OPINIÓN |Sea porque se quedó avistando ballenas o resolviendo ejercicios del Álgebra de Baldor, el caso es que Fajardo apareció ya al final de la contienda.
Por: Juan Sebastián Jiménez Herrera
El gran ausente de la campaña por la Consulta Anticorrupción fue el más anticorrupto de los anticorruptos, el más precioso de los preciosos: el excandidato presidencial Sergio Fajardo. Sea porque se quedó avistando ballenas o resolviendo ejercicios del Álgebra de Baldor, el caso es que Fajardo apareció ya al final de la contienda. Y cuando lo hizo dijo poco o nada de la consulta. El domingo, no obstante, sí se tomó muy orgulloso la foto votando y con un mensaje de esos que terminan en “se puede”.
Pero la verdad sea dicha: al final, Fajardo perdió una oportunidad de oro; es cierto que otros, como Gustavo Petro, tampoco hicieron mucho que digamos por la consulta. Pero Petro no ha esgrimido con tanto ahínco la bandera de la anticorrupción como sí lo ha hecho Fajardo: era su momento y lo desaprovechó. Y, en esas, le dio la espalda a sus antiguos compañeros de coalición: Jorge Robledo y Claudia López. López, quien se lo recriminó al otro día de la consulta, que estuvo al borde de pasar el umbral:
“Una cosa es un tuit y otra Fajardo por Antioquia haciendo campaña o a Petro en la Costa haciendo campaña, no le quiero echar la culpa a nadie, pero una cosa es un trino y otra hacer campaña”, dijo la excandidata vicepresidencial. Hasta Rodrigo Lara le dio duro a Fajardo: “Fajardo salió dos días antes a capitalizar el trabajo de Claudia (López) y Angélica (Lozano)”. La verdad es que Fajardo fue lo que siempre ha sido: un tibio. En este caso, no obstante, puede que esa tibieza le salga muy cara.
En una entrevista con el diario El Tiempo, el 25 de agosto, Fajardo anunció su regreso a la política, diciendo que se trata de una “obligación”. No dijo nada de la consulta, quizás porque el periodista no se lo preguntó, pero sí habló de la que, definitivamente, va a ser la prueba reina para la centroizquierda y el momento de demostrar si los casi 12 millones de votos en la consulta sirvieron para algo o fueron una golondrina: me refiero, por supuesto, a las elecciones locales de 2019:
“Estoy en la política por una convicción profunda de que tenemos que transformar la política, la responsabilidad con las personas que hemos convocado a que participen, que voten por nosotros, con nuestros equipos en toda Colombia, y eso me obliga a reflexionar acerca de mi proyecto de vida, hacia dónde voy, hacia dónde me dirijo. Entonces, ya tengo clara una primera parte, y es para el 2019”, dijo Fajardo y se refirió, puntualmente, a Bogotá por insistencia del periodista.
Para revalidar esa cifra histórica de votantes, la centroizquierda debe ir por varias gobernaciones y alcaldías y obtener un así un poder real y no simbólico (como el que tanto le gusta a Mockus). Y los resultados de la consulta muestran que una alianza puede tener buenas chances en ese sentido.
Primero, ya se ha dicho, pero hay que reiterarlo: más colombianos votaron a favor de la consulta que por Iván Duque, el presidente más votado en la historia de Colombia. Eso es histórico. Es decir, muy seguramente, entre ellos hubo votantes de Duque, de Petro y, por supuesto, muchos seguidores de Fajardo. Una alianza espontánea y, quizás, efímera. Sea como sea, esos casi 12 millones no alcanzaron para alcanzar el umbral pero sería un error desdeñarlos.
Segundo y quizás más importante, la consulta pasó el umbral en regiones donde el uribismo es fuerte, por ejemplo en Huila, Meta, Casanare, Santander y el Eje Cafetero. Y esto sucedió pese a que el expresidente Uribe salió a despotricar de la consulta, incluso contrariando al mismo presidente (aunque ya no se sabe cuál es el presidente).
Hasta en Medellín, bastión uribista, la consulta estuvo cerca de superar el umbral. Le fue mejor allí que en regiones, por ejemplo, donde Petro se impuso en primera vuelta como Putumayo o la Costa Caribe. Paradoja que se explica con el tibio apoyo del exalcalde de Bogotá a la consulta (se disfrazó de Fajardo). Es decir: son regiones que, por lo menos, se le pueden disputar a Uribe en 2019.
