Sobre la mansión de los Castaño todavía rondan los mitos más oscuros. Una decisión judicial entregó el bien al Fondo de Reparación para las Víctimas.
La mansión de los Castaño se eleva sobre una colina, cercada con hierro forjado y columnas de mármol, en uno de los barrios más caros de Medellín. A unas pocas calles está la estación de gasolina de los hermanos Ochoa y a unas cuantas más, el edificio Mónaco, la casa de Pablo Escobar.
Separados por apenas unas cuadras, esos tres lugares son el testimonio de una generación de narcotraficantes que, sin pudor y casi sin resistencia, se hizo a un lugar en medio del vecindario preferido de las élites antioqueñas.
Sobre Montecasino abundan los mitos. Hoy, convertida en sede del canal local Telemedellín, la casa y sus jardines se encuentran abiertos al público. Cualquier persona puede recorrer los antiguos dominios de los hermanos Fidel, Vicente y Carlos Castaño.
La casa fue adquirida en 1984 por Fidel, el mayor del clan. Había sido construida en los años 50 por una familia de empresarios textiles y, luego de comprársela a uno de ellos, William Halaby, los Castaño la escrituraron a nombre de una de sus hermanas y se encargaron de hacer adecuaciones con túneles, bóvedas y caprichos mafiosos.
Se dice que en ese lugar se organizaban fiestas que apenas se compadecían con el estilo de sus anfitriones. El derroche estaba coronado por un baño enorme en la habitación principal, con una bañera en forma de concha color cobre, espejos en el techo y paredes enchapadas de baldosas negro brillante con apliques dorados.
Aún hoy, ese espacio, que Telemedellín decidió conservar abierto como símbolo de la historia de entonces, sigue siendo el mejor ejemplo de la estética traqueta de la época y el lugar predilecto del safari que dan los visitantes por el predio de los fundadores de las autodefensas.
La extravagancia se pierde en el horror. La historia de Montecasino también incluye torturas y masacres. Se dice que la cava de vinos era utilizada para conservar cadáveres, que las pequeñas caletas repartidas por la casa se utilizaban como calabozos y que en un cuarto oscuro los Castaño tenían encerrado un león que alimentaban con sus enemigos.
Todo hace parte de una historia que cada cual cuenta a su modo. Pero lo cierto es que en esa propiedad, según Carlos Castaño en su testimonio para el libro Mi Confesión, se llevó a cabo la reunión que dio origen a los Pepes, el grupo que libró la guerra a muerte entre los paramilitares y sus antiguos aliados, el cartel de Medellín. Si no fue el escenario de las atrocidades del clan Castaño, por lo menos fue el lugar desde donde se orquestaron muchas de ellas.
Un bien para la memoria
“Cuando se acabaron los Pepes empezaron a conocerse todos esos mitos”, dice Heiner Castañeda, periodista que cubrió para televisión la guerra entre carteles. Hoy es profesor en la Universidad de Antioquia y recuerda que a finales de los 80 Montecasino era una casa más en medio de la opulencia del barrio El Poblado.
“Esa casa y todo lo que los rodeaba a ellos estaba en la clandestinidad, luego comenzaron a deshacerse los mitos. Estaba en el ambiente que allá pasaba algo, pero no era una historia protagonista. En esa época, sobre esa casa no se hizo una sola nota”, cuenta Castañeda. En suma, lo que pasaba de la cerca hacia adentro hoy no es más que un rompecabezas de versiones.
Solo en 2010 la justicia conoció que los Castaño estaban tras los supuestos testaferros que aparecían en los registros inmobiliarios. Fue gracias a un testimonio del exparamilitar Jesús Ignacio Roldán, alias “Monoleche”, jefe de seguridad de Vicente Castaño.
Desde entonces, la propiedad entró en un proceso de extinción de dominio y parte de ella pasó a manos de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Cuando ya se caía a pedazos, la Alcaldía de Medellín logró un convenio con esa entidad para que fuera entregada en comodato a Telemedellín.
La decisión más reciente la profirió el Tribunal Superior de Medellín que, al ordenar medidas cautelares a favor de las víctimas de los paramilitares, ordenó que Montecasino fuera entregada al fondo de reparación que administra la Unidad de Víctimas.
“Recibimos ese predio con una gran emoción y responsabilidad. Está en buen estado, me reuní con el gerente de Telemedellín y se ofrecieron para ser padrinos de lo que esta casa representa para la ciudad. Hasta diciembre que ellos estarán ahí, seguirá sirviendo para tal fin”, dice Jorge Mario Alzate, director de la Unidad de Víctimas en Antioquia.
Lo que ocurrirá a partir de ese momento aún no está definido, se ha pensado en que se convierta en una sede satélite del Museo Casa de la Memoria e incluso en que parte de ese predio pueda convertirse en sede administrativa de la Unidad de Víctimas en Antioquia. Lo que está claro, según Alzate, es que debe cumplir una función reparadora colectiva y pública, por eso en los planes no se encuentra su venta o su arriendo a un particular.
“Llevamos seis años exorcizando ese espacio –dice el director de la Unidad de Víctimas-. Hay un proyecto de ciudad, de garantías de no repetición, y vamos a cruzarlo muy fuerte con eso. Es una edificación antigua y pintoresca por sus excentricidades, pero muy emblemática”.
Su ubicación también es clave para ese propósito de transformarlo en un espacio de memoria colectiva. A diferencia de muchas otras propiedades de la mafia en esa misma zona de la ciudad, Montecasino se proyecta como un lugar para entender que la guerra cruza las historias de todas las clases sociales.
“El Poblado es un sitio emblemático, representa el lugar de una clase social alta, pero todo esto toca también a esa comunidad porque las víctimas no están solo en los estratos bajos. Muchas veces en esas zonas no se dice, pero ahí se queda el dolor, por eso queremos trascenderlo como un centro de reconciliación”, dice Alzate.
La propiedad suma 33 mil metros cuadrados por cuenta de dos predios contiguos que le fueron anexados por los Castaño. En la actualidad está avaluada en cerca de 45 mil millones de pesos y, con ese valor, es el predio urbano más costoso del Fondo de Reparación para las Víctimas.