"La crisis del capitalismo global, se decía, solo va a cerrar con la fuerza, y eso es lo que está pasando", dijo el director del CELS.
Jueves en la noche. Tomamos un taxi en el centro de Buenos Aires. Por la radio, una mujer reporta que Chile está ardiendo, que el presidente Sebastián Piñera declaró estado de excepción. “El problema yo no sé cuál sea, pero te aseguro que nunca habíamos estado así. Yo como trabajador y taxista no estoy llegando a fin de mes. No me da. El dólar está muy caro ¿viste? Los que ganan mucho no se dan cuenta pero para nosotros esos cambios nos golpean muy fuerte. Eso no pasaba antes”, nos comenta el taxista. El dólar subió a 65 pesos argentinos. Mi interlocutor, el taxista, gana 30.000 pesos al mes.
Faltan pocos días para las elecciones presidenciales. “Yo te digo que no sé cuál es el problema, pero fue en este gobierno que se puso así, por eso le voy a votar al otro”. ¿A Fernández? Le pregunto. Algo avergonzado, el señor responde: “Sí, pues es el único que puede ganarle a Macri ¿viste? No es que sea el que más me guste pero es que no estoy llegando a fin de mes: un mercado no muy grande me cuesta 2.500 pesos, es mucho. Este gobierno nos ha dejado más pobres”. La gente se cansó, dice al otro lado de la radio la periodista reportando desde Chile. El aumento del pasaje fue la gota que rebosó el vaso, agrega.
Días atrás, el gobierno de Lenin Moreno, en Ecuador, tuvo que tumbar el decreto que incrementaba el precio de la gasolina casi en un 300%. Los indígenas sostuvieron una movilización de ocho días y le ganaron el pulso a Moreno. Lo que estaba pasando en Chile parecía una resistencia similar. Ambas protestas, sin embargo, fueron reprimidas con las fuerzas armadas, las cuales actuaron libremente por los estados de excepción que decretaron Piñera y Moreno.
En esta coyuntura aprovechamos para visitar a Gastón Chillier, director del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina, una organización de derechos humanos que nació en 1979, durante la última dictadura militar. Ha sido, en las últimas décadas, una de las organizaciones más respetadas en el campo de los derechos humanos. Fundado, entre otras personas, por madres de la Plaza de Mayo, el CELS hoy sigue interviniendo en discusiones sobre derechos humanos y violencia regional. Esta fue nuestra conversación.
Mucha gente se está preguntando qué es lo que está pasando en Chile, en Ecuador, incluso en Argentina. ¿Cómo leer esta coyuntura de movilización social?
Quisiera ir un poco hacia atrás. Yo ubicaría en un punto de inicio de todo lo que está pasando en los golpes blandos de Honduras y Paraguay. Posteriormente se hizo visible la crisis en Venezuela – una crisis política sin resolución –, después unos episodios de inestabilidad en Perú y luego el modo ilegal en el que se sacó a Lula del escenario político de Brasil. Todos estos episodios traían consigo agitaciones.
Con lo que ha pasado en Ecuador y Chile vemos que hay un regreso de la militarización en la región pese a las transiciones autoritarias que se han dado en el cono sur. Y esta militarización también se ve en Colombia, país en el que ganó la presidencia un candidato que militó en contra de los Acuerdos de Paz y que tiene una visión militar que busca atizar el conflicto en lugar de solucionarlo. Lo que vemos es que el temor por las violaciones de derechos humanos sigue presente, justamente por esa militarización que se ha dado en varios países.
Bueno, pero en Argentina parece distinto…
Sí, aquí existe una sobresensibilidad positiva frente a la militarización por lo que sucedió en la dictadura. Sin embargo, nos preocupa ese protagonismo de los militares en los escenarios políticos. El caso de Brasil con Bolsonaro es un ejemplo paradigmático, y en Ecuador y Chile lo vemos con los estados de excepción. Los efectos en términos de derechos humanos son devastadores.