Uniendo el primero y el segundo punto, tenemos un tercero que condensa ambos: varias de las regiones donde la consulta superó el umbral fueron regiones donde, aunque Duque ganó, a Fajardo le fue bastante bien en primera vuelta, superando incluso a Petro: el Eje Cafetero, el Valle del Cauca, Santander, Meta y Boyacá.
La tesis es sencilla: una buena parte de los que votaron el domingo fueron personas que se unieron, en la primera vuelta, alrededor de la figura de Sergio Fajardo y que se quedaron con las ganas de ver a su candidato en segunda vuelta; hecho por el cual algunos se fueron, en segunda, con Petro o con Duque, según sus temores.
El domingo, el país del centro, ese que casi pone a Fajardo en segunda vuelta, salió a votar: esa Colombia de ciudades —como Villavicencio, Neiva, Cali, Pereira, Manizales, Tunja, Bogotá y Bucaramanga— para las cuales puede que el fin del conflicto armado no sea la prioridad pero la lucha contra la corrupción sí ahí fue donde Fajardo dio el batacazo. Pero el exgobernador no estuvo al frente de ese país que salió pese a que, esta vez, no daban certificado electoral. Estaba ausente. Ni por MySpace. Ni un mensaje de texto.
Y eso le va a salir caro de cara a las elecciones locales y, sobretodo, ante la posibilidad de que sea candidato presidencial en 2022. Fajardo ha sido tibio, como es su naturaleza, respecto a la posibilidad de volver a pelear la Presidencia. Pero el pasado 3 de julio puso en Twitter uno de esos trinos incomprensibles —no tanto como los de Peñalosa— donde daba a entender que tenía ganas de volver:
“Para llegar primeros al Alto de Letras en el 2022 hay que prepararse desde ahora. Con calma, el camino es largo: Mente sana en cuerpo sano. Con la bicicleta. Se puede”. Queremos decirle a Fajardo que, de poder, se puede pero, ya que estamos con metáforas ciclísticas, al exgobernador de Antioquia se le viene el premio de montaña que definirá su futuro: tiene que reconciliarse con sus coequiperos, lograr una alianza y demostrar, en resumen, que ya no es el mismo tibio de siempre.
En Bogotá, ciudad en la que pareciera estar enfocado, sus antiguos coequiperos, Claudia López y Antonio Navarro Wolf, ya van escapados. Fajardo ha hablado de ellos pero con distancia, como quien no quiere la cosa. La pregunta es si podría presentar un candidato propio. De nuevo, de poder se puede, pero parece improbable. Va a tener que apoyar a uno o a otro sino quiere perder relevancia en la capital. Y lo mismo parece ocurrir en las otras regiones en disputa: en el Valle del Cauca, Risaralda y Santander, por ejemplo.
Fajardo, como siempre, ha empezado hablando, primero, de fortalecer unas bases que nunca ha tenido: Compromiso Ciudadano, el cual nunca ha dejado de ser un partido de garaje. Lo era en 2010 cuando por falta de apoyo Fajardo aceptó ser la fórmula vicepresidencial de Mockus y lo es ahora. Esta colectividad ha puesto muy pocos, por no decir ninguno de sus afiliados, en puestos de poder; Fajardo es el único que cree que podría lograr algo solo.
La alianza parece ineludible —una alianza, además, con Petro, al que tampoco se le puede sacar de la foto y que, por lo menos, ya limó asperezas con López y Robledo—. El reto será recuperar el terreno que perdió avistando ballenas mientras Robledo, Navarro, López y Lozano recorrían el país para llegar a una votación histórica aunque perdedora. Que lo acepten en el grupo —en el que otros se quedaron con el protagonismo que Fajardo perdió por irse a reflexionar— tras tanta indiferencia, no va a ser fácil.
Fajardo es como esos que llegan a la hora del almuerzo, después de ver que el resto ha cocinado, a ver si queda comida. Puede que, en su caso, ya no haya comida: dependerá de sus piernas para subir este nuevo Alto de Letras que se avizora en su camino: el de recomponer la alianza que casi lo pone en segunda vuelta y a la que él le dio la espalda para esta consulta. Si no, seguirá siendo el candidato al que le faltaron cinco centavos para el peso, algo que debe carcomer a alguien tan apasionado por la matemática.