'El rastro de Camilo' se estrena este lunes 15 de febrero, el mismo día en que se cumplen 50 años de la muerte de Camilo Torres. Hablamos con su director.
Por Jesse Freeston
Desde Alejandro Magno hace 2300 años, la historia escrita nos brinda varios ejemplos de cadáveres de figuras políticas que se han vuelto objeto de disputa. Vladimir Lenin, por ejemplo, quería un entierro modesto junto a la tumba de su madre, pero hasta la fecha se puede visitar su cuerpo momificado en La Plaza Roja de Moscú. Las cosas empeoran si los restos acaban en manos de los opositores políticos del difunto. Hace apenas cinco años supimos que los EE.UU. habían arrojado el cuerpo de Osama bin Laden al mar.
América Latina tiene su propia historia sórdida de ídolos muertos ausentes. El cuerpo de Evita Perón fue desaparecido durante catorce años; el ejército boliviano ocultó el cadáver de Ernesto ‘El Che’ Guevara por casi treinta; y, durante medio siglo, los colombianos no han sabido donde están los restos del destacado cura, sociólogo y guerrillero Camilo Torres, inspirador de la rupturista teología de la liberación.
Sin embargo, parecería que gracias en parte a un nuevo documental, el caso de Torres ha dado un giro inesperado. El 16 de enero, a los ocho minutos de un discurso en la comunidad santandereana de San Vicente de Chucurí, Juan Manuel Santos pasó a ser el primer presidente en medio siglo en pronunciar aquel nombre: “Aquí se dio de baja a Camilo Torres”, dijo. “Busquemos dónde están sus restos para que en un gesto simbólico podamos continuar en este proceso de terminar la guerra”.
Apenas una semana después, un equipo de Medicina Legal acompañado por soldados del Quinto Batallón, retiró un cajón del panteón militar en Bucaramanga. El mismo que había sido filmado cuatro años atrás para el documental “El rastro de Camilo”, del director colombo-canadiense Diego Briceño Orduz. Como parte de un impactante recorrido por la vida turbulenta y fascinante de Camilo Torres, la película nos termina señalando que allí podrían estar sus restos.
Le preguntamos al director qué opina sobre la secuencia de hechos y lo premonitorio que pudo resultar su documental que se estrena, precisamente, este 15 de febrero, cuando se conmemoran los 50 años de la muerte de Torres.
¿Crees que tu documental contribuyó a que hoy haya una búsqueda oficial de los restos de Camilo?
Francamente creo que sí. Cuando empecé esta investigación no mucha gente andaba hablando del tema del cuerpo. La verdad, nadie, sólo quedaba la nostalgia romántica del intento de buscarlos, combinados con un letargo del que se da por vencido. Incluso cuando el General Valencia Tovar, quién siempre admitía haber escondido el cadáver para “que no sea lugar de peregrinación”, da la entrevista a la revista Semana en 2007, nadie dudó o corroboró realmente lo que decía. Semana publica la foto de “una tumba” y resulta que ni siquiera era la que el General describió. Más recientemente, con Nicolás Herrera y Lorena López, los principales investigadores del documental, le compartimos nuestras pruebas y dudas al Padre Javier Giraldo, quien termina iniciando una acción judicial contra el Gobierno para abrir esa tumba que hoy miramos en la tele. Entonces, el Estado se percata de que quizás no era tan difícil obtener el cuerpo y usarlo en la coyuntura política de los diálogos de paz con el ELN.
Santos dice que esto es un “gesto de paz” con el ELN. ¿Qué opinas?
Es de entenderse que Santos y los “elenos” aprovechen el valor simbólico del cuerpo desaparecido, y yo considero que si sirve para moverlos hacia una nueva etapa de diálogo y posible paz, bien, que así sea. Pero, a su vez, están reforzando el mito del “cura guerrillero”, descuidando al Camilo completo: el Camilo inspirador de la teología de la liberación, el Camilo fundador de la primera facultad de sociología en América Latina, entre otros Camilos. También desconoce el trabajo y sacrificio de amigos, seguidores y familiares que llevan años luchando sin reconocimiento por recuperar esos restos, por la simple dignidad que todos esperamos se tenga con nuestros huesos, cristianos o no cristianos.
El Gobierno actual ya fue sorprendido anteriormente por la fuerza de un documental con 9.70. ¿Crees que tiene miedo del poder de un documental bien hecho?