En todo caso, la militarización no ha dado el resultado esperado para los gobiernos de Chile y Ecuador…
Ecuador y Chile usaron los estados de excepción como respuesta a unos reclamos populares que están pidiendo ajustes estructurales en la región más desigual del mundo. Esto se veía venir. La crisis del capitalismo global, se decía, solo va a cerrar con la fuerza, y eso es lo que está pasando. Lo de Chile es brutal. Ese modelo chileno y neoliberal que quedó después de la transición –donde importa más la propiedad privada que la integridad física– terminó explotando. Cuando hablamos con organizaciones aliadas en Chile nos dicen: es que no son 30 pesos del metro, son 30 años de abusos.
Volvamos a Argentina, donde ganó el Kirchnerismo en las presidenciales…
En la región, Argentina tiene ciertos anticuerpos frente a la militarización y la desigualdad. Aunque claro, tenemos altísimo niveles de pobreza y el gobierno de Macri dejó una situación espantosa en términos económicos, de deuda y de derechos humanos. La sociedad argentina se ha construido desde una memoria importante, donde el tema militar es muy sensible e incluso se sigue investigando y juzgando los delitos durante la dictadura. Tenemos unos anticuerpos, pero no estamos inmunizados.
Ahora, hay mucha gente que está diciendo: “Ok, complicado el neoliberalismo chileno, pero miren a Venezuela. ¿Qué es peor?”
A ver, yo creo que hay un uso político de la crisis venezolana por parte de la derecha en América Latina. Es cierto que Venezuela pasa por una situación crítica, allá ya no gobierna el chavismo que conocimos, el que avanzó sobre una agenda dura de desigualdad y que visibilizó a un sector de la población venezolana que nunca había tenido visibilidad. Lo que vemos hoy es algo muy deteriorado, es un gobierno con problemas de legitimidad e incluso de derechos humanos. Pero el uso que le han dado las derechas a Venezuela me parece muy bastardo.
Ya es exagerado el uso que le han dado. El Macrisimo ha dicho eso: acá va a pasar lo mismo que en Venezuela. El secretario de la OEA dijo, frente a Chile, que eran “las brisas bolivarianas que bajaban”. Es absurdo. Y me parece que no debería tomarse seriamente el ejemplo de Venezuela como un ejemplo de socialismo.
Hablemos de paz. ¿Qué lecciones ha dejado la historia de Argentina en términos de paz? Hace unos días hablaba con el profesor Sebastián Hacher y le pregunté sobre reconciliación. Me dijo que esa palabra tenía una connotación distinta a la que tiene en Colombia por lo que pasó en la dictadura…
Acá esa palabra tiene otra connotación. En Argentina, a diferencia de Colombia, lo que pasó fue que hubo una transición de un Estado autoritario y no democrático; en Colombia se negoció cómo terminar con un conflicto y que cesaran las violaciones de derechos humanos. Sin embargo, hay mecanismos que funcionan para ambos países, como las comisiones de la verdad y los juicios de la verdad. Estos procesos de justicia nunca son lineales: a veces se avanzan dos pasos y se retroceden cuatro o se avanzan tres y se retrocede uno. Acá lo hemos vivido con todas las leyes de impunidad y de indultos.
Sí….
Acá en Argentina fue clave el informe de Nunca Más, el juicio histórico a las juntas militares en 1985, que abrió la puerta de otros procesos. Luego vinieron las audiencias de punto final y las audiencias de vida. Claro, después vino Menem indultando a condenados. En un momento quedaron cerradas todas las vías pero de allí pasamos a los juicios de la verdad, que se abrieron después de que nos enteráramos sobre cómo tiraban a las personas a los ríos. Cuando se crea el derecho a la verdad se retoma la senda de la justicia y hasta 2003 fue que se consolidó un fallo de la Corte Suprema. Tuvieron que pasar muchas cosas, entre ellas la creación de tribunales especiales para Ruanda y Yugoslavia y la creación del Estatuto de Roma, para que comenzara a verse la justicia.
