Staff ¡Pacifista! - agosto 7, 2015
Raúl Antonio Carvajal lleva ocho años recorriendo el país para denunciar la muerte de su hijo, un cabo del Ejército que, dice él, fue asesinado por negarse a cometer un falso positivo.
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Texto y fotos por Carlos Bernate
“El 08 de octubre de 2006 fue dado de baja en aparente combate con la guerrilla el cabo primero Raúl Antonio Carvajal Londoño”, esa es la información que suministra el Ejército Nacional sobre el deceso del hijo de don Raúl Carvajal Pérez. Sin embargo, detrás de esta muerte se esconde una trama a la que todavía le faltan varios capítulos.
Días antes de su fallecimiento, el cabo Carvajal llamó a su padre para contarle que tenía una nueva nieta y que en el mes de diciembre la llevaría para que la conociera. Pero esto no fue lo único que reveló el cabo, también dijo que quería retirarse del Ejército pues las cosas “se estaban poniendo feas”. De acuerdo con don Raúl, al cabo y a sus compañeros les habrían ordenado asesinar a dos campesinos para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate; él no quiso cometer ese crimen y, por ese motivo, dice su padre, lo habrían matado.
Carvajal Pérez, padre del cabo fallecido, inició por su cuenta la investigación sobre lo sucedido ese 8 de octubre de 2006. Lo que ha hallado a lo largo de ese camino ha sido un supuesto “cruce de mentiras”. No hay claridad en las versiones rendidas por sus compañeros sobre el combate y la versión entregada por el Ejército del choque con la guerrilla no coincide en absoluto con la expedida por las autoridades municipales de El Tarra, Norte de Santander. Personería y Policía Nacional certifican que para esa fecha no se presentó ningún hecho irregular en esa zona.
¿Quién miente?
Según el informe rendido por el teniente Dimir Yamith Pardo Peña, quien era el comandante de la unidad Destructor Uno, todo ocurrió “en el desarrollo de la operación SERPIENTE que se inició el día 28 de septiembre de 2006, donde participó la Unidad de DESTRUCTOR UNO, que se encuentra agregada a la Segunda División conformando la fuerza de acción Divisionaria” y “se desarrolló bajo el mando operacional del comandante de la Segunda División y de la Brigada Treinta en jurisdicción del municipio de El Tarra”.
Pardo Peña manifiesta en su informe que el día 8 de octubre de 2006 la citada unidad sostuvo un combate con la columna móvil Arturo Ruiz de las Farc. Un enfrentamiento en el que, dice el teniente, murió el cabo primero Raúl Antonio Carvajal Londoño.
Ese informe se contradice con lo manifestado por el comandante de la estación de Policía de El Tarra, el intendente Pedro Miguel Mendoza Álvarez, quien dijo que en las fechas comprendidas entre el 5 y el 12 de octubre de 2006 no se registró ningún hecho de alteración de orden público entre el Ejército Nacional y grupos al margen de la ley. De igual forma, el personero municipal, según un comunicado, dice que para las fechas citadas no se encontró registro de ninguna situación irregular en la zona.
En vista de lo anterior, don Raúl pregunta: ¿El Ejército Nacional simuló un combate? A la fecha nadie le ha resuelto su duda, pues a pesar de varias solicitudes en despachos judiciales, ni la Fiscalía ni la Procuraduría han iniciado investigaciones.
Medicina Legal, por su parte, determinó que es imposible conocer con claridad con qué arma fue asesinado Carvajal. Según su informe, hay huesos faltantes y en su región craneal se hallaron recortes de periódicos, lo que indica que el cuerpo del cabo fue manipulado.
Una lucha que no cesa
La Lucha emprendida por Raúl lo ha llevado desde hace más de ocho años a protestar en diferentes ciudades de Colombia. Se deshizo de su patrimonio para comprar un furgón que llenó de pendones alusivos a la muerte de su hijo, denunciando al Gobierno de turno en el momento en que ocurrieron los hechos.
A raíz de las protestas que inició en la ciudad de Montería, recibió varias amenazas. Su familia le dio la espalda por miedo a las represalias. En vista de lo anterior, Raúl decidió cambiar de ciudad y continuar con su denuncia a lo largo y ancho del país.
Ha expuesto su caso en diferentes entidades gubernamentales y no gubernamentales con el objeto de encontrar respuesta a la muerte de su hijo y recuperar un poco de la tranquilidad perdida.
Lo que ocurrió ese 8 de octubre de 2006 lo llevó, incluso, en un acto de desesperación, a desenterrar los restos de su hijo en Montería y llevarlos hasta Bogotá para dejarlos en la Plaza de Bolívar y pedir que alguien dé razón de lo que sucedió con el cabo Carvajal.