico Ramos, quien ha puesto al servicio de la Boquilla el saber que ha cosechado junto a grandes figuras como Totó la Momposina, Petrona Martínez y Etelvina Maldonado.
La Boquilla es una comunidad que cuenta con 17.000 habitantes que sufren la indiferencia estatal día a día. Solo dos de sus calles están pavimentadas. Hay solo un puesto de salud en el corregimiento y este carece de ambulancias. La prestación de servicios públicos es mediocre e intermitente, pues cuando hay temporada alta en los hoteles aledaños, el agua y la luz se ven afectados.
En medio de todos los problemas, la Escuela Taller Tambores del Cabildo comenzó a ejecutar, desde el año pasado, un plan para contrarrestar la imagen negativa de su zona. “La Boquilla no es como la pintan – ven y ayúdanos a colorearla”, es la iniciativa que de la mano de la comunidad se ha desplegado para resaltar la tradición y la cultura del pueblo. “Con los tambores invitamos a la gente a que vean todo lo bueno que tiene nuestro territorio”, dice John Carlos, uno de los estudiantes.
Uno de los problemas más graves en este momento es el proceso de gentrificación que está sufriendo el territorio. La expansión de las cadenas hoteleras ha traído serias repercusiones en la organización social y espacial de la comunidad. Este corregimiento, cuya titulación es colectiva, ha ido superando con música y cultura el abuso infantil, pero ahora está sufriendo y resistiendo a las amenazas de la expansión hotelera. El 50 % de los habitantes han vendido pedazos de sus terrenos para inversionistas extranjeros.
Por esta razón, la Escuela de Tambores de Cabildo busca que la música sea una herramienta de resistencia pacífica, en la que a través de la enseñanza de valores y deberes la comunidad se empodere y reivindique la identidad cultural y étnica en defensa de su territorio. Yoel Londoño, uno de los jóvenes que inició dando clases hace ya diez años, destaca que “el tema del desarrollo social nos ha servido mucho, pues con este enfoque la escuela ha generado capacidades de liderazgo. El impacto es positivo”.
La comunidad boquillera denuncia esta alarmante situación mediante la música, la cultura y lo que ellos llaman: “los tambores de la resistencia”. “ Yo no me voy soy boquillero, esta tierra es mía, aquí me quedo” – canta Greicy Patricia Ortega, de 14 años, en una de las composiciones de este grupo.Tal ha sido el impacto de este proyecto que Cecilia Silva Caraballo –integrante de la comunidad– cantó acompañada de tres tamboreros de la escuela en la firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc en 2016. La canción se titula Violencia y fue compuesta por el maestro José Barros.
Esta resistencia ha sido retratada en varios escenarios. La muestra audiovisual Conmigo vienen: Semillas de paz, del colectivo Tus ojos, muestra el poder de transformación que han tenido los tambores en el corregimiento.
Actualmente la comunidad donó un lote para hacer posible el proyecto de construir la Escuela de Derechos y Saberes de la Boquilla, con la que buscan que todos los niños que hacen parte de la escuela, así como sus familias, estén involucrados en diferentes actividades. “Nuestro sueño es tener una sede. Ver cómo niños y jóvenes que se están formando en nuestra escuela se conviertan en líderes de la comunidad, lideren de proceso y proyectos y que estén inquietos por resolver las cuestiones que les confieran. Buscamos instalar nuestra escuela como un programa académico no formal que apoye en la reconstrucción de este país en el posconflicto”, aseguró Rafael Ramos.
La escuela ha sido una estrategia exitosa, pues con trabajo arduo y comprometido con la comunidad logró que la identidad cultural de este corregimiento históricamente estigmatizado se convirtiera en un lugar en donde los niños ya no son ignorados. Por el contrario, el apoyo, el aliento y la esperanza en ellos es evidente. Hoy los niños son los que tocan, cantan y bailan en la escuela, muy lejos de las playas. “¡Qué suenen los tambores, los niños de la Boquilla no se dejan!”, repiten con fuerza cada vez que tocan un son.
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En este momento la escuela tiene el apoyo de la fundación FORD y del Ministerio de Cultura para la financiación del cuerpo docente de la nueva sede que quieren abrir. La intención es que la escuela sea gratuita y que pueda garantizar la asistencia de todos los niños. La Escuela de Saberes y Derechos de la Boquilla busca a personas que quieran contribuir con la financiación de la infraestructura. Si desea colaborar, puede comunicarse con cabildocorp@gmail.com para saber cómo realizar un aporte voluntario.