Casi ocho años después de la Operación Jaque, donde fue rescatada de más de seis años de secuestro, Ingrid Betancurt vuelve a Colombia. Se había ido del país en medio de un ambiente hostil: rondaban versiones dudosas y temerarias sobre las condiciones en que las Farc la capturaron y
Casi ocho años después de la Operación Jaque, donde fue rescatada de más de seis años de secuestro, Ingrid Betancurt vuelve a Colombia. Se había ido del país en medio de un ambiente hostil: rondaban versiones dudosas y temerarias sobre las condiciones en que las Farc la capturaron y ella misma dio pie para un escándalo cuando pidió una multimillonaria indemnización al Estado por concepto de su reparación como víctima. Durante los últimos años había vivido alejada de la política y la esfera pública del país.
Esta semana, sin embargo, sorprendió con su regreso. Llegó hablando con un tono distinto al que muchos recuerdan. Vino a discutir sobre reconciliación. Se encontró a puerta cerrada con Clara Rojas, su excompañera en cautiverio, con quien tuvo una fuerte ruptura durante esos años. Y dijo a los medios que se arrepiente de haber demandado al Estado porque hay que pensar “también” en los otros ocho millones de víctimas, y que la reparación moral es más importante que la económica.
Ingrid estuvo, junto a otras víctimas, políticos y empresarios, hablando sobre paz y reconciliación, en el foro “La reconciliación, más que realismo mágico”, organizado por la Fundación Buen Gobierno y la Cámara de Comercio de Bogotá. De su discurso, cargado de analogías a partir de escenas de su secuestro y de la vida que vino después, sacamos las claves para entender cómo cambió su forma de ver el conflicto y qué le puede aportar a este momento que vive el país.
“Son nuestros muertos los que nos convocan a la grandeza”
La excandidata a la Presidencia arrancó diciendo que la vida y la libertad de la mayoría de colombianos la pagaron los que murieron en la guerra y sus familias. Es por ellos, en primer lugar, que hay que buscar alternativas para detener la violencia y el sufrimiento.
Sobrevivientes, más que víctimas
“Más que víctimas del conflicto, somos sobrevivientes del proceso de deshumanización que hemos sufrido todos los colombianos”, dijo Ingrid. A esa “deshumanización” se refirió varias veces, y agregó que lo que hay que empezar a buscar ahora, como sobrevivientes, son maneras de revertirla.
“Todas las voces se oyeron menos la mía”
Como víctima, más que como política, Ingrid plantea una analogía que da un panorama sobre uno de los problemas que tendrá que discutir el país: poner en el centro a las víctimas. “Víctima” es, fácilmente, la palabra más usada por estos días, pero el ejercicio, según la excandidata, es intentar entender esas voces, en vez de solo referirse a ellas. “Lo importante en ese momento fue la reconstrucción de los hechos de mi captura, los comunicados de prensa del Gobierno, lo que decía la guerrilla, las especulaciones de otros, pero no mi voz”, dijo.
Los victimarios también son víctimas de la deshumanización
Ingrid narró varias escenas que le conmovieron durante el secuestro. La de la compañera de ‘Monster’, uno de sus captores, cuando le contó que él había muerto pero no le dolía porque “aquí todos vinimos a morir”. O la del mismo ‘Monster’, cuando le confesó estremecido que había acabado de obligar a abortar a su propio hijo.
“Comprendí en la selva que víctimas de la deshumanización éramos todos, los secuestrados y los secuestradores, y que todos intentábamos revertir ese proceso con los medios que teníamos”. Para eso, dijo, hay que tratar de comprender los motivos del otro, no juzgarlos de antemano.
“Solicitar ser perdonado es algo espiritualmente superior”
Empezó diciendo que el perdón es lo más grande que hay para detener la deshumanización. “El perdón es personal, sirve para deshacerse de las cadenas del odio y descargarse de la venganza. Pero solicitar ser perdonado es algo mucho más valioso, porque tiene efectos rehumanizantes tanto sobre el agresor como sobre el agredido. Abre un espacio para sanar. Ese es el espacio de la reconciliación”.
El perdón no es sinónimo de derrota
Ingrid hizo énfasis en la necesidad de cambiar la actitud que lleva a pensar que el perdón y la reconciliación son actitudes débiles, que hablar con la guerrilla es traicionar a la Patria. Según ella se trata, por el contrario, de una actitud más valiente porque requiere el esfuerzo de cambiar la mentalidad para entender al otro y para plantearse escenarios de convivencia con quien antes era el enemigo.
“En procesos de negociación anteriores la sociedad civil no se sitió convocada a cambiar”
Se refirió a negociaciones con guerrillas y paramilitares, que terminaron en desastres como el exterminio de la Unión Patriótica o el rearme de los desmovilizados en nuevas estructuras criminales. Dijo que esos procesos se llevaron a cabo de manera “paternalista” o “mesiánica”, donde la sociedad no se involucró. Del proceso que se adelanta ahora, señaló que es importante que, más allá de lo que se haga políticamente, la sociedad entienda que su papel es determinante para la consolidación de lo que resulte. Y el Gobierno, por su parte, debe seguir convocando al país e invitándolo a hacer parte.
“La reconciliación no es borrón y cuenta nueva”
Con esa frase, la excandidata dio a entender que la reconciliación no es sinónimo de olvido. “Es todo lo contrario: es la obligación de hacer memoria, de aprender de nuestro pasado colectivo y de nuestra experiencia individual para generar sabiduría”. Para que eso pase, dijo, el primer paso es cambiar la idiosincrasia del país y empezar a confiar en el otro.
Todo el proceso debe ir acompañado de garantías
No habrá paz si se firma un acuerdo que no se refleje luego en la realidad. “Si los colombianos ven el día de mañana que los desmovilizados salieron fortalecidos amasando fortunas, estaremos encendiendo de nuevo la chispa de la guerra; si los guerrilleros que voluntariamente entregaron sus armas se ven excluidos socialmente, estaremos repitiendo lo que nos llevó a esta situación; si las víctimas ven que los recursos de su reparación se van en corrupción, estaremos creando resentimiento”. Concluyó, a partir de esa reflexión, que el punto de llegada no puede ser igual que el punto de partida. Es decir: se tienen que garantizar las condiciones para que los colombianos ganen más con la paz que con la guerra.