Al contrario, yo creo que le sirve. Si Santos quiere pasar al buen lado de la historia, no es simplemente firmando un papelito. Ese acuerdo va a tener que estar acompañando por un mínimo de garantías que sienten las bases de una sociedad plural, abierta a opiniones diversas -no intimidadas- y una ciudadanía bien informada, analítica y crítica. 9.70 es un bello ejemplo del tipo de opinión que debe saberse y discutirse.
¿Por qué decidiste hacer una película sobre Camilo?
Cuando era niño, mis padres, tíos y tías eran bastante activos políticamente. La clásica canción sobre Camilo, “Cruz de luz”, del compositor Daniel Viglietti, interpretada por Victor Jara, era como un jingle publicitario en mis oídos para esa época. Luego, en los años 80, dos tíos muy cercanos míos fueron amnistiados después de ser acusados de pertenecer al ELN, y los asesinaron poco después. Eso creó un ambiente de silencio y miedo en mi familia, o quizás así lo sentí yo nada más, no se volvió a hablar de revoluciones en mi casa. Ya de adulto, viviendo en Canadá, comencé a hacer lo que mejor hacemos los documentalistas, desempolvar recuerdos. Salió a relucir el vinilo donde venía esa “maldita” canción y el resto, bueno, aquí estoy.
Como hijo de una familia oligárquica, se puede decir que Camilo tomó dos enormes decisiones inesperadas. Según tu investigación, ¿qué lo llevó a ordenarse sacerdote? Luego, ¿qué lo llevó a incorporarse a la guerrilla? Y finalmente, ¿cómo conciliaba “no matar” con ser guerrillero?
Lo de hacerse sacerdote es casi un “milagro”, diría yo, dado su contexto liberal y lo poco practicantes que eran en su casa, pero creo que los evangelios son una fuente de inspiración muy fuerte. Si uno tiene una mínima sensibilidad hacia la justicia, a hacer efectivo el compromiso con los demás, y se busca un sostén espiritual para lograrlo, ese texto, con todas sus tergiversaciones y metáforas poéticas, no deja de ser un llamado radical. Lo de hacerse guerrillero, es menos raro. Por un lado, los sacerdotes han tomado las armas desde que existen, ya sea por legítima defensa o por guerras “justas”. La no violencia es simplemente una táctica más, muy efectiva en ciertos contextos pero en otros no tanto. Luego está la revolución cubana que abrió una vía para muchas personas “de bien” en América Latina: ¡Sí se puede cambiar esto!, creían muchos en esa época.
Se dice que Camilo ha sido una de las figuras más censuradas de la historia del continente, ¿cómo lo ves hoy en día?
Sobre la censura, ahora no es de corte Stalinista, los libros y escritos se consiguen en la tiendas de libros usados; el que busca encuentra. Es más la banalización y evasión oficial de la compleja historia reciente del país lo que me irrita. De eso se habla muy poco en los medios, no se enseña en las escuelas. Eso pasa cuando una misma élite se mantiene en el poder sin muchos sobresaltos por casi dos siglos.
¿A qué se refieren cuando dicen que la historia de Camilo es ‘peligrosa’?
No creo que sea peligrosa, ni siquiera para los Santos, los Peñalosa o los principales intereses económicos actuales. Proponer un marco de pensamiento que combine el uso de la ciencia y la tecnología con una ética clara y activa basada en valores judeo-cristianos en favor del bienestar de las mayorías no creo vaya en contravía de ningún demócrata “bien educadito” de Colombia. Ahora, el “terratenientismo”, el verdadero terrorismo –asustar y matar a las voces disidentes– con la complicidad del poder; o la iglesia más retrógrada y desconectada de la realidad del continente, por ejemplo, son cosas que sí debemos denunciar públicamente e ir erradicando tanto desde las izquierdas como de las derechas para que haya paz y justicia en Colombia, creo yo.
¿Cuál deseas que sea la contribución de esta película a tu país natal?
Quisiera que la gente le pierda el miedo a contarse las historias de lo que pasó en esos momentos críticos. Antes de que sea muy tarde, ojalá le preguntemos a nuestros abuelos sobre lo que sucedió en los últimos 50 años en Colombia, no tanto buscando culpables, pero aclarando las historias para que no vuelva a repetirse tanta violencia y se rescaten proyectos negados por generaciones, que podrían servir ahora sin la mezquindad y la “ley del más fuerte” que impone la lógica de guerra y de exclusión forzada en el país. Pronto veríamos que hay historias muy radicales, bonitas y orientadoras de lo que sí somos, más que tanta fantochada de narcos y futbolistas que nos repiten cada día.
El rastro de Camilo se estrenará por primera vez en Señal Colombia el 15 de febrero a las 8pm, el mismo día en que se cumplen 50 años de la muerte de Camilo Torres.