Y con todo esto voy, ya para hilarlo con Colombia, a que creo que es importante que allá tengan en cuenta lo que dice una de las madres de la Plaza de Mayo, Laura Conte – quien por cierto es una de las fundadoras del CELS –. Ella decía que con las estrategias de los juicios de verdad lo que se debía buscar es que hubiese tanta verdad para que después fuera imposible negar la justicia, simplemente porque la sociedad no lo iba a tolerar. Eso pasó y efectivamente hay más de 300 casos judiciales y más de 750 condenas. Una segunda lección que podemos compartir es la importancia de la movilización de las organizaciones de víctimas. En Colombia tienen un empoderamiento muy grande pese a todos los riesgos que tienen que vivir: asesinatos de líderes sociales, persecuciones. Sin embargo, pese a las dificultades nosotros vemos que los movimientos de víctimas son muy fuertes y así se ha luchado.
Y así estas organizaciones muchas veces no tengan apoyo político, siguen saliendo a manifestarse. Por eso siempre va a haber espacio para la esperanza. En Colombia la situación es muy distinta y los resultados del plebiscito lo demostraron. Para construir esas audiencias de paz es necesario que se sepa la verdad en Colombia.
¿Cómo lees esa polarización que está tan latente en varios países de América Latina?
Creo que es un fenómeno global y regional. Es decir, la polarización en Colombia, Argentina o Brasil se queda corta con la de Estados Unidos. Lo que está en juego en medio de todo esto son los valores democráticos y los valores en relación con la igualdad. Hay unos sectores que consideran que no debe haber una distribución de la riqueza y otros sectores que no están de acuerdo y otros que padecen esa concentración económica.
En Brasil, la derecha extrema está usando políticamente el miedo para traer votos que no son necesariamente ultraconservadores. Es un miedo sobre el fin del mundo como lo conocíamos, ese mundo binario donde las mujeres tenían ciertos roles específicos, ese mundo donde no se podía abortar o donde no había tantos migrantes. Esos gobiernos capitalizan el miedo y promueven soluciones violentas contra esa visibilidad de ciertos sectores sociales. De hecho mira lo que pasó en Colombia en las elecciones del plebiscito: las iglesias evangélicas entraron en ese juego político defendiendo un viejo mundo. En Argentina sucedió con el tema de la legalización del aborto, pero la sociedad está cansada y se está reacomodando.
¿Crees que pasa algo similar en Chile?
Hasta hace dos semanas muchas personas pensaban que el modelo de Chile era perfecto. Pero como te decía que me contaban: no es solo el aumento de 30 pesos en el pasaje, son 30 años de abusos de una elite hacia la mayoría de la gente. Allá, al que evade el metro lo cagan a palos o lo detienen, mientras que a los empresarios que evaden miles de millones les dan una clase de ética. Esa sensación de abuso en relación a las elites me parece que se proyecta en toda la región, por eso se están dando todas estas movilizaciones lideradas por las juventudes.
¿Hasta dónde pueden llegar estas movilizaciones?
Yo las veo como una oportunidad. En Argentina, la ola verde del movimiento de mujeres atravesó toda la política de la sociedad: se unieron organizaciones, sindicatos y se le dio otra vuelta a la estrategia. Allí veo una posibilidad, en los movimientos de mujeres así como en los movimientos de minorías y en los de cambio climático. Es posible, si se articulan, pensar en generar cambios estructurales en la distribución del poder. Nosotros desde el CELS lo que hemos hecho es defender los derechos humanos y compartir nuestra experiencia de 40 años de activismo. Lo que se debe busca ahora son esas grandes coincidencias para movilizarnos por los valores democráticos. Hoy tenemos en el mapa al mercado, a la igualdad y a la violencia. Depende como se conjuguen esos cuatro factores para ver cómo se perfila nuestra región a futuro.
En síntesis, lo primero que se debería hacer es articular esas luchas…
Es importante hacerlo, además porque la lucha de las mujeres tiene que ver con los derechos que también están reclamando las familias campesinas. El componente de género está en todas esas luchas. Lo mismo con los ambientalistas: campesinos y jóvenes que luchan contra el cambio climático no quieren más tóxicos en el agro, tampoco más extractivismo. En todas esa luchas podemos aprender de las sociedades indígenas, las cuales son las únicas que han atravesado un fin del mundo. Después de ser colonizados, han estado 500 años sobreviviendo en un mundo que no era el de ellos, buscando cómo proteger el planeta y los recursos.